Reflexión sobre mi experiencia como miembro de mesa en las elecciones presidenciales de Venezuela de 2024

undefined
undefined

Si hace un mes me hubieran preguntado si iba a votar en estas elecciones presidenciales en Venezuela, hubiera dicho que no. Pero hoy comparto que no solo ejercí mi derecho al voto en Venezuela el domingo 28 de julio, también ejercí como presidenta de mesa electoral en un centro de votación en Venezuela. ¿Cómo pasó esto? Cosas del destino, quiero suponer.

Lo cierto es que dos semanas antes estaba en Caracas y unas horas antes de mi vuelo de vuelta a mi país de residencia actual, un conocido me informó de que había sido seleccionada como presidenta de mesa en el centro de votación donde él era testigo. Para mi sorpresa, no estaba enterada de que había sido seleccionada como presidenta de mesa porque no había recibido ninguna comunicación por correo electrónico o por teléfono, y hasta pensaba que ni siquiera estaba registrada como votante. ¿Y por qué les cuento todo esto? Pues porque me pareció prudente y hasta necesario explicar cómo el (des)diseño e implementación (desorganizada) de estas elecciones presidenciales, organizadas por el Consejo Nacional Electoral (CNE), ha dado pie a irregularidades durante el día de la elección.

A partir de mi experiencia individual, quiero compartir las debilidades del sistema electoral desplegado por el CNE que pude vislumbrar el pasado domingo 28 de julio de 2024:

Primero, sobre la selección de miembros de mesa. Desde el momento en que me enteré de que me tocó fungir como presidenta de mesa, me entró la sospecha de por qué había resultado seleccionada. Confieso que nunca había votado en el país y que hasta el mes pasado no contaba con el registro de residencia en Venezuela. Mi sospecha inmediata fue que el CNE intentó seleccionar a miembros de mesa que no estuvieran en Venezuela para tener las mesas de votación lo más desarticuladas posible y, así, ralentizar el proceso de voto lo más posible.

Segundo, sobre el proceso de certificación de miembros. Para ser miembro, toda persona debe contar con una certificación que incluye un código QR y tu cédula de identidad (lo que equivale a la INE en México). Para conseguir el certificado, se debió completar un curso de 6 módulos a partir de la lectura de un manual o unos videos resumen en la plataforma de e-learning del CNE. Con una conexión estable y una página web completamente funcional, el curso y la certificado podría concluirse en 30-45 minutos. Sin embargo, entrar al curso resultó complicado, pero sacarse el certificado aún más. Pensé que era la única que no lo lograba, pero cuando me metí en las redes sociales, resulta que centenares de personas atravesaron el mismo desafío. Se supone que sin ese certificado perdías el derecho u obligación de ser miembro de mesa. A las 11 de la noche del día antes de las elecciones, por fin, después de varios intentos y trucos, lo logré.

Tercero, sobre la falta de seguimiento con las credenciales de los miembros durante el día de votación. Según el manual de la Mesa Electoral, hay dos momentos en los que toda persona miembro de mesa debe presentar la credencial a los efectivos militares del Plan República: al instalar las mesas el viernes antes de la elección y el domingo de la elección antes de abrir las urnas. El viernes se revisaron las credenciales y se validó el código QR por personas empleadas del CNE, pero el domingo no se solicitaron ni se revisaron. Aunque en mi centro éramos pocos y nos identificamos rápido unos con otros, me quedó la duda de cómo sería en centros numerosos entre desconocidos. ¿Permitirían otras personas desempeñar el papel de miembro de mesa a pesar de exigir una capacitación previa necesaria y en vista de una posible ausencia de los miembros de mesa? Me sigue quedando la duda.

Centro de votación de Venezuela de las elecciones del 28 de julio.
Foto: especial.

Cuarto, sobre  la clave del presidente de mesa y la gran responsabilidad que eso supone. Puedo confirmar que la máquina de votación y el sistema de autenticación funcionaron adecuadamente durante la jornada electoral. Solo tuve un caso de una persona mayor cuyas huellas dactilares no pudieron ser leídas por el sistema de autenticación y en el que tuve que utilizar la clave del presidente de la mesa. Aunque sí fue útil tener dicha clave a mano, me pregunté varias veces: ¿qué pasaría si ese tipo de poder para dar acceso al voto a una persona que no puede ser correctamente autentificada estuviera en las manos incorrectas y fuera ilimitado?

Quinto, sobre la falta de personal suficiente y cualificado u organizado para orientar y guiar a los miembros. Mi impresión fue que, salvo el coordinador y el técnico de sistemas, el resto del personal era nuevo en el puesto y contaba con pocos conocimientos o confundía los procesos. Esto provocó mucha confusión, incumplimiento de procesos, desorganización generalizada y una gran lentitud durante el día de la instalación y en el día de la elección a la hora de abrir y cerrar las urnas. Todos estos factores generaron frustración entre los miembros e incluso impaciencia en el capitán (líder de los efectivos de Plan República).

Sexto, sobre la necesidad de tener una cuenta bancaria (a nivel de miembros y testigos) propia para emitir el escrutinio final. El escrutinio de los votos no se podía completar ni las papeletas imprimirse hasta que todos proporcionáramos nuestras cuentas bancarias para recibir la contribución económica por nuestra labor cívica. Aunque me parece un gesto noble del gobierno retribuir a los miembros y testigos, me pareció que dicha solicitud no tuvo el momento más adecuado. No solo retrasó el proceso de escrutinio de votos en mi mesa, sino que también generó malestar en los testigos y los miembros que no tenían los datos a mano y, por tanto, más retraso en el proceso electoral. Aunque Venezuela es de los países más bancarizados de la región, el no tener cuenta puede suponer una traba para el escrutinio, pues todos los miembros y testigos tuvieron como obligación incluir esa información para lograr el escrutinio y, en consecuencia, la transmisión de votos.

Séptimo. Sobre el cierre de máquinas y/o centros de votación después de la hora que indicaba el reglamento electoral. Este fue el hecho que generó mayor temor y desconcierto entre las personas que fueron testigos y las ciudadanas que estuvieron presentes a la hora del cierre del centro de votación. Según el manual y el reglamento electoral, la hora de cierre del acto de votación era a las 6:00 p.m., salvo que hubiera una fila de personas que desearan votar y previa autorización de la Junta Nacional Electoral. Sin embargo, el CNE insistió en que, aunque debíamos cerrar el centro de votación, de ninguna manera podíamos apagar las máquinas hasta que no recibiéramos órdenes de la Junta Nacional Electoral. Muchos temimos que eso pudiera durar horas, pero menos de una hora después pudimos empezar a cerrar.  Cabe destacar que, una vez se sacó el escrutinio de votos de la mesa, se pudieron imprimir duplicados para repartir a todas las personas testigos sin ningún obstáculo. Esto me pareció una señal del sistema muy positiva y transparente durante la jornada electoral. De hecho, yo misma pude entregar duplicados del escrutinio a todos los testigos de los partidos políticos que lo solicitaron.

Octavo. Sobre la falla persistente de internet y la transmisión de votos. Hubo más de 45 intentos fallidos antes de que pudiera enviar los escrutinios al sistema central del CNE. Eso fue lo que más me preocupó, porque tardé casi dos horas en completar este proceso. Parecía que el técnico encargado ya optaba por rezar o mandar buenas energías para que se solucionara el problema. Al final se logró, pero solo puedo imaginar lo que habrá costado en aquellas mesas ubicadas en zonas con menos infraestructura y conexión a internet. El hardware de Cantv y el SIM de Movilnet tampoco ayudaron. Cantv y Movilnet son proveedores del Estado venezolano que han sido criticados por ofrecer los servicios menos eficaces y estables en Venezuela.

Noveno. Sobre los votos acompañados y su documentación escueta. La normativa electoral permite que una persona pueda ser acompañada en el acto del voto cuando presente alguna discapacidad, tenga una edad avanzada o sea iletrado. Normalmente la persona que la asiste es un familiar. Los votos acompañados se registran de manera manual en unos machotes que otorga el CNE y se entregan junto al kit electoral a la guardia nacional al final del proceso. En el caso de nuestro centro de votación, los formatos fueron escasos y la cantidad de votos asistidos como resultado de un alto número de personas votantes adultos mayores sobrepasó las expectativas en todas las mesas. Se improvisó con los registros en casos excepcionales. Este voto acompañado es una arma de doble filo porque la persona acompañante puede expresar otro voto ajeno a la voluntad de la persona votante y, además, resulta difícil de cuantificar dado que las máquinas no registran o filtran las personas votantes que fueron asisitidas por acompañantes.

Confieso que esta narración puede leerse de manera anecdótica, empezando por el hecho de que se trató de un centro de votación en una zona geográfica de clase media, con excelente infraestructura, presencia omnipresente de testigos de la sociedad civil y de los partidos políticos, y de un tamaño manejable.

De hecho, en muchos momentos durante la jornada laboral, me pregunté cómo sería en otros centros de votación del interior del país o con números desproporcionados de votantes por mesa. Pero me llena de optimismo que, a pesar de las dificultades y adversidades a las que se enfrentó la ciudadanía el 28 de julio, los miembros de mesas contra viento y marea lograron recoger más del 70 % de las actas de escrutinio a nivel nacional.

Todos estos pequeñas trabas y dificultades no fueron suficiente para que todas las personas que estuvimos presentes el domingo pasado demostráramos que la cultura cívica y democrática sigue perseverando en las tierras venezolanas.

Desafortunadamente, algunas de las personas venezolanas que decidimos actuar como miembros de mesa voluntariamente o ser testigos en estas elecciones y cumplir este llamado cívico han desaparecido, y muchas nos encontramos con miedo de nuestra propia seguridad e integridad en el país que nos vio crecer. Vivimos un momento histórico en Venezuela que determinará nuestro futuro como sociedad y país.

* María Rosenowski es un seudónimo de la autora para proteger su identidad.