"Pobre Dios que aguanta todas mis impertinecias": Miguel Pizarro

CIUDAD DE MÉXICO, abril 9 (EL UNIVERSAL).- Job era el hombre más leal de Dios. Próspero y de una familia amorosa, con tierras extensas y rebaños abundantes.

Pero un día, algo cambió: perdió todas sus posesiones y vio morir a sus hijas e hijos.

Job fue fiel al Señor pese a su dolor y sufrimiento, hasta que en un momento de debilidad, finalmente cuestionó a la justicia divina.

El actor Miguel Pizarro entiende este texto del Antiguo Testamento. Él mismo flaqueó a inicios de 2004, cuando le fueron arrebatados sus ahorros de cinco años de trabajo.

Había decidido debutar como productor con la puesta Y dónde está el mago de Oz, pero una mala jugada de sus socios lo dejó endeudado y con depresión, así que atentó contra su vida.

Hoy, a casi 20 años de aquel suceso, Pizarro se reencuentra con un proyecto teatral como productor, director, escritor y actor: Todos somos Job, que estrenará el 14 de abril en el escenario de La Capilla Gótica del Instituto Cultural Helénico.

Reflexiona con EL UNIVERSAL sobre esta larga y necesaria ausencia para sanar.

Llegó el momento de hacer las pases con el teatro...

— Hice las pases, sí. Porque soy teatrero y melodramático de hueso colorado. Tuve que dejar pasar un tiempo para volverlo a intentar, es que soy bien peleonero y quiero que las cosas sucedan cuando yo quiero, pero a veces no es así, algunas tienen que tener su barbecho para que se conviertan en lo que se deben convertir.

¿Cómo se recupera la confianza luego de algo así?

— Analizando desde afuera, volviéndote observador de ti mismo. Claro que debido a las equivocaciones te inculcan un miedo a cualquier cosa, si vas a hacer algo lo piensas 27 veces. Si a mí se me cae una manzana, por decir algo, van a decir: ‘ya ves, está loco, se le cayó la manzana’. Y si a otro le cae, no pasa nada. Estás bajo la mirada de todos, pero hay que asumirlo.

¿Qué aprendió Miguel Pizarro de la experiencia que casi le cuesta la vida?

— A agarrar valor. Te llegas a preguntar: “¿realmente serviré yo para levantar una obra de teatro? ¿No me estaré pidiendo demasiado?” Porque a lo mejor estoy muy tonto y no lo sé hacer y tengo que darme cuenta de mis limitaciones; en esta vida tienes que aprender a decir no y ocupar tu lugar, pero viene esta obra donde quién te empuja es alguien que te está enseñando. A mí me cambió, porque encontrarme con esta historia cada noche fue un ejercicio espiritual y religioso, porque dejé el alma en cada palabra, que ninguna fue gratuita.

El Libro de Job...

— Sí. El texto llegó por medio de un cuñado que estaba estudiando teología y como estuve en la obra Mi Cristo roto, en la cual fue empresario, le quedó claro que podía hacer temas religiosos. Uno de sus maestros le preguntó por qué no se había tocado a Job en el teatro, si de alguna forma todos conocen algo de este libro del Antiguo Testamento; entonces me mandó el texto y fue como un reto, porque me gusta caminar en terrenos que no han sido transitados, para no ser uno más y hacer una aportación nueva.

La historia es la de todas y todos, tú incluido...

— De todos. Nosotros en algunos momentos de desesperación o de no entender a veces hemos tenido pensamientos no muy buenos, por eso "todos somos Job", porque él está diciendo las cosas que cada quien en su intimidad piensa.

¿Agradeces esta etapa en la que tuviste que hacer un alto y rectificar el camino?

— Sí, porque la profesión a veces te puede vaciar, es tan presuntuosa y superficial, que qué bonito es que tengas cosas que contar y que le puedas dar a un personaje o texto. Muchas veces también es bueno hacer una retirada para preparar la logística de lo que viene y la disfruté mucho; obvio empieza a escasear el dinero, las cosas se vuelven viejitas, pero no pasa nada.

Y fueron seis años de espera...

— Nos llevó mucho porque contado como tal pudo ser un ladrillo muy difícil de llevar, está escrito bajo un sistema de la época en la que todavía no había géneros literarios ni nada, y está a base de discursos, lo que hice fue hacer un texto llevadero, que tuviera mucha fuerza y que gustara al público de hoy. También estaba el conflicto entre el respeto que le tienes que tener al texto y lo que el cuerpo pedía en escena, había una discusión sobre qué es lo correcto, entonces elegir lo correcto fue un tránsito largo.

Todos somos Job es un monólogo, pero participan otros actores en escena (César Évora (Dios), Leticia Perdigón (esposa de Job), Patricio Castillo (Elifaz), Roberto Mares (Elihú), David Ostrosky (Sofar) y Roberto Blandón (Bildad)).

— El duelo acá son las palabras, lo que implican y representan; las preguntas que duelen en el alma de cualquiera y que son dichas aquí, porque muchos hemos hecho esas preguntas a Dios, entonces por eso se me ocurrió grabarlos, aunque todos aparentan estar juntos fueron registrados por separado.

¿Te has preguntado lo que Job? ¿Por qué le pasan cosas malas a la gente buena?

— Claro que sí y no me lo pregunto una vez, creo que lo hago todos los días porque soy bien respondón y bien preguntón sobre el mundo, porque desde niño he sido así, tal vez por mi abuelo que era científico (el meteorólogo Pío Pita Suárez-Cobián), no soy él pero algo me debe haber heredado y parte de mi forma de ser, por eso me gusta ofrecer cosas nuevas y si no resultan ni modo, lo intenté.

A tus casi 63 años, ¿mantienes tu confianza en Dios y la fe?

— Ha habido épocas en que te sientes solo y de repente hay personas que te dicen: ‘¿Te acordaste de pedirle a Dios?’ Y te quedas con la boca abierta, porque a veces lo tienes tan presente que se te olvida, o te das cuenta de que te peleaste con el mundo y te olvidaste de quién te iba a dar la fuerza. Sí ha habido páginas en donde haces preguntas atrevidas y pobre Dios que aguanta todas mis impertinencias.

¿Y cuál ha sido la pregunta más difícil que Miguel Pizarro le ha hecho a Dios?

— ¿Por qué te llevas a los buenos? Te puedo presentar a algunos cuantos que se merecen irse de este juego, que están haciendo mucho daño. Ese es mi pecado y no sé si Dios me lo va a perdonar, el implicarme mucho y ser muy atrevido.

¿Eres religioso?

— Sí lo soy, primero fue por herencia y sigues la inercia que te enseñan tus padres, luego entiendes lo que es esa religión que te dieron, luego decides si quieres seguirla al pie de la letra o a tu forma, pero yo me llevo con muchas religiones no tengo problemas, porque Dios está en muchas partes.

¿Cómo se siente emocionalmente Miguel Pizarro?

— Si quieres que los demás te quieran, primero tienes que quererte tú porque si no qué puedes ofrecer. Este es un trabajo muy honrado en este sentido y me siento con una responsabilidad a cuestas, porque llega un momento muy importante y que seguramente voy a llorar mucho, porque ha sido tanto el tiempo que he tenido que esperar.

¿Qué recuerdos quedan de 20 años, con El Mago de Oz?

— Fue algo de mucho susto, mucho trabajo y muchas equivocaciones, pero se aprende. Era una obra que estaba cargadísima de talento; pero además la hice con mucho amor. Yo no puedo hacer las cosas si no es con pasión, así que, si me invitan a un proyecto es bajo consecuencias de que va a venir Miguelito y su intensidad.

Fuerza Escénica

Pizarro nació en Veracruz en 1960; sigue activo como actor en series y telenovelas.

1986. Participó en el festival Valores juveniles, con su nombre real, Miguel Pita, interpretando la canción "¡Qué mujer!"

1990. Destacó en la telenovela "Cuando llega el amor", junto a Lucero.

Debutó un año antes en "Pasión y poder"

1998. Hizo la puesta en escena "Sorpresas", junto a Sergio Catalán, Rubén Cerca, Patricio Castillo y Sergio Zaldívar.

2003. Produjo y dirigió la obra infantil "Y dónde está el Mago de Oz", que contaba con Manuel "El Loco" Valdés.

2008. Actuó en el montaje "12 hombres en pugna", junto a Ignacio López Tarso y Juan Ferrara, entre otros.