Pronostican año de agitación y cambios para débiles democracias latinoamericanas

Una mujer sostiene una vela y una pancarta en protesta para exigir el retorno de cuatro menores de edad que desaparecieron el 8 de diciembre tras ser detenidos por una unidad militar, en Quito, Ecuador, el lunes 30 de diciembre de 2024.

Las democracias de América Latina inauguran el 2025 acosadas por el creciente poder y violencia de las organizaciones criminales y la desestabilizadora influencia de actores antidemocráticos unidos en un cóctel de riesgos que expertos ven como “una amenaza sin precedentes” para las débiles instituciones democráticas de la región.

El fenómeno se presenta cuando gran parte de la población latinoamericana ha perdido fé en la capacidad de sus democracias de resolver los problemas de la sociedad y está cansada de ver cómo frecuentes escándalos de corrupción mancillan la reputación de sus líderes políticos.

“América Latina está entrando en una era sin precedentes”, advierte Evan Ellis, profesor del Instituto de Estudios Estratégicos de la Escuela de Guerra del Ejército de Estados Unidos.

“Enfrenta una combinación de factores múltiples de desestabilización que se refuerzan entre sí y que al presentarse todos al mismo tiempo -en un ambiente donde las democracias ya están políticamente y económicamente debilitadas- crean las condiciones para que el 2025 sea un año de transformación”, explicó.

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Ellis, quien es un reconocido columnista sobre la política hacia América Latina, dijo que son siete los factores que ejercen grandes presiones sobre las instituciones democráticas de la región.

Estos están encabezados por el ascenso del crimen organizado transnacional, pero también incluyen elementos como la creciente influencia de China, que en varios países ya ha desplazado a Estados Unidos, el impacto del cambio climático, fenómenos masivos de migración, nuevos patrones de Compromiso de Washington, la revolución de la tecnología digital y su uso en operaciones de propaganda y de descrédito, y la reconfiguración de la izquierda latinoamericana.

Entre los principales temas de preocupación está la expansión de actividades criminales como el narcotráfico, la trata de personas y el contrabando de oro y de otros minerales, los cuales están fortaleciendo el poder de acción de las pandillas y las bandas delictivas transnacionales.

El 2024 ya fue un año de gran agitación social en países como Haití y Ecuador, donde pandillas y organizaciones criminales continúan desafiando abiertamente el poder del Estado.

En Haití las pandillas asesinaron a más de 5,000 personas y obligaron a otras 700,000 a huir de sus hogares en el marco de una ola generalizada de violencia que desembocó en el colapso del Estado.

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En Ecuador, el presidente de ese país, Daniel Noboa, declaró en el 2024 ‘un estado de guerra’ contra las bandas y militarizó al país para enfrentar a cerca de dos docenas de agrupaciones criminales que han convertido la nación andina en un importante puente del narcotráfico.

Una situación similar se produjo también en México, país que “también fue testigo de una campaña sin precedentes de violencia criminal politizada en el marco de las elecciones más importantes de la historia del país, celebradas en junio”, reportó la ONG abocada a investigar las tendencias mundiales del crimen InSight Crime.

“Para mantener la influencia política que facilita sus actividades ilícitas, los criminales asesinaron, atacaron y amenazaron a decenas de políticos en todo el país durante la campaña electoral. Hombres armados llegaron incluso a detener un vehículo en el que se transportaba la eventual ganadora de las elecciones presidenciales, Claudia Sheinbaum”, añadió el informe.

La violencia atribuida a las pandillas también disparó el año pasado los índices de violencia y criminalidad en países como Chile, Guatemala, Uruguay, Argentina y El Salvador, mientras que organizaciones criminales han convertido a Colombia y a Venezuela en bastiones del narcotráfico.

En la lucha de los Estados contra el narcotráfico parecen ser los traficantes de droga los que están ganando la batalla, dijo el ex vicepresidente de Colombia, Francisco Santos.

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“Están ganando porque ya están ejerciendo un poder político mucho mayor”, dijo Santos. “En Venezuela ya tenemos un narcoestado. En México ya tenemos casi un narcoestado, o lo más cercano a un marco estado que hay, y ahora vemos como países que antes eran tranquilísimos están hoy cayendo en un abismo, como es el caso de Ecuador”.

La rapidez con que se está produciendo el deterioro de la situación política en Ecuador es alarmante. Las organizaciones criminales mataron a finales del 2023 a un candidato presidencial que amenazaba con organizar a los organismos del Estado para hacerles frente y hoy realizan operaciones de ‘guerra asimétrica’ contra el actual presidente, convirtiéndose en una amenaza estructural militar contra la seguridad del país, dijo Santos.

La situación llevó al entonces nuevo presidente Noboa a declarar el ‘conflicto de armado interno’ para ejecutar una política de mano dura que incluyó la militarización de ‘zonas calientes’. Pese a ello, el auge de de violencia continuó y según cifras oficiales brindadas a conocer a mediados de diciembre, cerca de 20 personas fueron asesinadas diariamente en el país andino de 18 millones de personas, elevando la tasa de muertes violentas a 40.4 por cada 100,000 habitantes.

Expertos advierten que la ola de violencia derivada de las pandillas está ejerciendo grandes presiones sobre la estabilidad de los gobiernos.

“Las democracias de América Latina están amenazadas de muerte”, advirtió Santos. “El que sobrevivan va a depender de las acciones que tomen para fortalecer los organismos policiales y de inteligencia y para fortalecer el poder judicial y la retoma del control en las cárceles”.

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El subdirector de Contenido de InSight Crime, Mike LaSusa, quien participó en la elaboración de los recientes informes sobre los crecientes peligros de las organizaciones criminales en América Latina, dijo que gran parte de la amenaza proviene del renovado auge en la producción de cocaína.

“Es obviamente uno de los mayores factores. A lo largo de los últimos dos años hemos visto un consistente incremento en la producción de cocaína, los cuales han alcanzado niveles récord”, dijo LaSusa. “En muchos países de la región, esa droga y la economía criminal vinculada a ella, son el alimento que mantienen a las organizaciones criminales”.

Pero al fenómeno también se le suma el creciente rentable tráfico de fentanilo, el tráfico de armas y la trata de blancas, encabezadas por organizaciones criminales en México que controlan la frontera con Estados Unidos, pero que se encuentran fragmentadas y en ocasiones luchan entre sí.

Es una combinación explosiva, añadió Ellis.

“Esta mezcla de dinero del fentanilo, del tráfico de drogas, más el creciente problema de los armamentos, y la fragmentación de las bandas incrementa la violencia, lo que a su vez incrementa la corrupción generando una amenaza muy desestabilizante para el Estado”, dijo.