Él tiene un plan para las ciudades que se inundan: dejar de luchar contra el agua

El lugar donde se encuentra el Parque Forestal Benjakitti en Bangkok en 2020. (Cortesía de The Cultural Landscape Foundation vía The New York Times)
El lugar donde se encuentra el Parque Forestal Benjakitti en Bangkok en 2020. (Cortesía de The Cultural Landscape Foundation vía The New York Times)

En la era del cambio climático, las ciudades de todo el mundo se enfrentan a un reto de enormes proporciones: las lluvias torrenciales convierten las calles en ríos, inundan el metro, al igual que barrios residenciales, a menudo con consecuencias mortales.

Kongjian Yu, arquitecto paisajista y profesor de la Universidad de Pekín, está desarrollando una respuesta que podría parecer contraria a la intuición: Dejar entrar el agua.

“No se puede luchar contra el agua”, afirma y agrega: “Hay que adaptarse a ella”.

En lugar de poner más tuberías de desagüe, construir muros de contención y canalizar los ríos entre diques de concreto, que es el planteamiento habitual para gestionar el agua, Yu quiere amortiguar la fuerza destructiva de las crecidas frenándolas y dándoles espacio para extenderse.

Yu denomina a este concepto “ciudad esponja” y dice que es como “hacer taichí con el agua”, una referencia al arte marcial chino en el que la energía y los movimientos del oponente se redirigen, no se resisten.

“Es toda una filosofía, una nueva manera de lidiar con el agua”, afirmó.

El parque Houtan de Shanghái en 2018. (Cortesía de The Cultural Landscape Foundation vía The New York Times)
El parque Houtan de Shanghái en 2018. (Cortesía de The Cultural Landscape Foundation vía The New York Times)

A través de su empresa Turenscape, con sede en Pekín, una de las mayores del mundo en arquitectura paisajística, Yu ha supervisado el desarrollo de cientos de parques acuáticos urbanos en China, donde se canaliza la corriente de las crecidas repentinas para que penetre en el suelo o sea absorbida por humedales artificiales.

Yu relató que su infancia en un pueblo de la provincia de Zhejiang, al final de la Revolución Cultural, le enseñó cómo las generaciones anteriores de la China rural se habían “hecho amigas del agua”. Los agricultores de su región construyeron terrazas, terraplenes y estanques para dirigir y almacenar el exceso de agua durante la temporada de lluvias

Esto contrasta con los paisajes urbanos de la China moderna. Por tradición, las ciudades chinas reservaban zonas capaces de absorber el agua de las inundaciones. Pero este diseño urbano respetuoso con la naturaleza terminó en gran parte con la Revolución Industrial, explicó Yu. En tiempos recientes, se pavimentaron millones de hectáreas para construir ciudades, algunas de las cuales se han levantado casi de la noche a la mañana.

“Llevamos 200 años utilizando la infraestructura de drenaje convencional y no hemos resuelto el problema de las inundaciones”, dijo Yu, quien señaló que la mayor parte de China tiene un clima monzónico con lluvias torrenciales que suponen un peligro cada vez mayor a medida que avanza el cambio climático. Ello se debe a que el aire caliente puede retener más humedad, lo que provoca tormentas más intensas.

Según Yu, en la actualidad, el 65 por ciento de las zonas urbanas de China sufren algún grado de inundación cada año. Además, ahora el país es el mayor productor mundial de gases de efecto invernadero. Estados Unidos es el mayor emisor a lo largo del tiempo.

“Los sistemas de drenaje de hormigón que llegaron aquí desde Occidente no sirven aquí”, afirmó Yu. “Necesitamos una solución nueva”.

El presidente Xi Jinping inauguró de manera oficial el programa de ciudades esponja en 2015, con proyectos piloto en 16 ciudades chinas, y desde entonces se ha ampliado a más de 640 lugares en 250 municipios de todo el país.

El concepto puede apreciarse en el parque Houtan, una franja verde de poco más de un kilómetro y medio de longitud junto al río Huangpu, en Shanghái, que Yu diseñó donde antes había un parque industrial

Las terrazas plantadas con bambú y plantas endémicas están divididas por pasarelas de madera que zigzaguean entre estanques y humedales artificiales. Los humedales filtran el agua, ralentizan el caudal del río y sirven de hábitat a aves acuáticas y peces que desovan.

La meta, al menos sobre el papel, es que para 2030 el 70 por ciento de la lluvia que cae en las ciudades esponja de China durante fenómenos meteorológicos extremos se absorba en el lugar en vez de acumularse en las calles.

La cuestión clave es si se podrán convertir suficientes terrenos.

Edmund Penning-Rowsell, investigador asociado de la Universidad de Oxford especializado en seguridad hídrica, afirma que la escala de los proyectos de ciudades esponja tendría que ser enorme para hacer frente a las inundaciones sin una solución adicional. “Por ejemplo, Nueva York. ¿Cuántos Central Parks se necesitarían para absorber este tipo de problema? Tal vez necesitarías la mitad de Manhattan”, se preguntó.

Zhengzhou, en el noreste de China, a orillas del río Amarillo, fue una de las primeras ciudades que adoptó con entusiasmo el concepto de ciudad esponja e invirtió cientos de millones de dólares en la construcción de proyectos relacionados entre 2016 y 2021. Pero las lluvias torrenciales inundaron gran parte de la ciudad en julio de 2021, lo cual creó escenas de destrucción y causó centenares de muertos, entre ellos al menos 14 en un túnel del metro.

¿Por qué las inundaciones en Zhengzhou fueron tan desastrosas? Yu explicó que parte del dinero destinado a proyectos de áreas de absorción se desvió a otros programas y que el terreno reservado para este fin era insuficiente. Si las superficies permeables o los espacios verdes ocupan entre el 20 y el 40 por ciento de la superficie de una ciudad, dijo, “casi queda resuelto el problema de las inundaciones urbanas”.

Niall Kirkwood, profesor de arquitectura paisajista en Harvard que conoce a Yu desde hace años, reconoció que puede ser difícil, y a veces imposible, reconvertir terrenos en centros urbanos que ya cuentan con una urbanización densa. Sin embargo, el impacto innovador de Yu no se puede calcular.

“Ha creado una idea clara y elegante de mejora de la naturaleza, de asociación con la naturaleza, que todo el mundo (el ciudadano de a pie, el alcalde de una ciudad, un ingeniero, incluso un niño) puede entender”, afirmó Kirkwood.

Y donde no se dispone de grandes extensiones de terreno, los proyectos de ciudades esponja sustituyen el hormigón y el asfalto por pavimento permeable, instalan tejados verdes y crean zanjas llamadas ‘bioswales’ que canalizan la escorrentía de las aguas pluviales y utilizan la vegetación para filtrar los residuos y la contaminación.

John Beardsley, curador del Premio Internacional Oberlander de Arquitectura Paisajista, que se concedió a Yu el año pasado, coincidió con Kirkwood y afirmó que la repercusión de Yu en la política de China, un país más proclive a encarcelar a los activistas medioambientales que a tomarse en serio sus mensajes, ha sido asombrosa.

Beardsley lo atribuye a las ingeniosas habilidades políticas de Yu y a su entusiasmo contagioso, así como al poderoso incentivo del gobierno chino para aparentar que aborda el problema de las inundaciones urbanas, que ha crecido de forma alarmante en los últimos años.

“Kongjian ha sabido ser muy crítico con las políticas medioambientales del gobierno sin dejar de ejercer su profesión ni sus nombramientos académicos”, afirma. “Es a la vez valiente y hábil en este sentido, pues se mueve en un terreno muy difícil”.

“Las ciudades esponja no son una solución total, pero tienen un impacto significativo”, dijo Beardsley. “Tenemos que empezar a hacer algo”.

c.2024 The New York Times Company