Opinión: Hay un gran problema con la película de Brad Pitt ‘Bullet Train’
Ah, Bullet Train.
Tenía muchas ganas de ver Bullet Train porque el libro de Kotaro Isaka que lleva ese nombre (del que es una adaptación) es un auténtico bombazo, una novela deliciosamente retorcida. Uno de sus personajes principales es un asesino despiadado que cita de manera obsesiva (y con conocimiento de causa) a Thomas the Tank Engine, por el amor de Dios. Eso es maravillosamente retorcido.
Cuando llegué al primer capítulo de Lemon -Lemon es el nombre del personaje- quedé prendado. Y hay muchas más cosas que me gustan. Sin embargo, el problema de la película es evidente incluso antes de su estreno la semana que viene. Simplemente, no tiene buena pinta. Quiero decir, ¿dónde están los actores japoneses? En las promos y los tráileres y todo eso. ¿Por qué están en el fondo?
No voy a mencionar aquí la apropiación cultural, porque me temo que ese término está sobreutilizado. Tampoco voy a escribir un tratado sobre el todavía deficiente trato de Hollywood a los actores asiáticos, aunque podría hacerlo. No se trata de que intente ser “woke”, una palabra que no me gusta porque es un término ridículo y sobreexpuesto, utilizado sobre todo como un palo por los guerreros culturales de la derecha. O “PC” (políticamente correcto), su precursor. De hecho, el reparto es admirablemente diverso. Lo cual es de agradecer.
Sustituye al equipo de asesinos japoneses de Isaka (aunque no son realmente un equipo) por un reparto internacional. Pero, vamos. Se trata de una historia ambientada en un icono de la cultura japonesa, un tren bala, un tren de alta velocidad bien hecho, años antes de que el Reino Unido empezara a gastar dinero en algo que probablemente no será tan bueno. El hecho de que los personajes japoneses pasen a un segundo plano, al menos en lo que respecta al material promocional, resulta desconcertante. Simplemente lo es. Se ve mal.
Entiendo la participación de Brad Pitt. En estos momentos es endiabladamente difícil sacar adelante cualquier película que no tenga que ver con superhéroes o que no provenga de alguna otra propiedad preexistente de éxito -como la secuela de Top Gun, por ejemplo-. Si vas a lanzar algo nuevo, es mucho más fácil si tienes un actor de los grandes con una serie de éxitos de nueve cifras al frente.
Pero, de seguro, los guionistas podrían haber logrado eso sin hacer que los personajes japoneses estuvieran tan obviamente en la última fila. El público ha demostrado ser muy receptivo a las exportaciones culturales de Japón, el anime en particular. Demon Slayer: Mugen Train ha vendido US$500 millones en todo el mundo por una película que es extraña y, a veces, muy extraña, pero que mantiene un núcleo emocional. Y, al menos en este país, tuvo que superar una clasificación para mayores de 15 años.
La maravillosa Drive My Car fue más bien un éxito de crítica (y de arte y ensayo), en lugar de un auténtico éxito internacional, lo que no es de extrañar teniendo en cuenta su duración de tres horas y su obsesión por Chéjov. Pero fue un éxito, en esos términos, y logró el premio a la mejor película, al mejor guion adaptado y al mejor director en los Oscar, antes de llevarse el inevitable premio a la mejor película internacional para añadirlo a su abultado palmarés.
Así que no me digan que las propiedades japonesas no se venden al público internacional, a menos que se internacionalicen primero. Pueden hacerlo. Y lo hacen. No solo Corea del Sur, con su Parasite y Squid Game, es capaz de producir éxitos mundiales. Tal vez sea mi larga apreciación por la rica tradición cinematográfica de Japón, y sus otras exportaciones culturales, lo que me hace sentirme incómodo con esta película, que está ambientada en Japón, pero que parece querer distanciarse del país al mismo tiempo.
El público criado en Netflix, con su profundo pozo de contenidos de alta calidad en lengua extranjera, es mucho más abierto de lo que Hollywood le atribuye. Creo que son capaces de ver el problema. No son tan estúpidos como a los ejecutivos del cine les gusta pensar que lo son. Debo señalar que el propio Isaka se ha pronunciado a favor de la película, algo que es digno de mención. Por supuesto, le va a vender muchos libros y va a dar a conocer su obra a un público mundial (algo positivo). Pero hay muchos autores en una situación similar que han visto adaptaciones de sus obras y han puesto el grito en el cielo.
Pongámoslo así: imaginemos una película de Robin Hood en la que se intente suprimir Nottingham, y en la que solo se reserven los papeles de Alan-a-Dale y Fray Tuck para actores británicos. Piensa en cómo se vería eso en la prensa sensacionalista de derecha.
¿Quieren ver lo mal que puede resultar un Robin mal interpretado? Mira el giro de Kevin Costner en Prince of Thieves, si puedes soportar escuchar constantemente a Brian pin*he Adams cantando Everything I Do durante toda la película. Será mejor que la veas con el volumen bajo, excepto durante las escenas de Alan Rickman (se roba la película como el Sheriff de Nottingham).
Mira, voy a ver Bullet Train. Me encanta el libro, y las películas de acción palomeras pueden ser un verdadero tónico si se hacen bien. Esta no tiene que igualar a John Wick (y probablemente no lo hará). Solo tiene que ser un poco mejor que The Gray Man para que el viaje merezca la pena.
Pero Hollywood puede, y debe, hacerlo mejor con sus elecciones de reparto. Y sí, voy a decirlo: parece tener un punto ciego cuando se trata de actores asiáticos en general, y eso debe corregirse.