Para obtener sus títulos, los estudiantes de medicina de México practican la medicina a punta de pistola

Durango, Mexico - July 17: Autonomou University of Durango medical students Mar Nevarez(L) and Itzel Olimpia Acevedo Luna embrace fovea the casket of their classmate Eric's classmates at the his funeral on Sunday, July 17, 2022 in Durango, Mexico. Ramirez, 25, was killed while completing a year of community service that required for his medical degree. Mandatory service has long been part of the government's effort to improve health care in isolated communities. But as drug cartels and other criminal groups have increased their footprint across the country, it has become an increasingly dangerous rite of passage.(Fermin Ricardo Soto Munoz for the Times)
Mar Nevárez, a la izquierda, e Itzel Olimpia Acevedo Luna se abrazan sobre el ataúd de su compañero Eric Andrade Ramírez en su funeral el domingo. Andrade fue asesinado mientras completaba un año de servicio comunitario requerido para obtener su título de médico. (Fermin Ricardo Soto Munoz / For The Times )

Cuando Alfredo Cortés llegó a una minúscula clínica para realizar su año de servicio social que se exige a todos los estudiantes de medicina en México, se encontró con que no tenía teléfono móvil ni acceso a Internet, sólo una radio.

Vivía solo en la clínica, una vivienda sencilla en una comunidad rural del estado de Michoacán, donde la policía brillaba por su ausencia. En las primeras horas de una mañana de primavera de 2020, le despertaron el ruido de las camionetas y los golpes en la puerta principal.

Varios hombres armados ordenaron a Cortés que se fuera con ellos. Cuando se negó, una camioneta se alejó a toda velocidad y regresó rápidamente con un hombre que sangraba abundantemente por el vientre. Le habían disparado.

Cuando Cortés se puso a trabajar, uno de los hombres le apuntó con un arma y gritó: "¡Sálvelo!".

El paciente necesitaba ser operado, pero la clínica carecía de suministros básicos, así que todo lo que Cortés pudo hacer fue vendar la herida y advertir que si el hombre no recibía tratamiento en otro lugar moriría.

"Apuntan con sus armas, gritan, se comunican por radio y no sabes con quién están hablando", dijo Cortés, que ahora tiene 26 años y que más tarde supo que el hombre había sobrevivido. "Es una situación muy tensa".

Actualmente estas historias son comunes entre los estudiantes de medicina de México.

Students protest, some holding a banner.
Estudiantes de medicina protestan en Durango esta semana exigiendo el fin del programa de servicio social. (Fermin Ricardo Soto Munoz / For The Times )

El servicio social ha sido durante mucho tiempo parte del esfuerzo del gobierno para mejorar la atención sanitaria en las comunidades aisladas. Pero a medida que los cárteles de la droga y otros grupos criminales han aumentado su presencia en todo el país, se ha convertido en un rito de paso cada vez más peligroso.

La muerte a tiros de un estudiante de medicina la semana pasada dentro del hospital donde trabajaba en las montañas del estado de Durango provocó protestas de estudiantes de medicina en todo el país. Algunos marcharon con batas blancas y llevaban pancartas que decían: "No somos su mano de obra barata" y "No más servicio social, nos están matando".

Los asesinatos de estudiantes parecen ser raros, pero los funcionarios de la universidad, reconociendo las quejas generalizadas sobre el programa, han empezado a reconocer que el programa se ha vuelto inseguro.

"Este esquema es un anacronismo total y debe ser cambiado", dijo el Dr. Luis Carlos Hinojos, director de la escuela de medicina de la Universidad Autónoma de Chihuahua.

Dijo que la universidad ha intentado colocar a más estudiantes en lugares urbanos más seguros y reubicar a los que se consideran en peligro. Después de que un médico fuera asesinado a tiros este mes en el municipio de Bocoyna, donde se han producido enfrentamientos entre cárteles, seis estudiantes que iban a empezar a trabajar allí fueron reasignados.

Mourners hold a sign and a portrait.
Los dolientes portan un cartel y un retrato de Eric Andrade Ramírez a la salida de la misa fúnebre en su honor el pasado domingo. (Fermin Ricardo Soto Munoz / For The Times)

El gobierno defiende el programa, que data de 1936 y que gradúa a unos 18.000 estudiantes cada año. El secretario de Salud de México, Jorge Alcocer, dijo a los periodistas esta semana que las autoridades revisarían las condiciones de seguridad, pero que el servicio social es un "requisito académico que, en principio, no puede ser cancelado".

"No es recomendable suspender ese proceso de formación que es tan importante para los médicos", dijo. "No podemos dejar de lado laszonas más lejanas que no tienen condiciones de total seguridad".

Además, el programa ha sido una fuente crucial de atención médica en las zonas rurales. Por cada 10.000 habitantes, México cuenta con 24 médicos -no muy lejos de la cifra estadounidense de 26-, pero están muy concentrados en las ciudades.

En mayo, el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció que el país cubriría las carencias con la contratación de médicos cubanos, lo que provocó críticas de que el verdadero problema era la seguridad.

La carrera de medicina en México comienza justo después del bachillerato y suele durar seis o siete años, el último de los cuales se dedica al servicio comunitario, que puede consistir en realizar investigaciones o trabajar en clínicas. Normalmente, el gobierno determina las plazas disponibles y deja que las escuelas las cubran.

Los estudiantes con las mejores calificaciones son los primeros en elegir el lugar donde harán su servicio social, por lo que los que tienen promedios más bajos suelen ser enviados a las zonas más peligrosos. A veces trabajan sin supervisión ni contacto con el exterior y viven solos en las clínicas, problemas que, según los estudiantes y las autoridades universitarias, se conocen desde hace tiempo pero no se han abordado adecuadamente.

Los habitantes de la zona tienden a considerar a los estudiantes como médicos completamente formados, lo que provoca situaciones en las que los recién llegados pueden provocar la ira de la comunidad cuando no pueden salvar a un paciente.

"No dirán que la clínica no tiene recursos, que no tiene ambulancia, que las carreteras no son accesibles, que las rutas no son fáciles", explica Cinthya Flores, presidenta de una asociación nacional que representa a los estudiantes de medicina. "Será culpa del médico".

Three women and a man next to a casket
La madre de Andrade, María Paula Ramírez Yáñez, se inclina sobre su cuerpo mientras su padre, José Mauricio Andrade Ávila, su hermana Suhey Andrade Ramírez y una amiga de la familia, Cecilia Ramírez, a la izquierda, están a su lado en su funeral. (Fermin Ricardo Soto Munoz / For The Times)

El doctor Jorge Valdez García, presidente de la Asociación Mexicana de Facultades de Medicina, dijo que a veces no se les da el tiempo suficiente a las universidades para elegir con cuidado sus plazas y que las condiciones pueden cambiar rápidamente, como cuando un cártel llega a una comunidad.

"Eso ha ocurrido muchas veces", dijo. "Nadie tiene la intención de enviarlos a zonas inseguras".

En las entrevistas, más de dos docenas de estudiantes actuales y antiguos, describieron experiencias angustiosas que incluían atravesar los puestos de control de los cárteles para llegar a su clínica, prestar atención médica a punta de pistola y trabajar en lugares donde los delincuentes dejan cabezas cortadas en la calle.

"Siempre estábamos preocupados por nuestra seguridad", dijo Adonai Esparza, de 28 años, quien hizo su servicio en 2019 en una clínica rural en el norte de Michoacán, que ha visto la violencia relacionada con el comercio del aguacate por parte de los cárteles.

Una noche, un adolescente llegó con una herida de cuchillo en la mano. Esparza empezó a atenderlo cuando oyó llegar varios coches.

El padre del chico, un jefe de la droga en la zona entró con dos hombres armados. Preguntó por su hijo y al salir le dijo a Esparza: "No te preocupes, estarás vigilada y protegida".

"Después de eso, me sentí un poco extraña", dijo Esparza. "Me di cuenta de que tenía seguridad, pero no la que esperaba".

Medical students hold a protest rally
Estudiantes de medicina en el estado de Durango piden que las autoridades protejan mejor a los estudiantes que completan su año de servicio comunitario obligatorio. (Fermin Ricardo Soto Munoz / For The Times)

Hilary López, de 27 años, que hizo su servicio en 2020 en el estado de Quintana Roo, aprendió rápidamente a dar prioridad a ciertos pacientes: aquellos que una enfermera le dijo que eran familiares de narcotraficantes.

En un incidente, un hombre que llegó después de la medianoche insistió en que examinara a una mujer mayor que se había caído en su casa. Cuando López le explicó que no podía salir de la clínica con un desconocido, volvió 15 minutos después con una pistola.

"Doctora, ¿va a venir o no va a venir?", le dijo.

López llamó a la enfermera para que calmara al hombre y lo convenció de que dejara de amenazarla. Pero mientras estaba fuera de la ciudad unos hombres armados de la comunidad rodearon la clínica y amenazaron con incendiarla después de que uno de sus pacientes muriera a causa del COVID-19. La enfermera le advirtió que no volviera, y López encontró una nueva ubicación y cambió su número de teléfono.

"Desaparecí del mapa", dijo.

Este tipo de casos casi nunca aparecen en los titulares de los diarios. Los asesinatos de estudiantes de medicina son una historia diferente, pero dos casos recientes han llevado el tema a la opinión pública.

La primera víctima fue Luis Fernando Montes de Oca Armas, de 23 años, que estaba terminando su servicio en un hospital de Huejuquilla El Alto, en el estado de Jalisco, en junio de 2021, cuando salió para acompañar a un paciente en una ambulancia al vecino estado de Zacatecas.

Luis Fernando Montes de Oca, a student at the Autonomous University of Guadalajara
Luis Fernando Montes de Oca Armas, estudiante de la Universidad Autónoma de Guadalajara, fue asesinado en Zacatecas mientras realizaba su servicio social en 2021. (Courtesy of José Fernando Montes de Oca Padilla)

De regreso, envió un inquietante mensaje de voz a su padre.

"Hay una camioneta aquí", dijo. "Seguramente nos van a secuestrar o algo así, no sé".

Su padre llamó a su yerno, Juan Carlos Galaviz, que descubrió los cuerpos acribillados de Montes de Oca y del conductor de la ambulancia en una carretera junto al vehículo abandonado.

Luego, el viernes pasado por la noche, varios hombres llegaron a un hospital rural de Durango donde trabajaba Eric Andrade Ramírez. Parecían estar bajo los efectos de las drogas.

Los detalles de lo que ocurrió a continuación no están claros, pero en un momento dado, al menos uno de ellos sacó una pistola.

Mortuary workers lower a coffin into a grave as mourners look on
Familiares y amigos asisten al funeral de Andrade. (Fermin Ricardo Soto Munoz / For The Times)

Andrade, de 25 años, fue asesinado, justo días antes de que terminara su servicio en El Salto, un pueblo maderero a una hora y media en coche de su casa en la ciudad de Durango.

Tras el asesinato, algunos estudiantes de medicina de Durango abandonaron sus puestos y juraron no volver.

"¿Cómo es posible que estemos dando un servicio de salud para cuidar a los demás, pero nadie nos proteja?", se preguntó Daniel Ramírez, de 27 años, un compañero que decidió dejar su asignación en un pueblo de Durango donde, según dijo, los narcotraficantes estaban coludidos con la policía.

El Dr. Martín Gerardo Soriano Sariñana, rector de la Universidad Autónoma de Durango, donde Andrade fue estudiante, dijo que unos 180 estudiantes serán reasignados de sus puestos. Se comprometió a desarrollar "programas de servicio comunitario para nuestros estudiantes que no pongan en riesgo su seguridad".

En el funeral de Andrade, el domingo por la tarde, los compañeros de clase vestidos con batas blancas de laboratorio lloraron en silencio mientras veían cómo bajaban su féretro a una tumba mientras tocaba una banda de 13 personas. Sus amigos lo describieron como una persona carismática que amaba la música norteña y organizaba fiestas.

A portrait of a young man at a funeral gathering
Familiares y amigos asisten al funeral de Andrade. (Fermin Ricardo Soto Munoz / For The Times )

Su hermano, Luis, de 29 años, dijo que Andrade había pasado su último año muy intranquilo ya que hombres armados aparecían frecuentemente exigiendo ser atendidos.

"Vivía con miedo", dijo Luis. "No quería hacer el servicio".

Su hermana, Suhey, de 24 años, la menor de los tres hermanos y también estudiante de medicina, tiene previsto comenzar su servicio comunitario el 1 de agosto en un pueblo de las afueras de la ciudad de Durango. Lo está reconsiderando.

"Ahora mismo sientoo odio hacia la medicina", dijo.

La clínica donde murió su hermano, un edificio blanco de una sola planta está cerrada. En el vestíbulo, un ramo de flores y velas yacen en el suelo junto a una gran mancha de sangre seca.

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Este artículo fue publicado por primera vez en Los Angeles Times en Español.