Un país profundamente dividido y una transición incierta: qué dicen los principales analistas sobre el futuro político de Brasil

Un partidario del presidente Jair Bolsonaro con una bandera nacional brasileña sobre sus hombros en la región metropolitana de Florianópolis, estado de Santa Catarina, Brasil, el 31 de octubre de 2022
Un partidario del presidente Jair Bolsonaro con una bandera nacional brasileña sobre sus hombros en la región metropolitana de Florianópolis, estado de Santa Catarina, Brasil, el 31 de octubre de 2022 - Créditos: @ANDERSON COELHO

Luiz Inacio Lula da Silva es consciente del enorme desafío que tiene por delante, coinciden los principales analistas políticos. En un país profundamente polarizado, con un Congreso más conservador y aliados de Jair Bolsonaro en los tres principales estados de Brasil, el presidente electo deberá “armar un gobierno que vaya mucho más allá del PT” para sanar viejar heridas.

Pero antes de pensar en el nuevo gobierno, los analistas ponen la mira en la transición, que podría transformarse en un proceso caótico ya que, por el momento, el presidente saliente no admitió su derrota.

Merval Pereira (O Globo)

Con un Congreso de centroderecha, gobernadores de la oposición en los tres principales estados –Zema en Minas Gerais, Tarcisio en San Pablo y Claudio Castro en Río– y un país claramente dividido, el presidente electo tendrá que armar un gobierno que vaya mucho más allá del PT para atraer a sectores que, sin ser de extrema derecha, votaron a Bolsonaro por un antipetismo que sólo podrá ser superado si el nuevo gobierno demuestra que vino a unir al país, y no a repetir errores del pasado, ni a usar el poder para la venganza política.

Brian Winter (Americas Quarterly)

El discurso de Lula demostró que entiende el desafío: empezó dando gracias a Dios, y terminó citando al Papa Francisco y a Jesucristo. Dijo: “Esta no es mi victoria ni la del Partido de los Trabajadores”. Buenas palabras, pero ahora hay que ver los nombramientos del Gabinete. El mercado cree que veremos el regreso de un Lula más moderado. Creo que es posible pero, por el momento, requiere un salto de fe.

¿Y el próximo movimiento de Bolsonaro? Muchos expertos –yo incluido– dijeron que cuanto más ajustado fuera el resultado de las elecciones, más posibilidades tendría de intentar un “6 de enero brasileño”. Ahora me pregunto si lo entendimos alrevés. Los conservadores brasileños se desempeñaron tan bien en estas elecciones que muchos ahora le ruegan a Bolsonaro que no destruya el movimiento alentando disturbios civiles masivos, quemando la casa al salir.

Jorge Chaloub (Folha de S.Paulo)

En unas elecciones marcadas por la sombra de prácticas golpistas, como el uso electoral de la Policía Federal de Carreteras y la clara falta de respeto a las decisiones judiciales, la victoria de Luiz Inácio Lula da Silva (PT) ofrece un horizonte para la supervivencia del orden democrático de 1988. Si la primera vuelta institucionalizó la ultraderecha, fortaleció el lugar de los aliados de Jair Bolsonaro (PL) en este campo y redujo la fuerza política de la derecha hegemónica en las últimas décadas, la segunda vuelta se destaca sobre todo por dos hechos: la impresionante demostración de la fuerza política de Lula, y otra demostración didáctica de que el ataque a las instituciones democráticas no era sólo una cortina de humo farsante, sino un elemento central de la acción política del bolsonarismo.

Michael Stott (Financial Times)

El resultado fue un recordatorio del profundo cambio que ha atravesado Brasil, no solo en los cuatro años bajo el mandato de Bolsonaro, sino en las últimas dos décadas. El asombroso aumento de las iglesias evangélicas es un elemento; su rebaño incluye ahora a casi uno de cada tres brasileños. El poder de presión de la agroindustria, que representa casi el 30% del PBI, es otro. Ambos son fuertes impulsores del conservadurismo social y del pequeño capitalismo estatal. Ninguno de los dos desaparecerá bajo un gobierno de Lula.

Mauricio Santoro (profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro)

El mayor reto de Lula será cómo responder a las urgentes demandas sociales –como el gran número de brasileños que pasan hambre y están desempleados– en una situación fiscal difícil y a la presión de sus esperanzados votantes que quieren un cambio rápido. La diplomacia será el reto más fácil para el presidente electo. Las perspectivas de restablecer el diálogo en torno a la democracia, los derechos humanos y el medio ambiente –como el cambio climático y el freno a la deforestación en la Amazonia– con Estados Unidos y la Unión Europea son excelentes. Es probable que también refuerce los vínculos con los gobiernos de izquierda que actualmente representan la mayor parte de América Latina. El apoyo internacional también será importante para garantizar que el presidente electo tome posesión de su cargo el 1 de enero, sin la amenaza de algo similar a la invasión del Capitolio en Estados Unidos si Bolsonaro se niega a aceptar su derrota, como ha indicado repetidamente que podría hacer.

Vera Magalhães (O Globo)

Antes del futuro gobierno, habrá dos meses de una transición que promete ser rocambolesca, rodeada de barajes, secretismo y cajones cerrados de los que nadie sabe dónde está la llave. Corresponderá a las instituciones salir de su letargo y obligar al Ejecutivo a cumplir la Constitución. Y no puede ser sólo tarea de Alexandre de Moraes, que, sobre su pecho, garantizó casi en solitario la normalidad del proceso electoral.

Zeina Latif (consultora económica)

Brasil tiene una dura transición por delante, y la palabra clave es reconstrucción. Después de una campaña traumática, y el margen más estrecho registrado, el presidente electo Lula tendrá que enfrentarse a los temores y demandas de los votantes del presidente Bolsonaro. Son desafíos que no fueron mencionados en el discurso de victoria de Lula. Sus próximos pasos hacia la pacificación del país pueden no mover los mercados financieros, pero nos darán una pista de su capacidad de renovación, especialmente cuando se trata de negociar –y trabajar– con el nuevo Congreso.

Luiz Felipe Pondé (Folha de S.Paulo)

Las elecciones de 2022 no acabarán nunca. Brasil vivirá en permanente agonía política, incluso con la entrada de la religión en la lucha por el espacio político, como vivió Europa hace siglos. La religión y el odio siempre han sido compañeros en la historia. Incluso si este odio es un odio bien intencionado. Las elecciones serán cada vez más como gladiadores en una arena matándose entre sí, mientras el pueblo grita a su alrededor.