“Uno es más que su piel morena”: tiene 23 años y es la primera argentina en ganar una prestigiosa beca para estudiar en Oxford
Cuando tenía 17 años, en una charla sobre física en Buenos Aires el orador le dijo a Nía Robles del Pino que una persona como ella jamás podría entrar a una universidad norteamericana. Pero la realidad terminó desmintiendo ese presagio: ahora, a sus 23, no solo va a culminar su carrera de grado en Estados Unidos, sino que se convirtió en la primera beneficiaria argentina de una de las becas más prestigiosas del mundo para seguir estudiando en la Universidad de Oxford.
“No te parecés a una física”, “No tenés cara de física”, “No tenés la capacidad para hacer esa carrera”, fueron algunos de los comentarios que recibió desde que contó por primera vez que quería dedicarse a esa disciplina y a la matemática.
Fue en el Colegio Nacional de Buenos Aires, donde hizo sus estudios de nivel secundario, cuando descubrió su vocación. “Desde chica, mi mamá siempre me mostró documentales de astronomía, entonces ya me gustaba, pero en mi primera clase de física en el Nacional verdaderamente me inspiré y me di cuenta de que era a lo que me quería dedicar”, dijo en diálogo con LA NACIÓN.
Cuando cursaba cuarto año, Francisco, su padre, hizo hincapié en el buen promedio que tenía y le preguntó si no había pensando en ir a estudiar a Estados Unidos, como había hecho una amiga de ella.
“Por supuesto tuve que buscar las mejores universidades que había, porque eran las únicas que me iban a ofrecer una beca”, explicó. Cuando conoció más sobre Northwestern y su educación interdisciplinaria, le llamó la atención porque podía tomar clases de humanidades y arte, entre otras materias que no eran de su carrera: “Siempre tuve un poco una perspectiva más interdisciplinaria y por eso decidí aplicar a esta universidad. Ellos me aceptaron temprano y me dieron una beca completa”.
Su madre, Maribel, es abogada. Vino a la Argentina desde Perú en los años 90 a estudiar en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y hoy se dedica a la seguridad social. Luego llegó su padre, que falleció cuando Nía cursaba el último año de la secundaria.
Al ser hija de inmigrantes peruanos, afirmó la joven, tuvo que enfrentarse a distintas barreras para lograr su sueño: “Muchas personas tienen una idea del científico que es el hombre blanco con la bata de laboratorio. Y no, en muchos casos no es así”, advirtió.
“Yo tengo rasgos bastante distintivos, de ascendencia indígena, por mi familia. En varias oportunidades me han visto y me han preguntado si iba a estudiar sociología o alguna carrera social. Me juzgan por mi apariencia y muchas personas se sorprenden cuando les digo lo que estudio”, describió. Y añadió: “Mucha gente en el mundo pasa por esta experiencia, pero hay que tratar de sobresalir y encontrar una manera de demostrar que uno es más que su piel morena y cabello oscuro”.
Para postularse a la Universidad Northwestern, tuvo que entregar todos sus documentos financieros. Los puestos para los estudiantes internacionales que necesitan ayuda financiera son pocos. “Decidí aplicar temprano porque te da un poco más de posibilidad a entrar. Igualmente sigue siendo alto el nivel de competencia que hay”, contó.
En 2018, cuando egresó de la secundaria, se mudó a Estados Unidos a la ciudad de Evanston, a pocos kilómetros de Chicago. Allí cursa actualmente el último tramo de sus estudios de física y matemática en la Weinberg College of Arts and Sciences, donde en junio recibirá su título de grado.
Luego, Nía continuará sus estudios de posgrado en esa institución de Reino Unido, tras haber obtener recientemente la Beca Global Rhodes-Universidad de Oxford. No solo pertenece al programa de becas más antiguo del mundo, sino también es uno de los más prestigiosos y tiene una particularidad: está destinado a estudiantes de los pocos países que integran la jurisdicción del programa Rhodes. Para el resto del mundo, solo se otorgan dos becas “Global” por año.
“Matemática, en twistor theory y scattering amplitudes, es lo que voy a estudiar en Oxford. Ho hay una buena traducción”, dijo, entre risas. Y detalló: “Básicamente, la gravedad, que rige cosas generalmente en escalas de planetas, galaxias, no es muy compatible con la mecánica cuántica, que rige lo microscópico. Entonces, como en el comienzo del universo todo estaba compuesto de una singularidad, necesitamos una gravedad cuántica para entender qué pasaba en ese momento. En Oxford voy a trabajar con una teoría llamada twistor theory que podría resolver ese problema”.
Inspirar a las minorías
Nía es la primera argentina en obtener esta distinción académica. La beca está dirigida a jóvenes sobresalientes que están motivados por participar en desafíos globales, comprometidos con el servicio a los demás y que prometen convertirse en líderes con principios y valores para el futuro del mundo.
En el primer año de su carrera, ella se destacó por su investigación sobre el Chicago indígena. Actualmente se encuentra trabajando en otra sobre física de partículas y gravedad cuántica. El año que viene, realizará una tesis de honor sobre teorías de la supergravedad.
Nía lucha por la diversidad y la equidad en los campos de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y la matemática (STEM, por sus siglas en inglés) y por una mayor representación de los científicos latinoamericanos, especialmente los de herencia indígena.
Además, trabajó junto a WIP (anteriormente conocida como We’re In Physics), una organización estudiantil que busca aumentar la participación de mujeres y estudiantes no binarios en el campo de la física.
También fue voluntaria del Club de Chicas Programadoras, una organización sin fines de lucro que conecta a estudiantes no binarios y mujeres con mentores para aprender lenguajes de programación de computadoras.
En esta línea, la joven sostuvo: “Como cualquier científica, deseo convertirme en investigadora, pero también quiero ser profesora para seguir eliminando los prejuicios de las aulas. También me gustaría aumentar el acceso a la educación STEM para las personas racializadas [sic], especialmente para las no binarias y las mujeres latinoamericanas”.
“Siempre me fue bien en el secundario, en la universidad. Hice un montón de investigaciones en temas complicados, sobre todo para gente de mi edad, pero aún así hubo momentos en los que pensé que no era suficiente o que no me merecía estar donde estoy. Tuve el síndrome del impostor”, reveló.
Además del apoyo incondicional de su familia, la estudiante tuvo una mentora que la ayudó desde el inicio de su carrera. “En Northwestern, una persona que me ayudó un montón fue una de mis profesoras, Gayle Ratliff. Ella es una mujer afro que logró un montón de cosas. Es astrofísica y estudió en el Instituto Tecnológico de Massachusetts. Es una profesora que verdaderamente estuvo conmigo desde mi primer año hasta ahora, siempre aconsejándome y en los momentos más complicados”, agradeció.