El peyote, sagrado para indígenas norteamericanos, se ve amenazado por renacimiento psicodélico

Una planta de peyote en la Reserva Indígena del Peyote en Hebbronville, Texas, el 24 de marzo del 2024. (AP foto/Jessie Wardarski)

HEBBRONVILLE, Texas, EE.UU. (AP) — En este rincón del sur de Texas, los cactus rollizos parecen surgir del polvo árido y la tierra agrietada, como bocadillos mágicos.

Únicamente aquí y en el norte de México la planta de peyote de color verde azulado crece de forma natural, enclavada bajo mezquites espinosos, acacias y “blackbrush” (matorral negro).

Para muchos miembros del movimiento religioso Native American Church (Iglesia Indígena Estadounidense, también llamado Religión del Peyote), quienes llaman a esta región los “jardines de peyote”, la planta es sacrosanta y una parte inextricable de su oración y sus ceremonias. Se cree que es un cactus sanador natural con el que las comunidades indígenas han contado para su salud física y mental cuando han lidiado con el trauma de la colonización, el desplazamiento y la erosión de la cultura, la religión y el idioma.

Falta de acceso para uso religioso

PUBLICIDAD

El cactus contiene un espectro de alcaloides psicoactivos. El principal de ellos es la mescalina, un alucinógeno codiciado por sus propiedades psicodélicas. Aunque es una sustancia controlada por la ley federal, una exención otorgada por una enmienda de 1994 a la American Indian Religious Freedom Act (Ley de Libertad Religiosa de los Indígenas Estadounidenses) legalizó que los pueblos originarios usaran, poseyeran y transportaran peyote para fines religiosos tradicionales.

Durante más de dos décadas, los indígenas estadounidense practicantes del peyotismo —como también se conoce a la Iglesia Indígena Estadounidense—, cuyo número en Estados Unidos se estima en 400.000, han dado la voz de alarma sobre la falta de acceso al peyote, al que llaman reverentemente “la medicina”. Dicen que la recolección furtiva y la cosecha excesiva de este cactus de crecimiento lento —florece y madura en un período de entre 10 y 30 años— han puesto en peligro a la especie y arruinado su delicado hábitat.

Los miembros de la Iglesia Indígena Estadounidense (NAC, por sus siglas en inglés) reportan que la situación ha empeorado tras las demandas de los defensores del renacimiento psicodélico que buscan despenalizar el peyote y hacerlo más accesible para la investigación médica y el tratamiento de varias enfermedades. La agricultura, los desarrollos inmobiliarios, los parques eólicos en la región y el muro fronterizo también dañan su hábitat, dicen los expertos.

Una gran mayoría de los amantes del peyote están de acuerdo en que la planta debe ser protegida y quedar fuera del alcance de los investigadores médicos, los inversores de Silicon Valley y otros grupos que abogan por la despenalización del peyote. Pero dentro de la Iglesia Indígena Estadounidense hay opiniones diversas sobre cómo lograr ese objetivo.

Mientras que al menos un grupo encabezado por líderes de la NAC ha iniciado esfuerzos para conservar y propagar el peyote de manera natural en su hábitat mediante dólares filantrópicos, otros en la Iglesia sospechan de las intenciones de los inversores y dicen que temen la explotación y preferirían obtener fondos del gobierno de Estados Unidos para proteger al cactus.

PUBLICIDAD

El peyote encarna el espíritu del Creador

Darrell Red Cloud, quien es lakota de la Nación Oglala, recuerda usar peyote a los 4 años y cantar canciones rituales en ceremonias de peyote con su familia que duraban toda la noche. El peyote siempre ha servido para forjar una conexión con el Creador, dijo Red Cloud, quien es vicepresidente de la Native American Church of North America (Iglesia Indígena Estadounidense de Norteamérica, o NACNA, por sus siglas en inglés), una filial que incluye a grupos de México y Canadá, cuenta con más de 300.000 miembros y es la organización religiosa intertribal más grande del continente.

“Nuestra gente no era religiosa; éramos gente de oración”.

Frank Dayish, exvicepresidente de la Nación Navajo y presidente del Council of the Peyote Way of Life Coalition (Consejo de la Coalición del Estilo de Vida del Peyote), comparó el peyote con la eucaristía en el catolicismo.

“El peyote es mi religión”, dijo. “Todo en mi vida se ha basado en oraciones a través de ese sacramento”.

PUBLICIDAD

Adrian Primeaux, quien es sioux Yankton y apache, dice que al crecer escuchó la historia de una mujer apache desnutrida y deshidratada que se quedó atrás de su grupo durante una reubicación forzada por parte del gobierno de Estados Unidos en la década de 1830.

“Estaba a punto de renunciar a la vida mientras yacía cerca de la Tierra cuando escuchó que una planta le hablaba”, refirió Primeaux. “El peyote le decía: ‘Cómeme y estarás bien’”.

Ella llevó esta planta a los curanderos y sabios apaches, quienes meditaban y rezaban con ella, agregó Primeaux. Él cree que la NAC y lo que se convertiría en el Peyote Way of Life (Estilo de Vida del Peyote) se dieron a conocer durante esa búsqueda espiritual.

El peyote no es solo una planta medicinal: Es “una guía espiritual y una estrella del norte”, dijo Primeaux, quien proviene de cinco generaciones de gente del peyote. La planta ha sido una luz guía en medio de su historia traumática.

“Nos dio esperanza y nos ayudó a procesar nuestros pensamientos, emociones y propósito de vida”, añadió.

PUBLICIDAD

Una iniciativa para conservar y proteger el peyote

En octubre de 2017, el National Council of Native American Churches (Consejo Nacional de Iglesias Indígenas Estadounidenses) compró 245 hectáreas (605 acres) en Hebbronville, Texas, para establecer una reserva de peyote y un “sitio espiritual” que ahora es administrado por la Indigenous Peyote Conservation Initiative (Iniciativa Indígena de Conservación del Peyote o IPCI, por sus siglas en inglés).

Steven Benally, un navajo mayor de Sweetwater, Arizona, y miembro de la junta directiva de la IPCI, rememora sus peregrinaciones anuales a los jardines de peyote con su familia. Recuerda haber perdido el acceso a los jardines después de que el sistema “peyotero” tomara el control, donde los peyoteros con licencia del gobierno recolectaban por miles la parte superior de la planta en forma de botón y las vendían a los miembros de la NAC.

Esto significó que los indígenas estadounidenses no podían ir libremente a ranchos de propiedad privada y recolectar peyote con oraciones como lo habían hecho durante generaciones. Perdieron su conexión sagrada con la tierra, expuso Benally.

No fue hasta que él abrió la puerta de su extenso rancho, llamado cariñosamente “el 605”, que Benally se sintió conectado una vez más. Estaba tan abrumado por la emoción que colocó un cartel en la entrada con las palabras: “Esto es real”.

“Sentí que finalmente estábamos viviendo lo que acabábamos de soñar, orar y hablar”, dijo.

Uno de los lugares favoritos de Benally en la propiedad es una banca en lo alto de una colina —un rincón tranquilo donde los visitantes han colocado notas de oración, rocas pintadas y otras ofrendas a un grupo cercano de peyotes que brotaron de manera natural—. Benally se sienta en la banca e inhala la suave brisa y disfruta de la quietud.

“Nuestra creencia es que estas plantas, estos animales, estas aves son sencillamente como nosotros”, explicó. “Pueden oír, pueden entender. Tienen sus poderes, tienen su lugar, un propósito y una razón —igual que nosotros—”.

La reserva de peyote es un sitio de conservación donde la planta no sólo no se cosecha, sino que se propaga y se replanta de forma natural en su hábitat sin sustancias químicas, apuntó Miriam Volat, directora ejecutiva de la organización sin fines de lucro que la supervisa. Los indígenas estadounidenses que muestran sus tarjetas de identificación tribal pueden acampar en la reserva y cosechar con oración en los ranchos amigables circundantes, agregó.

El objetivo es restaurar el peyote y su hábitat para hacerlo abundante en la región en los próximos 50 años.

El peyote que se cultiva en su vivero está bajo la atenta mirada de la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés), informó. Con licencia para operar, la organización sin fines de lucro intenta equilibrar la hospitalidad con el cumplimiento del requisito de la agencia de resguardar los cactus con puertas cerradas y monitoreo con cámaras.

El debate sobre la conservación del peyote

Quienes intentan proteger al peyote no están de acuerdo sobre si se debe cultivar fuera de su hábitat natural. Si bien los científicos y los conservacionistas dicen que eso es esencial para la protección de la especie, muchos miembros de la Iglesia Indígena Estadounidense sostienen que hacerlo diluiría su naturaleza sagrada.

Keeper Trout, científico investigador y cofundador del Instituto de Conservación del Cactus, con sede en Texas, recuerda cuán abundantemente crecía el peyote en la región durante la década de 1970. Hoy casi ha desaparecido.

“Era como caminar sobre almohadas”, contó.

Trout empatiza con quienes se oponen por motivos religiosos, pero cree que las personas deberían poder cultivar y cosechar en cualquier lugar. Con un poco de ayuda, Trout confía en que la planta resiliente pueda sobrevivir.

Pero muchos miembros de la Iglesia Indígena Estadounidense dicen que el lugar donde crece la planta importa.

Los protocolos ceremoniales fueron otorgados por la gracia del Creador y preservados a través de narraciones, dijo Hershel Clark, secretario de la subdivisión Teesto de la corporación Azee’ Bee Nahághá of Diné Nation (Azee’ Bee Nahághá de la Nación Diné), en Arizona, que trabaja para proteger el peyote de la despenalización estatal.

“Por eso no apoyamos los invernaderos, el cultivo fuera de su hábitat natural ni su síntesis para hacer pastillas”, agregó Clark.

Red Cloud teme que esos cambios dañen su carácter sagrado.

“Entonces, simplemente se convierte en una droga de la que depende la gente en lugar de una medicina espiritual”, expuso.

La financiación de los esfuerzos de preservación y conservación del peyote también ha sido un desafío.

La NACNA pide al gobierno de Estados Unidos que cumpla con su obligación de proteger y preservar el peyote en su hábitat natural en el sur de Texas, lo cual incluye incentivos financieros para los propietarios de tierras, añadió Red Cloud. Su organización ha solicitado una subvención federal de 5 millones de dólares para poner en marcha un programa de este tipo.

La IPCI comenzó con capital inicial de la Riverstyx Foundation (Fundación Riverstyx), dirigida por Cody Swift, un psicoterapeuta y destacado partidario de la investigación sobre terapias psicodélicas. La organización aún busca dólares filantrópicos para llevar adelante el esfuerzo de conservación, y no se opone a recibir financiación del gobierno de Estados Unidos, refirió Volat.

“Pero no estamos en espera de eso”, añadió.

Hay sospechas y escepticismo sobre las intenciones de Swift y otros inversores en algunos sectores de la NAC, manifestó Clark. Swift ha dicho en entrevistas que el objetivo de la IPCI es preservar el peyote en su hábitat natural bajo el liderazgo y la guía de los pueblos indígenas estadounidenses del peyote, una postura que también afirma Volat, codirector en la fundación.

La demanda de peyote supera la oferta

No hay duda de que hacer accesible el peyote a un mercado más amplio creará una crisis de suministro y aumentará el acceso para quienes tienen los recursos financieros, dijo Kevin Feeney, profesor sénior de ciencias sociales de la Universidad Central Washington, en Ellensburg, Washington, quien ha estudiado la mercantilización del peyote.

Los pueblos indígenas tendrían dificultades para acceder a su planta sagrada mientras ven a otros usarla de una manera que ellos consideran profana, expuso.

El suministro de peyote aún es limitado para la Iglesia Indígena Estadounidense. Hoy, en el sur de Texas, solo tres peyoteros con licencia tienen permitido cosechar legalmente la planta para venderla a los miembros de la Iglesia. Zulema “Julie” Morales, con sede en Río Grande City, es una de ellos. Heredó el negocio de su padre, Mauro Morales, quien murió hace dos años.

Ella ha estado en los campos desde que tenía 10 años. Ahora, a los 60, dice que el hábitat del peyote disminuye no por los peyoteros que cosechan legal y éticamente, sino por la recolecta furtiva ilegal. Recuerda que su padre recogía suficiente peyote para llenar una docena de bandejas grandes, mientras que ella apenas puede llenar una.

Aunque es mexicoestadounidense y católica, Morales, quien cobra 55 centavos por botón, considera un privilegio proporcionar peyote para fines ceremoniales. Su padre, a quien los clientes llamaban “abuelo”, organizaba ceremonias para los indígenas todos los años y ella ha sido una observadora atenta.

“Como mexicoestadounidenses, valoramos nuestras tradiciones”, manifestó. “Esta es su tradición y es hermoso para nosotros ser una parte de ella a nuestra manera”.

Enseñar a las generaciones futuras

En la IPCI, uno de los principales objetivos es enseñar a las generaciones futuras el valor de volver a las formas espirituales y curativas de sus antepasados, dijo Sandor Iron Rope, un líder espiritual lakota de la Nación Oglala y presidente de la NAC de Dakota del Sur. Al menos 200 personas se reunieron en las instalaciones de la IPCI durante la semana de Acción de Gracias para aprender sobre el peyote a través de paneles, debates, ceremonias y oraciones.

“Hemos dejado nuestros mocasines y nuestras huellas en este lugar”, manifestó Iron Rope. “La esperanza es que estos niños —la próxima generación— vean el valor terapéutico de deshacerse de sus teléfonos y aprender sobre lo que está justo frente a ellos”.

Iron Rope dice que es así como cumple con su responsabilidad hacia las generaciones futuras.

“Puedes rezar todo lo que quieras, pero tendrás que encontrarte con el Creador en algún punto intermedio”, dijo. “Tendrás que poner esa oración en acción. Y yo veo esto como una oración en acción”.

___

La cobertura religiosa de The Associated Press recibe apoyo a través de la colaboración de la AP con The Conversation US, con financiamiento de Lilly Endowment Inc. La AP es la única responsable de este contenido