Paraty, joya colonial de Brasil

Es una de las ciudades patrimoniales más antiguas e interesantes de Brasil. Por encontrarse en la llamada Costa Verde, a 250 km al sur de Río de Janeiro, el viaje en autobús dura cinco horas aproximadamente y lo garantiza la compañía Costa Verde saliendo de la Rodoviaria (terminal) de la ciudad carioca. Por hallarse a solamente 200 km de Sao Paulo la ciudad es literalmente invadida, sobre todo durante los fines de semanas del verano, por los paulistas. Casi todos vienen a bañarse en las playas de la bahía a las que solo se puede llegar en excursiones diarias que se toman en el muelle de Paraty. Es por ello que conviene evitar quedarse allí durante los fines de semanas.

Calle empedrada de Paraty. Fotos cortesía/William Navarrete
Calle empedrada de Paraty. Fotos cortesía/William Navarrete

Paraty fue fundada en 1667 en torno a la iglesia de Nuestra Señora de los Remedios por los colonos portugueses. Enclavada entre el océano y la montaña, es una perfecta combinación de naturaleza y arquitectura, rodeada de una extensa selva con biodiversidad única y tejido urbano pensado como un escaque o tablero de ajedrez al final del legendario Camino (estrada) Real que permitía transportar el oro, las piedras preciosas e, incluso, el azúcar, desde Minas Gerais hasta las bodegas de los barcos encargados de conducir estas riquezas hasta Portugal.

Al fondo la iglesia Nuestra Señora del Rosario. Fotos cortesía/William Navarrete
Al fondo la iglesia Nuestra Señora del Rosario. Fotos cortesía/William Navarrete

Lo primero que salta a la vista es el empedrado muy irregular de las calles del casco antiguo. Al principio habrá que acostumbrar el cuerpo a mantener el equilibrio, ya que para este adoquinado peculiar utilizaron piedras de diferentes formas y tamaños que viajaban desde Europa en el fondo de las calas para lastrar los navíos y mantenerlos a flote. Luego, cuando la marea sube en determinados periodos del año, las calles se inundan, dando a Paraty cierto aire de Venecia o, simplemente, dejando charcos de agua de mar en los que se refleja el abanico variopinto de colores de las fachadas de las hermosas casas coloniales con finos enrejados decorativos y balcones de maderas torneadas.

Puertas coloridas de las casas coloniales de Paraty. Fotos cortesía/William Navarrete
Puertas coloridas de las casas coloniales de Paraty. Fotos cortesía/William Navarrete

Da gusto andar y desandar el entramado de viejas calles y callejuelas alrededor de las cuatro iglesias principales: Santa Rita, Nuestra Señora de los Dolores, Nuestra Señora del Rosario y la Matriz Nuestra Señora de los Remedios (convertida en museo). La ciudad, declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco en 2019, junto al parque natural de Ilha Grande, ha conservado plenamente su arquitectura del siglo XVIII adaptándose a la vez a las expectativas del turismo de nuestro tiempo. Toda el área colonial es exclusivamente peatonal.

Una casa colonial de Paraty. Fotos cortesía/William Navarrete
Una casa colonial de Paraty. Fotos cortesía/William Navarrete

No hay en la misma Paraty playas que valgan la pena. La costa es baja y la marea deja a secas las embarcaciones de sus ríos y muelles. Del otro lado de la iglesia Matriz, el Pontal, con su playa de uvas caletas y casas de alojamiento rústicas, se enloda cuando baja la marea. Y más al norte, del otro lado del fuerte Defensor Perpetuo, el barrio y playa de Jabaquara, lejos de la ebullición del casco colonial, es un oasis de paz poco recomendable para los baños de mar ya que, al igual que el Pontal, se trata de una costa baja a la que llega el lodo de otro río.

Playa del Engenho. Fotos cortesía/William Navarrete
Playa del Engenho. Fotos cortesía/William Navarrete

Hay que alejarse de las Ruas da Lapa y do Comercio, verdaderas arterias comerciales del centro histórico en donde abundan las tiendas de artesanías, ropas y establecimientos gastronómicos, para poder disfrutar de la quietud y del ambiente encantador de las viejas callejuelas y casas coloniales de la antigua ciudad. La Casa de la Cultura acoge una exposición permanente relacionada con la historia de la localidad y el cine (cinema da Praça), frente al parque de la Matriz, propone una cartelera en la que no faltan ciclos temáticos.

Para disfrutar de hermosas playas y paisajes marinos inigualables es necesario dirigirse al “cais” o muelle en donde decenas de embarcaciones de diferentes tipos y tamaños proponen excursiones diarias a lo largo y ancho de toda la bahía Carioca, entre islas y calas paradisíacas, aguas transparentes, fondos marinos repletos de peces de colores y una vegetación de selva tropical que abraza la mismísima orilla. Recomiendo evitar las barcazas de más de 50 turistas, que son las que en general toma el turismo local: llevan música estridente y proponen venta de alcohol a bordo, de modo que apenas se puede disfrutar de la calidad del entorno natural. Lo ideal son los pequeños botes de motor privados porque no solo se evita la molestia del ruido y el gentío, sino que previo acuerdo con el piloto se puede visitar las caletas e islas menos concurridas.

Iglesia Santa Rita, Paraty. Fotos cortesía/William Navarrete
Iglesia Santa Rita, Paraty. Fotos cortesía/William Navarrete

Entre las playas más hermosas figuran la del Engenho, la Vermelha (que tiene varios restaurantes rústicos en la arena), la de Lula, la de Concepción, la Lagoa Azul, la Saco da Velha, así como las islas dos Ratos, la Comprida y la Pescaria.

Otra posibilidad de excursión es alquilar los servicios de un guía con 4x4 o jeep para recorrer el Parque Nacional de la Sierra de Bocaina y bañarse en las numerosas cascadas o cachoeiras (Piedra Blanca, el Tobogán, Pozo de los Ingleses o la de Antigua Usina), además de visitar los alambiques de aguardiente (cachaça) y los molinos de harina de yuca (farafa) como el Engenho (ingenio) d’Ouro, especializado en farafa, aguardiente y dulces tradicionales o el alambique Paratiana, auténtica industria de etílicos.

También es fácil viajar en autobús local (a una hora de Paraty) al poblado costero y playa de Trindade, otro oasis protegido que pertenece al parque ambiental Caraiçu, cuyas tierras pertenecen a una reserva indígena, razón por la cual se ha prohibido la venta de lotes de tierras y la construcción de residencias u hoteles. De más está decir que Trindade, a pesar de la afluencia de visitantes que buscan sus extraordinarias playas de arenas finas, conserva el ambiente de un pueblo de ranchones y casas rústicas de máximo dos plantas. No hay un solo edificio en toda la zona.

En Paraty también tiene lugar cada mes de julio una conocida Feria Internacional del Libro, muy concurrida, cuyo epicentro es la elegante Pousada Literaria, instalada en una de las casonas coloniales alrededor de una piscina y un patio de exuberante vegetación tropical, a pocos metros de la fabulosa Librería Dos Mares que es también salón de té.

Las embarcaciones de pescadores de Paraty hoy proponen excursiones a las islas y playas. Fotos cortesía/William Navarrete
Las embarcaciones de pescadores de Paraty hoy proponen excursiones a las islas y playas. Fotos cortesía/William Navarrete

Paraty es una etapa en la que recomiendo pasar no menos de cinco días si se quiere disfrutar no solo del ambiente de una de las joyas coloniales de Brasil, sino también de sus muchas atracciones naturales, tanto en las montañas como en toda su área costera. Tratándose de una zona tropical con clima de influencia atlántica y selvática a la vez es difícil proponer un periodo en el que no llueva. Basta con observar la exuberancia de los bosques que la circundan para entender que es la abundancia de lluvias la responsable de tanto verdor.

William Navarrete es un escritor franco-cubano establecido en París.