Netanyahu está distrayendo con lo de Yenín para imponer su reforma judicial
Apenas han pasado seis meses desde que Benjamin Netanyahu recuperó el poder en Israel tras solo año y medio en la oposición. Un periodo de tiempo corto que, sin embargo, ha sido suficiente para poner en contra a una gran parte de la sociedad del país, incluyendo parte de sus propios votantes.
Esta ha sido la tercera vez que el político conservador se convierte en primer ministro. La primera vez gobernó entre 1996 y 1999 y la segunda entre 2009 y 2021. Netanyahu ha sido una figura omnipresente en las dos últimas décadas de Israel y sus decisiones han sido fundamentales para entender la situación actual del país.
Precisamente las dos últimas son bastante representativas. Hablamos, claro está, de la polémica reforma judicial y la operación militar en el campo de refugiados palestinos de Yenín. Y es que son las dos medidas de calado que, de momento, han marcado su retorno al poder y no se pueden estudiar de manera separada porque están muy relacionadas.
La primera de ellas, al menos cronológicamente, es esa controvertida reforma judicial que reduce la capacidad de decisión de los tribunales en favor del Parlamento. En la práctica, esa medida supondría la disminución del poder que ejercen la Corte Suprema y el resto de tribunales y le daría un mayor control a su Ejecutivo.
El proyecto está sobre la mesa desde el mes de marzo, pero se ha encontrado una férrea resistencia en la calle. Los manifestantes, que se han contado por decenas de miles en los últimos meses, se han opuesto a un proyecto que pone en peligro los valores democráticos.
El propio Netanyahu se vio obligado a paralizarla después del amplio rechazo social, que también tuvo voces en contra dentro de su propio Gobierno. Incluso el propio presidente israelí, Isaac Herzog, también solicitó la paralización inmediata de la reforma en aras de restaurar la paz en la nación.
A favor de ella y presionando al primer ministro, un compendio de fuerzas nacionalistas y religiosas que incluyen los partidos Sionismo Religioso y Poder Judío, que se oponen a la creación de un Estado palestino y cuyos líderes se han manifestado en el pasado en contra del sistema judicial de Israel, su minoría árabe y los derechos de los homosexuales, bisexuales y transexuales.
Sin estas formaciones, Netanyahu no podría sostener su Gobierno, ya que son las que le garantizan una mayoría cómoda para gobernar, por lo que la reforma judicial se ha convertido en un plebiscito sobre la continuidad de este Ejecutivo. Si el primer ministro sigue adelante, mantendrá el poder, pero perderá de forma definitiva a la calle. Y si cede, lo más probable es que su Ejecutivo caiga por falta de apoyos.
Avanzando un poco más en el tiempo, llegamos al mes de junio. Tras varios meses infructuosos de negociación con la oposición, Netanyahu confirmó que aprobaría su reforma judicial de manera unilateral. Es decir, ese aplazamiento de varios meses no ha hecho que cambie nada y tiene intención de promulgar una medida que tenía a decenas de miles de personas en contra. Lógicamente, las protestas, que en ningún momento pararon, se han vuelto a producir con más fuerza.
The scene from Israel’s Ben-Gurion airport. Absolute chills. The patriotism on display here today will live in the Israeli memory for years to come. pic.twitter.com/YXAnBN66ZH
— Blake Flayton (@blakeflayton) July 3, 2023
Este pasado 3 de julio, miles de personas se han congregado en el aeropuerto de Tel Aviv para manifestarse contra la medida. 37 fueron detenidas y la policía utilizó cañones de agua para dispersar a los congregados.
Mientras que estas movilizaciones ocurrían en Israel, Netanyahu realizaba la mayor operación en Cisjordania en las dos últimas décadas. El Ejército israelí atacaba el campo de refugiados palestinos de Yenín con bombardeos y despliegue de soldados. Este movimiento militar se ha saldado, por el momento, con la muerte de 12 palestinos y un efectivo israelí. Más de 3.000 personas han sido desplazadas de sus hogares.
Cabe recordar que los partidos que sostienen el Gobierno de Netanyahu mantienen una posición muy beligerante con los palestinos, pero no deja de resultar curioso que este ataque se produzca justamente cuando en Israel hay un movimiento tan potente en contra del Gobierno.
El hecho de que ambas cosas hayan ocurrido de manera simultánea hace pensar que están relacionadas. Y que el primer ministro intenta centrar el foco en los palestinos para que esa reforma judicial que tiene en pie de guerra a medio país pase desapercibida y no reciba tantos focos.
De hecho, a Israel tampoco le interesa que a nivel global se hable de una medida que pone en cuestión los valores democráticos de los que la nación hace gala. De momento, ha logrado su objetivo, pero Netanyahu no debería subestimar el rechazo de la sociedad.
Los últimos datos muestran que su popularidad está en un raquítico 15% y los manifestantes han demostrado que no se van a rendir fácilmente, tras más de 25 semanas seguidas de protestas. Seguir adelante y de manera unilateral con esto, solo para salvar su cargo, puede salirle caro, por mucho que intente desviar la atención con operaciones como la de Yenín. Las próximas semanas dictarán sentencia.
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