El Paso, durante mucho tiempo un refugio para inmigrantes, es puesto a prueba por un aumento en las llegadas

Migrantes se agolpan en torno a un mostrador en un refugio gestionado por Opportunity Center for the Homeless, una organización que ha estado acogiendo a migrantes liberados por las autoridades de inmigración, en el centro de El Paso, Texas, el martes 13 de diciembre de 2022. (Paul Ratje/The New York Times)
Migrantes se agolpan en torno a un mostrador en un refugio gestionado por Opportunity Center for the Homeless, una organización que ha estado acogiendo a migrantes liberados por las autoridades de inmigración, en el centro de El Paso, Texas, el martes 13 de diciembre de 2022. (Paul Ratje/The New York Times)

EL PASO, Texas — Desde dar refugio durante la Revolución Mexicana hasta acoger a solicitantes de asilo durante el gobierno de Trump, El Paso, Texas, le ha dado la bienvenida a los migrantes que llegan a Estados Unidos.

Pero a medida que las llegadas de migrantes aumentaron este mes, llegando a ser tan abrumadoras que algunos de quienes cruzan la frontera están durmiendo en las calles del centro mientras las temperaturas descienden por debajo del punto de congelación, la histórica hospitalidad de El Paso quizá se está agotando finalmente.

“Te sientes mal, porque son buenas personas que huyen de países problemáticos”, comentó José Cruz, de 75 años, él también un inmigrante que llegó a El Paso desde México en 1998. De pie frente al puente internacional del centro de la ciudad, Cruz movió la cabeza en señal de incredulidad. “Pero esta ciudad, este país, no puede absorber a todos”.

Para muchos como Cruz, la crisis está despertando emociones encontradas, un reflejo de cómo las presiones de recibir a tantas personas a la vez están poniendo a prueba a una ciudad descrita algunas veces como la Ellis Island del suroeste.

Según la Patrulla Fronteriza, durante el fin de semana pasado llegaron a El Paso un promedio de 2460 inmigrantes al día, lo que la convierte en el punto de llegada de inmigrantes no autorizados más concurrido de toda la frontera sur.

La cifra podría aumentar aún más la próxima semana si el gobierno federal levanta una orden de salud pública que le ha permitido expulsar a un gran número de migrantes a quienes, de no ser por eso, se les habría permitido solicitar asilo en Estados Unidos. Si eso pasara, el total de llegadas a través de la frontera sur podría alcanzar las 12.000 diarias, frente a una media reciente de unas 8000, según funcionarios del gobierno.

Alejandro Mayorkas, secretario de Seguridad Nacional, se reunió el martes en El Paso con responsables de la Patrulla Fronteriza y funcionarios locales ante el aumento de llegadas.

El taxista Edgar Monzón, originario de Guatemala, junto a su camioneta en El Paso, Texas, el martes 13 de diciembre de 2022. (Paul Ratje/The New York Times)
El taxista Edgar Monzón, originario de Guatemala, junto a su camioneta en El Paso, Texas, el martes 13 de diciembre de 2022. (Paul Ratje/The New York Times)

“Es una imagen extraordinariamente poderosa de por qué necesitamos que se reforme nuestro sistema migratorio a través de la legislación”, afirmó Mayorkas en una entrevista con reporteros locales. “Nuestro sistema de asilo está averiado. Nuestro sistema migratorio en general es inservible”.

Dijo que el gobierno estaba considerando una ampliación del programa que actualmente permite a los ucranianos y venezolanos “precalificar” para la tramitación de asilo y entrar a Estados Unidos por vía aérea, en lugar de emprender un peligroso viaje a través de la frontera con la ayuda de contrabandistas.

En las calles de El Paso, la escalada en inmigrantes es evidente en todas partes. Varios grupos de migrantes estaban de pie ante un refugio que ya no tenía espacio. Por la noche, muchos de los llegados se juntaban en las aceras y callejones bajo mantas y abrigos, tratando de mantenerse calientes. Algunos han estado vagando por la ciudad al parecer sin ningún lugar adonde ir.

Con pocas opciones en la localidad, es posible que la ciudad tenga que reanudar el transporte de inmigrantes en autobús a otras ciudades del país, dijo Laura Cruz-Acosta, portavoz de El Paso donde los inmigrantes ya representan alrededor de una cuarta parte de la población.

Cuando se trata de hacer frente al aumento de las llegadas de inmigrantes, las autoridades de El Paso, un bastión demócrata desde hace mucho tiempo, han adoptado una estrategia diferente al de otras partes de Texas a lo largo de la frontera.

El condado de El Paso no se encuentra entre las decenas de condados de Texas que firmaron la declaración del gobernador Greg Abbott de que existía un desastre humanitario a lo largo de la frontera, evitando usar una estrategia en la que se ejerza la fuerza de la ley, un método que el estado ha favorecido.

La frontera de El Paso cuenta con toda la infraestructura federal que hay en otras zonas, pero no cuenta con el mismo despliegue de agentes de la policía estatal y miembros de la Guardia Nacional a lo largo de esta que se enviaron como parte de la misión fronteriza de Abbott, conocida como Operación Estrella Solitaria.

La ciudad no ha tomado parte en el programa estatal de detención de inmigrantes por allanamiento en ranchos privados, como hacen otros condados de Texas, y no participó en el programa estatal de transporte en autobús.

En lugar de eso, los líderes demócratas de El Paso crearon su propio programa de enviar a inmigrantes a otras ciudades, el cual quizá vuelvan a emprender pronto. El Paso envió casi el mismo número de inmigrantes —unos 14.000— a ciudades al norte y este de Texas como lo hizo Abbott con su programa estatal entre agosto y octubre.

En contraste, más hacia el este de la frontera, la ciudad de Eagle Pass en el condado de Maverick —también una parte del estado gobernada por demócratas— ha estado más dispuesta a participar de las iniciativas de Abbott.

Los funcionarios de esa zona, predominantemente demócratas, se han quejado de la presión que supone prestar servicios a los inmigrantes y han acogido con satisfacción el apoyo financiero que el programa de Abbott ofrece a las fuerzas del orden.

A pesar de tales contrastes, Annunciation House, una organización sin fines de lucro de El Paso que proporciona refugio a los inmigrantes, comenzó a enviar autobuses cargados esta semana a lugares como Kansas City, Misuri, y Omaha, Nebraska.

Rubén García, director de la organización, dijo que veía la necesidad de enviar migrantes a otras ciudades a través de una lente humanitaria.

“Los paseños no quieren que haya gente en la calle principalmente y sobre todo porque son seres humanos”, explicó Garcia. “Tal vez haya otras ciudades en las que la gente no quiera refugiados en la calle porque arruinan el paisaje”.

De cualquier manera, Garcia se quejó de lo poco preparado que estaba El Paso para esta crisis en comparación con influjos previos. Hay menos voluntarios en los refugios, por lo que la capacidad de la ciudad para recibirlos ha disminuido pese a que la necesidad de sus servicios creció, dijo.

“En general los voluntarios eran personas mayores jubiladas, quienes fueron los más afectados por la pandemia”, expresó Garcia. “El número de iglesias locales dispuestas a recibir a refugiados ha disminuido considerablemente”.

En los últimos días, la Patrulla Fronteriza liberó a un número de inmigrantes superior al normal, la mayoría de ellos procedentes de Nicaragua, Venezuela y Cuba, y este influjo de personas es el tema de conversación en El Paso. Esta situación es especialmente ineludible en las tiendas del centro de la ciudad que atienden a los nuevos inmigrantes vendiendo de todo, desde ropa estilo chicano hasta juguetes con descuento.

Edgar Monzón, residente de El Paso desde hace tres años y contando, dice que reconoce un poco de sí mismo en los inmigrantes que dan sus primeros pasos en Estados Unidos tras el calvario que vivieron.

Hace unos 17 años, él también cruzó sin autorización y se dirigió a California antes de trasladarse a El Paso para estar más cerca de sus padres. Ahora se gana la vida como taxista, a veces recogiendo a inmigrantes que vinieron de Guatemala, como él.

“¿Qué les digo? Nada. Buena suerte”, relató Monzón, de 33 años. “Sé por lo que están pasando porque yo alguna vez fui uno de ellos. Supongo que el gobierno sabe qué es lo que hace porque los están dejando pasar”.

Pero para algunos propietarios de negocios, entre ellos Sunny Butler, dueña de Sunny’s Accessories en el centro de El Paso, el flujo constante de inmigrantes ha avivado las preocupaciones.

Es difícil admitir tales sentimientos, dijo Butler, porque “son personas, y sentimos por ellos, y muchos son mujeres con niños”. Se preguntó en voz alta si El Paso necesitaba reconsiderar su estrategia.

“Sí me pongo nerviosa. Una parte de mí dice: ‘Quiero ayudar’, pero la otra dice: ‘Estoy nerviosa’”, confesó Butler. “Hay demasiada gente cruzando ahora mismo. Nunca había visto tantos inmigrantes aquí”.

© 2022 The New York Times Company