Qué pasó en la COP28, por qué sí debe importarnos y qué sigue para México

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Después de dos intensas semanas de negociaciones y deliberaciones entre más de 200 países que forman parte de la Conferencia Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC por sus siglas en inglés), la COP 28 de Dubái cerró con diversos resultados que -aunque perfectibles y no vinculantes- delinearán la discusión y serán la referencia en el mundo y en nuestros países para medir el avance de la acción climática en los siguientes años.

Resultados que -en última instancia- buscan el cumplimiento de los objetivos del Acuerdo de París, que se mantiene en el centro de la política internacional climática: atender las causas del fenómeno y evitar un incremento de temperatura promedio global mayor a 1.5°C, adaptarnos y fortalecer la resiliencia para mitigar las consecuencias del cambio climático, y contar con los recursos financieros para los dos objetivos previos.

No es menor que todos los esfuerzos globales, regionales, nacionales y locales persigan estos tres grandes objetivos para atender la emergencia climática. Emergencia que vivimos de forma muy intensa en 2023 por las ondas de calor y su impacto en la salud, economía, disponibilidad de agua y agricultura, o por el huracán Otis y los diversos impactos meteorológicos extremos, entre otras manifestaciones del calentamiento global que vivimos en carne propia todas las personas, pero que nos impactan de forma diferenciada por nuestro grado de exposición al riesgo y grado de vulnerabilidad.

Frente a la emergencia climática, ¿qué significan entonces algunos de estos resultados de la COP 28 para la agenda climática de nuestro país?

Una de las principales agendas es lo que el secretario de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC por sus siglas en inglés), Simon Stiell, ha llamado “el principio del fin de los combustibles fósiles” en referencia al texto aprobado del Balance Global, un instrumento de la propia Convención. El Balance Global es relevante porque es el instrumento cuyo análisis de la situación actual para del cumplimiento del Acuerdo de París alimentará el nuevo ciclo de compromisos climáticos de cara a la COP30 de Brasil con recomendaciones específicas.

Lo relevante de la COP28 es que el Balance Global incorporó recomendaciones específicas en materia de energía, exponiendo de forma franca el problema de la incompatibilidad del modelo actual de producción y consumo de fuentes fósiles, con lo requerido para atender la emergencia climática.

En su capítulo II de esfuerzos colectivos, en el componente A de mitigación, señala que (el Balance) “reconoce la necesidad de reducciones profundas, rápidas y sostenidas de las emisiones de gases de efecto invernadero consistentes con la trayectoria de 1.5 °C” y pide a las Partes que contribuyan a los siguientes esfuerzos mundiales, de manera determinada a nivel nacional, teniendo en cuenta el Acuerdo de París y sus diferentes circunstancias, trayectorias y enfoques nacionales: a) triplicar la capacidad mundial de energía renovable y duplicar la tasa media anual mundial de mejora de la eficiencia energética para 2030; b) acelerar los esfuerzos hacia la eliminación progresiva de la energía de carbón sin captura de carbono; c) acelerar los esfuerzos a nivel mundial hacia sistemas energéticos de emisión neta cero, utilizando combustibles de baja o nula emisión de carbono mucho antes o alrededor de mediados de siglo; d) abandonar los combustibles fósiles en los sistemas energéticos, de manera justa, ordenada y equitativa, acelerando la acción en esta década crítica, a fin de alcanzar el objetivo de cero emisiones netas para 2050 de acuerdo con la ciencia, entre otros.

Resulta evidente la incapacidad del proceso de la COP 28 de reconocer que para atender adecuadamente la crisis climática es indispensable, entre otras grandes medidas, la eliminación del uso de todos los combustibles fósiles lo antes posible. Es evidente que el cabildero de los intereses petroleros estuvo presente e impidió un lenguaje y metas más claras y contundentes. Sin embargo, si se ve el “vaso medio lleno” la contradicción del modelo climático y aquel basado en combustibles fósiles quedaron expuestas. También, el texto aprobado por los países Parte ya entrega responsabilidades a nivel nacional que hay que atender de forma inmediata.

La utilización de combustibles fósiles para generar electricidad y para la transportación son la primera causa del calentamiento global en México y el mundo, por lo que reconocer que debemos limitarlos y dejar de usarlos cuanto antes constituye un posicionamiento elemental de congruencia entre el decir y el hacer por parte de los países. Abandonar los combustibles fósiles se requiere, en lo inmediato parar la proliferación (aumento) de su uso en la matriz energética.

En los primeros días de la conferencia se dieron algunos anuncios que siguen este principio de congruencia, consistente con el texto final del Balance Global. El más notable es el compromiso que adoptaron más de 130 países -incluyendo México- de triplicar las energías renovables y duplicar la eficiencia energética al 2030 en comparación con los niveles del 2022.

De acuerdo con análisis de ICM relacionados con nuestras metas de mitigación al 2030, México tendría que cuadruplicar la capacidad instalada de energías renovables como parte de las medidas para el cumplimiento de su nueva Comunicación Nacionalmente Determinada (NDC). Tan sólo de energía eólica, solar de gran escala y solar distribuida, debemos escalar de alrededor de 14.4 GW de capacidad instalada en 2021 hasta llevarla hasta 57.6 GW.

Para cumplir con lo ofrecido al mundo en nuestra NDC, México debería empezar a implementar de inmediato las medidas de mitigación que conllevan los mayores beneficios socio-ambientales, entre las que se encuentran el escalamiento acelerado de las energías renovables arriba señalado así como ampliar y fortalecer de forma significativa la red eléctrica.

De acuerdo con otro estudio reciente publicado por ICM, Emisiones Netas Cero desde la Sociedad Civil 2060 (ICM, 2023), para cumplir con la ruta más ambiciosa hacia un nivel de cero emisiones, deben cumplirse con una serie de hitos fundamentales en tiempos bien acotados. Por ejemplo:

  • apartir de 2027 ya no se deberán instalar en México nuevas plantas de generación eléctrica fósil;

  • se deberá eliminar por completo el uso del carbón a más tardar en 2030, pero garantizando una transición donde las poblaciones involucradas mejoren su calidad de vida y de empleo.

  • se deberá sacar progresivamente de la matriz eléctrica el carbón al 2030, con procesos participativos y de inclusión social de las comunidades;

  • eliminar por completo el uso del combustóleo a más tardar en el 2035;

  • expandir y fortalecer la red eléctrica con urgencia (con financiamiento público-privado).

Las candidatas a la presidencia de la república -quienes conocen a profundidad esta agenda- deben asegurarse de incluir en sus plataformas y planes de gobierno éstas y otras consideraciones en materia de energía que son ambiciosas pero factibles, siempre y cuando se apliquen las políticas públicas y los incentivos correctos en materia de generación de energía.

Las candidatas deberán reconocer con claridad que se tiene que romper con inercias de muchos años en materia de energía. Por ejemplo, el gas natural sólo deberá utilizarse a futuro en los sectores, volúmenes y tiempos que resulten realmente indispensables. El gas no puede ser la apuesta para atender la demanda futura de electricidad, pues además de que esa ruta acentúa nuestra dependencia energética del exterior, simplemente no es compatible con el cumplimiento de nuestras metas climáticas.

Reducir la demanda energética es también una de las principales tareas pendientes que no han sido abordadas con la seriedad que requiere el problema. Este esfuerzo debe incorporar medidas de eficiencia energética, vehicular, industrial, entre otros, pero también mecanismos para el control del consumo de combustibles fósiles en el modelo de consumo. El IPCC ha dicho con claridad en el Sexto Reporte que el modelo de consumo no es sostenible ni compatible con el Acuerdo de París.

La COP28 evidenció, con mucha claridad, que el espacio de coexistencia de la acción climática y la política energética fósil se está acortando. Economías como las de la Unión Europea, Estados Unidos y China mostraron voluntad en esta COP por avanzar en esta dirección. México no puede quedarse atrás. Otros países emergentes con matrices eléctricas más contaminantes como Sudáfrica e Indonesia ya están empezando a implementar esfuerzos para una Transición Energética Justa, utilizando recursos concesionales que empiezan a fluir. Otros países importantes como Brasil, India y Colombia han iniciado pláticas y negociaciones para acceder a estas nuevas fuentes de recursos.

La agenda y la planeación estratégica, así como las decisiones e inversiones en materia de energía y de cambio climático en México deben ser el resultado de deliberaciones informadas entre especialistas de diversas disciplinas, sociales, económicas, ingenieriles y ambientales entre otras, para trazar una ruta que maximice los beneficios sociales mientras avanzamos por la lucha para salvar al planeta. Estas deliberaciones deben mantenerse al margen de cuestiones ideológicas, como observamos en la COP28 con ejemplos de colaboración entre países ideológicamente antagónicos, como Estados Unidos y China, pero trabajando por una agenda climática común.

* Jorge Villarreal Padilla es director de política climática en la Iniciativa Climática de México (@iniciativaclima).