Opinión: El Reino Unido se derrite

EN ESENCIA, EL PAÍS NO ESTÁ PREPARADO PARA LIDIAR CON EL CALOR.

LONDRES — Los pollos del Reino Unido han venido a rostizarse a casa.

El clima de este país, que por lo regular se mantiene templado, esta semana le dio paso a una ola de calor extremo. “MÁS CALIENTE QUE EL SAHARA”, clamaba la primera plana del tabloide de nombre muy a tono The Sun el 18 de julio. En una nota preocupante, resultó ser un caso excepcional de precisión de ese periódico. Para media tarde ese día, los meteorólogos británicos confirmaron que Inglaterra, Escocia e Irlanda del Norte habían registrado las temperaturas más altas en lo que va del año. Gales causó un sobresalto mayor, pues no solo rompió el récord del día más caliente una vez, sino dos.

A pesar de los problemas que causan, las temperaturas de hasta 40 grados Celsius, o 104 grados Fahrenheit, por lo regular no complican muchísimo la vida de los europeos continentales. Por desgracia, el Reino Unido no puede soportarlas. Algunas áreas del sur de Inglaterra, donde el calor fue más intenso, se cimbraron (en algunos casos literalmente) al recibir noticias sobre una pista de aterrizaje “derretida”, lo que suspendió el tráfico aéreo. Por todo el país hubo cierres de escuelas, reducciones en el servicio de trenes y cancelaciones de cirugías y citas rutinarias en hospitales, con el propósito de estar preparados para las mayores presiones que sufrirían los servicios de emergencias a causa de la ola de calor.

Los medios noticiosos británicos, que se explayan con deleite cuando hay complicaciones por el clima, respondieron con un gusto apenas disimulado. Actualizaciones en vivo mostraban el caos generado por el creciente nivel del mercurio, mientras que algunos médicos famosos ofrecían perspicaces consejos como “beban agua” en las transmisiones televisivas diurnas. Algunos artículos de estilo de vida parloteaban información para la población sobrecalentada, como que el gazpacho (la sopa fría típica de España) podría darles un breve alivio o, mejor aún, que untarse rápidamente jugo de cebolla acabaría con las incomodidades. En las redes sociales abundaban los consejos para los insolados, desde recostarse hasta darse baños constantes de agua fría.

Con todo y las buenas intenciones, estas recomendaciones revelan la total falta de preparación del país para lidiar con el calor. Hubo una época en que solo los adinerados, con sus lujosas vacaciones en el extranjero, podían tener acceso a este tipo de clima (atemperado con aire acondicionado, por supuesto). Ahora, gracias al cambio climático que ha aumentado la frecuencia e intensidad de las olas de calor, se ha convertido en la herencia de todos, una experiencia nada agradable de bochorno en casas que acumulan el calor, que llevan a cuestas desproporcionadamente los pobres y los ancianos.

El Reino Unido se derrite, y lo único que tenemos para intentar sobrellevar la situación es un montón de toallas mojadas y baños de pies improvisados.

Es seguro que el gobierno conservador no planea darnos ningún tipo de ayuda. Dominic Raab, viceprimer ministro del Reino Unido y uno de los pocos miembros del gabinete que no presentó su renuncia durante la exitosa revuelta en contra de Boris Johnson, le pidió al público cultivar “resiliencia” para resistir el aturdidor calor. Las personas necesitan adaptarse, dijo, no el Estado. Además, indicó Raab de lo más despreocupado en una entrevista televisada, “debemos disfrutar el sol”.

Supongo que sería más fácil pedir ese tipo de resiliencia si los gobiernos conservadores consecutivos no hubieran ignorado las advertencias oficiales sobre la necesidad de fortificar la infraestructura británica contra la creciente amenaza del calor extremo. En 2021, un grupo de asesores, el Comité del Cambio Climático, descubrió que el gobierno es un fracaso total en la protección de los ciudadanos ante condiciones climáticas extremas. “El Reino Unido cuenta con la capacidad y los recursos para dar una respuesta efectiva”, indicó el informe. “Sin embargo, no lo ha hecho”.

No hay ninguna señal de que eso vaya a cambiar pronto. De hecho, incluso los compromisos vestigiales del gobierno de combatir el cambio climático pronto podrían verse reducidos. El domingo por la noche, mientras el Reino Unido se preparaba para asarse en su jugo, los candidatos a la dirigencia del Partido Conservador se reunieron en un debate televisado. Entre los raros embates y frases coloquiales verdaderamente terribles, emergió un hilo común: ningún candidato estaba preparado para comprometerse sin reservas a alcanzar cero emisiones netas de carbono para 2050, una promesa conservadora de 2019 que ya ha sido objeto de críticas de los científicos porque se hizo tarde y mal.

Aunque Liz Truss y Penny Mordaunt indicaron que respaldarían esa meta, la mayoría de los candidatos se mostraron preocupados por el costo financiero de una transición energética. Kemi Badenoch, la antigua ministra de Estado para la Igualdad autoproclamada “anti ‘woke’” cuya postulación a la dirigencia cuenta con el respaldo del grupo fascista Britain First, adoptó la postura más tajante. “Si nos volvemos insolventes”, dijo, “les heredaremos un futuro terrible a nuestros hijos”. Es mejor tener un menor déficit estatal que un planeta habitable.

Es un argumento que se marchita ante la despiadada mirada del sol. No es tan solo porque los termómetros de todo el país muestren que el espantoso calor del futuro ya está aquí. También es porque, según ciertos cálculos, la adaptación climática es hasta 10 veces más rentable que la inacción. No hacer nada no tiene ninguna lógica, ni en lo humano ni en lo económico.

La excepción parcial al coro ambiguo fue Rishi Sunak, que desde hace tiempo se considera el posible sucesor de Johnson. Por desgracia, aunque en general parece más abierto a las políticas verdes, se dice que Sunak se resistió a asignar financiamiento a proyectos climáticos en su época al frente del Ministerio de Finanzas, además de que parece dispuesto a mantenerse al margen de cualquier medida climática en aras de la integridad hacendaria. No obstante, estas posturas evasivas no afectarán sus posibilidades en la contienda para convertirse en dirigente del Partido Conservador. Las encuestas revelan que las medidas relativas al clima tienen la prioridad más baja para los integrantes del Partido Conservador, alrededor de 180.000 miembros que se encargarán de decidir quién será el siguiente líder del país.

En este ambiente, es comprensible que exista una actitud de fatalismo climático. Pero lo cierto es que ya existen soluciones inmediatas a las condiciones climáticas extremas: sembrar más árboles, construir espacios frescos designados y mejorar el aislamiento térmico de las casas para mantener el calor afuera y no en el interior. No se trata de nuevos descubrimientos. “La respuesta”, como ha dicho el profesor Mike Tipton en referencia a la afición de la antigua Roma por las fuentes y los jardines públicos, “ha estado ahí desde hace más de 2000 años”.

Las opciones de los británicos, nos demos cuenta o no, no se reducen tan solo al tipo de ventilador que compraremos para nuestra casa. Podemos quedarnos sentados y cocernos como langostas en una cacerola, o bien obligarnos a enfrentar el futuro que parecía tan lejano… hasta que, de repente, ya no estuvo tan lejos.

Este artículo apareció originalmente en The New York Times.

© 2022 The New York Times Company