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"No pude parar": la historia de Charles Cullen, el perverso enfermero que se convirtió en asesino serial


Charles Cullen pasó 20 años de su vida trabajando como enfermero. A principios de la década del 2000, sus compañeros comenzaron a sospechar sobre su comportamiento en el trabajo. Finalmente, tras una larga investigación y un interrogatorio policial que duró siete horas, Cullen confesó haber asesinado a más de 40 de sus pacientes, administrándoles dosis letales de ciertas drogas. De esa forma, el hombre de 43 años se convirtió en uno de los asesinos seriales más prolíficos de todo Estados Unidos.

El 14 de diciembre de 2003, a la medianoche, se acercaba el final de un extenso interrogatorio que las autoridades hicieron a Cullen luego de meses de investigación. "No quería que la gente me viera como esto, lo que soy", dijo, al explicar por qué demoró tanto su confesión. Timothy Braun, detective del condado de Somerset, indagó: "¿Qué eres, Charles?". Cullen respondió: "Un hombre, una persona en quien se confiaba y causó muchas muertes. Me odio por eso porque no creo que tenga el derecho, pero no puedo parar, no pude".

En principio, fue arrestado por un cargo de asesinato y otro de intento de asesinato de pacientes en Somerset Medical Center en Nueva Jersey, institución en la que trabajaba como enfermero. Esas eran las acusaciones formales dos días antes de su detención e interrogatorio. Sin embargo, tras siete horas de hablar con los investigadores, Cullen finalmente admitió haber cometido los dos crímenes por los que se lo acusaba más otros 40 que habían ocurrido en los últimos 16 años.

"Tuve una vida miserable"

Cullen nació en West Orange, Nueva Jersey, en 1960. Fue el menor de ocho hermanos que perdieron a su papá cuando eran niños. En todas sus entrevistas, el enfermero describe su infancia como "miserable". Cuando tenía apenas 9 años intentó suicidarse por primera vez, con una mezcla que preparó a partir de un juego de química. Habría otros 20 intentos a lo largo de su vida.

A los 17 años, Cullen perdió a su mamá en un accidente de auto. Sumido en la depresión, abandonó la escuela secundaria y decidió unirse a la Marina de los Estados Unidos, donde se desempeñó como suboficial de tercera clase a bordo de un submarino de misiles balísticos. Fue en ese tiempo que su salud mental comenzó a empeorar, y los intentos de suicidio se volvieron cada vez más frecuentes.

Después de algunas internaciones, recibió el alta médica y decidió darle otro rumbo a su vida. Cullen se dedicó a estudiar enfermería. Muy pronto, en 1987, entró a trabajar al Centro Médico St. Barnabas en Livingston, Nueva Jersey. Por esos años también formó una familia: se casó con Adrienne Taub y fue papá dos veces.

Los asesinatos de Charles Cullen

El primer asesinato de Cullen ocurrió en 1988. Como enfermero, el hombre administró una sobredosis letal de medicación intravenosa a un paciente que había sufrido una reacción alérgica a un fármaco. Sería el primero de un total de 11 homicidios que cometería en St. Barnabas, donde trabajó hasta 1992.

Con un halo de sospecha detrás suyo, el enfermero cambió de trabajo e ingresó al Hospital Warren en Phillipsburg, también en Nueva Jersey. En esa etapa, según su posterior declaración, mató a tres mujeres mayores con una sobredosis de digoxina.

Con varias denuncias de violencia doméstica, en 1993 su esposa le pidió el divorcio. En el proceso judicial se describía a Cullen como un alcohólico muy agresivo que metía mascotas en bolsas y tachos de basura, vertía líquido para encendedor en las bebidas de otras personas y hacía bromas telefónicas a las funerarias. En su interrogatorio, contó que ese año volvieron los pensamientos suicidas.

Los cambios de trabajo se sucedían en cortos lapsos de tiempo. Cada vez que sus colegas o empleadores comenzaban a sospechar sobre su comportamiento, Cullen renunciaba y empezaba a trabajar en otro hospital. A mediados de la década de 1990 volvió a hacerlo: renunció a su puesto en el Hospital Warren y lo contrataron en el Hunter Medical Center en Raritan Township, Nueva Jersey, donde trabajó en la unidad de cuidados intensivos y cuidados cardíacos. Según su declaración, allí no provocó ninguna muerte durante los primeros dos años, aunque el tercer año, tal cual admitió, asesinó a cinco pacientes, otra vez administrándoles una sobredosis de digoxina.


El prolífico historial de Cullen continuó en un hospital en Elston, Pensilvania: en 1998 mató a otro paciente. Según reveló la investigación forense, nuevamente fue con una dosis mortal de digoxina. Aunque la institución tenía fuertes sospechas de que había sido obra de Cullen, las pruebas no fueron suficientes para acusarlo.

Para fines de la década de 1990 la trayectoria profesional de Cullen estaba plagada de dudas. Sin embargo, por la escasez de enfermeros en Estados Unidos, el asesino siguió consiguiendo trabajo. En 1999 aceptó un puesto en una unidad de quemados en un hospital de Allentown, Pensilvania: allí concretó otro homicidio. Más tarde ese año, repitió su modus operandi y renunció a su puesto para incorporarse al Hospital St. Luke en Bethlehem, Pensilvania, en la unidad de cuidados cardíacos, donde asesinó a cinco pacientes a lo largo de sus tres años de trabajo.

En St. Luke's, otra vez, volvió a sembrar dudas entre sus compañeros. En 2002, de hecho, un colega descubrió frascos de medicamentos sin usar en un contenedor de basura y se pudo probar que había sido Cullen quien había robado las drogas, por lo que fue despedido en junio de ese año. Para ese entonces, el enfermero había dejado rastros de sus delitos en distintos hospitales, y un grupo de enfermeros se organizó para presentar, formalmente y ante la Justicia, una denuncia en su contra.

En total, fueron siete los enfermeros que se reunieron con el fiscal del condado de Lehigh y le contaron todo lo que sabían de Cullen. Sin embargo, otra vez, las pruebas parecieron no ser suficientes para los investigadores, que, tras siete meses de seguir las pistas de sus crímenes, decidieron abandonar el caso.

Resulta insólito pensar que a esta altura Cullen pudiera seguir ejerciendo la medicina. Sin embargo, así fue: en 2002, el hombre consiguió trabajo en Somerset Medical Center, de regreso en Nueva Jersey. Según su declaración, allí asesinó a 8 pacientes por sobredosis. Las drogas que elegía eran casi siempre las mismas: digoxina e insulina. Un año más tarde, los registros del hospital indicaron que Cullen estaba accediendo a historiales de pacientes que no le correspondían, y sus colegas aseguraban verlo entrar y salir de habitaciones de pacientes que no atendía. Además, se determinó que estaba solicitando medicamentos sin receta.

A pesar de todas las sospechas, la acusación que finalmente terminó con su serie de crímenes llegó de una entidad ajena al hospital. En julio de 2003, el Sistema de Educación e Información sobre Envenenamientos de Nueva Jersey advirtió al Somerset Medical Center que al menos cuatro sobredosis sospechosas en su establecimiento podrían haber ocurrido por el accionar de un empleado. La investigación se demoró tres meses y, en ese término, Cullen asesinó a otras cinco personas.

En agosto de 2003, el hospital fue sancionado y Cullen quedó bajo investigación luego de ser despedido. Finalmente, en diciembre de ese año, el homicida fue arrestado y confesó todo. En esas largas horas de interrogatorio contó por qué asesinaba a sus pacientes y dijo que quería "poner fin a su sufrimiento". También aseguró que desconocía la cantidad de víctimas que había acumulado por ese entonces, razón por la que la policía cree que podrían ser muchas más que las 40 que declaró.

En 2004, tras 16 años de crímenes, Cullen se declaró culpable frente al Tribunal de Nueva Jersey. Confesó haber matado a al menos 13 pacientes y haber intentado matar a otros dos, durante su etapa de trabajo en Somerset Medical Center. Las autoridades le ofrecieron un acuerdo de culpabilidad en el que prometió cooperar. A cambio, evitarían definir la pena de muerte para Cullen. Ese año, a medida que el proceso judicial avanzaba, admitió haber asesinado a otros pacientes. Primero, en mayo, se declaró culpable del asesinato de tres más en Nueva Jersey. Luego, en noviembre, Cullen se declaró culpable de matar a seis pacientes más e intentar matar a otros tres en Pensilvania.

Finalmente, el 2 de marzo de 2006, Cullen fue sentenciado a once cadenas perpetuas consecutivas en Nueva Jersey. Además, se lo consideró inelegible para el beneficio de la libertad condicional durante 397 años, por lo que hasta el día de hoy permanece detenido en la prisión estatal de Nueva Jersey, en Trenton.

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