A Pedro Sánchez no le quedan más vidas y sus socios se aprovechan

Gabriel Rufián entrega un libro a Pedro Sánchez durante un pleno en el Congreso de los Diputados. (Photo credit should read OSCAR DEL POZO/AFP via Getty Images)
Gabriel Rufián entrega un libro a Pedro Sánchez durante un pleno en el Congreso de los Diputados. (Photo credit should read OSCAR DEL POZO/AFP via Getty Images)

Estamos a 20 de octubre de 2022 y el gobierno Frankenstein sigue en pie. Las apocalípticas predicciones que el centro derecha, la derecha y la extrema derecha hicieron del Ejecutivo de coalición no se han cumplido.

Ni siquiera el enrevesado proceso de negociación que el PSOE tiene que emprender con sus socios de investidura para pactar todas y cada una de sus reformas legislativas ha podido hasta la fecha con Pedro Sánchez. Quien, con igual suerte que tino, ha logrado presentar y aprobar todos sus presupuestos generales a tiempo, sacar adelante la reforma laboral o para la convalidación del decreto ley de gestión de los fondos europeos.

“La flor en el culo”, como lo denominan en la oposición, ha permitido a Sánchez llegar con vida a estas alturas de la legislatura. E, incluso, divisa a lo lejos el último, y cuarto, año gracias a la ingeniería financiera que le ha permitido dibujar sobre el papel los presupuestos generales del Estado más sociales de la historia y a los que difícilmente ninguno de sus socios puede decir que no sin que en sus respectivas comunidades les pasen factura. Pero a Sánchez aún le quedan un par de escollos que sortear. Y el problema es que no le quedan tantas vidas porque ha gastado unas cuantas en su periplo presidencial.

¿Pero los presupuestos no vienen a auxiliar a las comunidades? En buena medida sí. Aunque no todo tiene que ver con el reparto de ayudas al transporte, pensiones o infraestructuras, entre otros. De hecho, los apoyos a los presupuestos a veces dependen de factores ajenos. Y ahí es donde Unidas Podemos y ERC, por separado, piensan ponérselo difícil para sacar tajada.

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De un lado, la renovación del CGPJ parece encarrilada. Incluso se habla de que el acuerdo se conocerá más pronto que tarde. Y a Sánchez le interesa. Porque la misma Europa que él aspira a presidir en la presidencia rotatoria del segundo semestre de 2023 se lo lleva exigiendo varios meses. Hasta ahora sin armar mucho revuelo, pero en breve la presión será máxima para que el presidente rotatorio de la UE dé ejemplo en su país con las directrices de la unión.

Y ahí entra Podemos. Que, aunque no está en las negociaciones -ha delegado su papel en el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños-, se ha saltado las llamadas a la prudencia para poco menos que exigir que, de los dos vocales que cree que le corresponden, uno sea Victoria Rosell. Por un lado, habla de nombres cuando PP y PSOE se habían conjurado para no hacerlo. Y por otro, habla de la actual delegada del Gobierno contra la Violencia de Género cuando la premisa inicial es “despolitizar” los nombramientos.

El PP ya ha dejado caer que en ambos casos se están desairando los términos de la negociación. Así que, o el PSOE cede a Podemos y no se renueva el CGPJ, o cede al PP y le tiene que ofrecer algo igual o más valioso para la formación morada. No va a ser tarea fácil.

Pero ojo que ERC también viene con las rebajas. Y para dar su voto favorable a la aprobación de los Presupuestos no ha pedido ni más inversión ni nuevas infraestructuras para Cataluña, sino la reforma del delito de sedición. Y, de nuevo, si lo acepta y Sánchez se echa a toda la derecha en su contra cuando el tema catalán ya parece estar superado, o se mantiene firme y, a cambio, plantea algo que contente a ERC.

En definitiva, Sánchez está rozando con los dedos el cumplimiento íntegro de la legislatura. Pero aún tiene que cruzar un puente colgante sin precipitarse por el desfiladero. Y no le quedan muchas más vidas extra.

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