El papa Francisco reapareció en la vigilia pascual y denunció el “cáncer de la corrupción”

El papa Francisco, al dejar la Basílica de San Pedro tras la misa en la vigilia pascual. (Andreas SOLARO / AFP)
El papa Francisco, al dejar la Basílica de San Pedro tras la misa en la vigilia pascual. (Andreas SOLARO / AFP) - Créditos: @ANDREAS SOLARO

ROMA.– Después de haber faltado al tradicional vía crucis en el Coliseo para cuidarse del frío inusual, el papa Francisco reapareció este sábado en público para presidir la vigilia pascual, la liturgia más importante del año para los católicos, en la que llamó a no desalentarse frente al “poder del mal”, “los vientos gélidos de la guerra”, la indiferencia y el “cáncer de la corrupción”.

“Quizás nos hayamos encontrado cara a cara con la muerte, nos ha rozado la enfermedad”, dijo también el Pontífice en un momento de su sermón, algo que hizo pensar en su internación en el Hospital Gemelli, del que fue dado de alta hace exactamente una semana por una bronquitis que alarmó al mundo y de la que el Papa, de 86 años, parece haberse recuperado.

Francisco, en la Basílica de San Pedro. (Andreas SOLARO / AFP)
Francisco, en la Basílica de San Pedro. (Andreas SOLARO / AFP) - Créditos: @ANDREAS SOLARO

Como es tradición, el rito, muy sugestivo, comenzó en el atrio de la Basílica de San Pedro donde el Papa –que llegó en silla de ruedas por su problema en la rodilla derecha– bendijo el fuego y el cirio pascual.

El templo se encontraba entonces a oscuras. El cirio prendido, llevado en procesión, con el que se fueron prendiendo las velas de los fieles simbolizaba el ingreso de la luz, Cristo, en el mundo de las tinieblas del pecado, la soledad y la muerte.

En su sermón, que pronunció con voz clara frente a unas 8000 personas que llenaban el templo, Francisco reflexionó sobre el Evangelio del día, que evoca a las mujeres que van tristes al sepulcro de Jesús, pero que, repentinamente, recuperan la esperanza al descubrir que no ha muerto, sino que ha resucitado.

“Las mujeres piensan que Jesús se encuentra en el lugar de la muerte y que todo terminó para siempre”, recordó. “A veces también nosotros pensamos que la alegría del encuentro con Jesús pertenece al pasado, mientras que en el presente vemos sobre todo tumbas selladas: las de nuestras desilusiones, nuestras amarguras y nuestra desconfianza; las del ‘no hay nada más que hacer’, ‘las cosas no cambiarán nunca’, ‘mejor vivir al día’ porque ‘no hay certeza del mañana’”, comparó.

“También nosotros, cuando hemos sido atenazados por el dolor, oprimidos por la tristeza, humillados por el pecado; cuando hemos sentido la amargura de algún fracaso o el agobio por alguna preocupación, hemos experimentado el sabor acerbo del cansancio y hemos visto apagarse la alegría en el corazón”, admitió.

“A veces simplemente hemos experimentado la fatiga de llevar adelante la cotidianidad, cansados de exponernos en primera persona frente a la indiferencia de un mundo donde parece que siempre prevalecen las leyes del más astuto y del más fuerte”, siguió. “Otras veces nos hemos sentido impotentes y desalentados ante el poder del mal, ante los conflictos que dañan las relaciones, ante las lógicas del cálculo y de la indiferencia que parecen gobernar la sociedad, ante el cáncer de la corrupción, ante la propagación de la injusticia, ante los vientos gélidos de la guerra”, agregó.

Francisco, en la misa en la Basílica de San Pedro. (AP/Gregorio Borgia)
Francisco, en la misa en la Basílica de San Pedro. (AP/Gregorio Borgia) - Créditos: @Gregorio Borgia

“E incluso, quizá nos hayamos encontrado cara a cara con la muerte, porque nos ha quitado la dulce presencia de nuestros seres queridos o porque nos ha rozado en la enfermedad o en las desgracias, y fácilmente quedamos atrapados por la desilusión y se seca en nosotros la fuente de la esperanza”, añadió. “De ese modo, por estas u otras situaciones, nuestros caminos se detienen frente a las tumbas y permanecemos inmóviles llorando y lamentándonos, solos e impotentes, repitiéndonos nuestros ‘por qué’”, lamentó.

En este contexto, recordó que las mujeres no se quedaron paralizadas ante la tumba de Jesús, sino que salieron corriendo a dar la buena noticia de Cristo resucitado. E invitó a todos los fieles a imitar esta actitud de esperanza. “Esto es lo que realiza la Pascua del Señor: nos impulsa a ir hacia adelante, a superar el sentimiento de derrota, a quitar la piedra de los sepulcros en los que a menudo encerramos la esperanza, a mirar el futuro con confianza, porque Cristo resucitó y cambió el rumbo de la historia”, aseguró.

El Papa subrayó luego la importancia de que los cristianos regresen a los orígenes de su experiencia de fe y recuerden cuándo Jesús se convirtió “en la persona más importante de su vida”.

“Hoy la fuerza de la Pascua nos invita a quitar las lápidas de la desilusión y la desconfianza”, explicó. “El Señor, experto en remover las piedras sepulcrales del pecado y del miedo, quiere iluminar tu memoria santa, tu recuerdo más hermoso, hacer actual el primer encuentro con Él”, insistió. “Recuerda y camina; regresa a Él, recupera la gracia de la resurrección de Dios en ti”, pidió.

Las personas presentes en la Basílica lo escuchaban en silencio, en un clima de gran recogimiento.

Francisco concelebró la vigilia pascual junto al cardenal británico Arthur Roche, prefecto del Dicasterio para el Culto Divino y otros 40 purpurados, 25 obispos y 200 sacerdotes. Entre los prelados se destacó el cardenal albanés de 94 años, Ernesto Simoni, que sufrió terribles persecuciones bajo el dictador comunista Enver Hoxha (1944-1985), que estará este domingo a su lado a la hora del mensaje pascual y la bendición urbi et orbi, a la ciudad de Roma y al mundo.

Como es tradición, en la segunda parte de la liturgia Francisco bautizó, confirmó y dio la primera comunión a ocho adultos de Albania (3), Estados Unidos (2), Italia (1), Nigeria (1) y Venezuela (1), que resultó ser una ex-Miss de ese país.