Las mujeres que no esperarías ver luchar por el derecho al aborto

Riata Little Walker, a quien sus médicos le recomendaron interrumpir su embarazo por razones médicas, muestra un álbum de fotografías de su hija en Casper, Wyoming, el 2 de mayo de 2024. (Jimena Peck/The New York Times)
Riata Little Walker, a quien sus médicos le recomendaron interrumpir su embarazo por razones médicas, muestra un álbum de fotografías de su hija en Casper, Wyoming, el 2 de mayo de 2024. (Jimena Peck/The New York Times)

Por mucho tiempo, muchas mujeres que decidieron abortar tras recibir diagnósticos catastróficos para su feto solo contaron sus historias en espacios privados. En duelo por embarazos que esperaban con gran ilusión y temerosas del estigma asociado al aborto, buscaban el consuelo cauteloso de comunidades en línea identificadas por la sigla con que muchos médicos describían el procedimiento: TFMR (del inglés “termination for medical reasons”, la interrupción del embarazo por razones médicas).

En los dos años que han pasado desde que la Corte Suprema anuló la decisión de Roe contra Wade, ese dolor se ha transformado en enojo ante las nuevas prohibiciones al aborto impuestas en todo el país. Aunque estas mujeres representan solo una fracción de los abortos realizados en Estados Unidos, se han convertido en las voces más poderosas en el debate nacional pos-Roe gracias a las experiencias que comparten para favorecer la oposición a las prohibiciones, como haberse visto obligadas a desplazarse a otros estados y sentirse como delincuentes por buscar atención médica.

Muchas de estas mujeres en un principio se oponían al aborto, pero no solo han cambiado de opinión, sino que han propiciado un cambio en la forma en que los estadounidenses hablan del tema. El giro en su perspectiva, de angustia privada a ira pública, también ha contribuido a que la opinión pública se incline a favor de apoyar más el aborto.

“Después de pasar por todo esto, me pregunté por qué no podríamos ser la insignia del derecho al aborto”, comentó Riata Little Walker, quien tuvo que trasladarse de su hogar en Casper, Wyoming, para tener un aborto en Colorado a las 22 semanas de embarazo, después de que los médicos le diagnosticaron síndrome de Down y un defecto en el corazón a su feto y le indicaron que requeriría cirugía y luego un trasplante si lograba sobrevivir hasta el alumbramiento.

“Sí, tu cuerpo, tu elección, pero esa no es la historia que atrae a la gente”, señaló. “Tenemos que compartir nuestras historias porque, de lo contrario, es muy fácil que la gente de aquí solo diga: ‘Pero es que matan a los bebés’”.

Walker es católica y había trabajado para republicanos de Wyoming, como el senador federal John Barrasso. Se oponía al aborto y ni siquiera se había percatado de que le practicarían uno porque los médicos empleaban la palabra “termination”. En los meses siguientes cambió de opinión y ahora apoya el aborto sin importar la razón; después de la anulación de Roe en junio de 2022, testificó contra la prohibición del aborto aprobada por la legislatura de Wyoming.

Megan Kling habla con su hija Greta, de 4 años, en la granja familiar en Taylor, Wisconsin, el 1.° de mayo de 2024. (Andy Manis/The New York Times)
Megan Kling habla con su hija Greta, de 4 años, en la granja familiar en Taylor, Wisconsin, el 1.° de mayo de 2024. (Andy Manis/The New York Times)

Aunque la mayoría de las prohibiciones permiten los abortos necesarios para salvar la vida o preservar la salud de la mujer embarazada, a pocas mujeres se les han concedido esas excepciones y solo unas cuantas de las prohibiciones permiten el aborto a causa de anormalidades fetales fatales. No se cuenta con una definición clara de “fatal” o “razones médicas”, además de que al mismo procedimiento se le designa interrupción, TFMR o aborto.

Por todos estos motivos, los casos de aborto son complicados para los médicos, los legisladores y las propias mujeres: ¿qué se considera una razón médica?

Las mujeres que han alzado la voz afirman que su experiencia las convenció de que la legislación no puede resolver casos médicos complejos y con variaciones infinitas, por lo que no debería intentar hacerlo. Esta conclusión alude a una insólita opinión compartida por ambas partes en un debate que ha sido amargo y se ha prolongado décadas: independientemente de que se identifiquen como “provida” o “proelección” en las encuestas, la gran mayoría de los estadounidenses considera que la decisión de realizar un aborto debería corresponderles a las mujeres y sus médicos, no al gobierno.

Estas mujeres opinan que ahora se sienten obligadas no solo a hablar, sino a utilizar la palabra “aborto” para eliminar el estigma que ellas mismas le pusieron.

“Todo esto ni siquiera lo sabíamos antes, ya que antes de todo esto, nunca se hablaba del tema”, afirmó Kimberly Manzano, quien voló de Texas a Nuevo México para realizarse un aborto a las 18 semanas de embarazo, después de que el ultrasonido mostró que su feto no tenía algunas extremidades, algunos órganos ni genitales.

Manzano se describe y describe a su esposo como “cristianos comprometidos” que pensaban que el aborto era algo que hacían las “mujeres promiscuas” para poner fin a embarazos no deseados. Su pastor dio por hecho que calificarían dentro de las excepciones médicas a la prohibición de Texas, pero no fue así.

“Sentimos que es algo que le debemos al hijo que perdimos, que necesitamos hablar al respecto para educar a las personas, porque me parece que nos faltaba mucha educación”, aseveró.

Algunas de las mujeres aparecen en anuncios de candidatos o consultas a favor del derecho al aborto. Otras han decidido confrontar a los políticos en sus giras de campaña, testificar o participar en procedimientos judiciales. Pero, en general, lo que hacen es hablar con sus amigos, parientes y colegas.

Las encuestas muestran que es más probable que quienes han escuchado historias de mujeres que tuvieron que ir de un estado a otro para abortar debido a complicaciones graves del embarazo apoyen la legalización del aborto. Esta tendencia se observa incluso entre los republicanos o quienes creen que el aborto debería ser ilícito en la mayoría de los casos. Historias como estas también han motivado a los electores que se oponen al aborto a apoyar consultas relativas a derechos amplios al aborto en estados conservadores como Ohio y Kansas.

“Contar las historias de algunas personas hace evidente que es una realidad”, opinó Megan Kling, quien viajó de su hogar en Wisconsin a Minnesota para que le realizaran un aborto a las 23 semanas de embarazo, luego de que un ultrasonido reveló que su feto no tenía riñones, por lo que no creaba líquido amniótico y moriría después del alumbramiento si no moría en el útero. “Quieres pensar que todas las mujeres gozan de perfecta salud, que todos los embarazos son perfectamente saludables, pero la realidad es que hay muchas cosas que pueden salir mal”.

Los investigadores señalan que no se sabe a ciencia cierta cuántos de los abortos practicados cada año en Estados Unidos, alrededor de un millón, podrían considerarse realizados “por razones médicas”, pero sí indicaron que son pocos.

De cualquier manera, cada vez hay más comunidades TFMR o de “interrupción de un embarazo deseado” en línea, con sitios web y grupos privados en las redes sociales donde miles de mujeres comparten sus historias (además de otros sitios para sus parejas), así como pódcast y psicoterapeutas dedicados solo a la TFMR, además de un día para hacer conciencia del tema a principios de mayo.

Muchas de estas mujeres no se ajustan a las perspectivas usuales del debate sobre el aborto. El lenguaje clínico que emplean los grupos defensores del derecho al aborto las enfurece; en vez de hablar del “feto”, se refieren a los bebés que perdieron como niños no nacidos. Les dan nombre, celebran los cumpleaños y graban sus piecitos en objetos de recuerdo.

Los grupos antiaborto argumentan que las prohibiciones solo impiden los llamados “abortos electivos” de embarazos no deseados y que cualquier mujer que necesite un aborto por razones médicas puede obtenerlo en virtud de las excepciones aprobadas para esas prohibiciones. Acusan a los demócratas de manipular a los pacientes médicos con fines políticos.

“A las mujeres se les ha informado con falsedad que se trata de una opción compasiva. Sin embargo, contribuye a la creciente tendencia de discriminación por discapacidad y a las presiones que enfrentan las mujeres por parte de la comunidad médica para abortar niños que podrían tener alguna discapacidad”, explicó Ingrid Skop, de la Asociación Americana de Ginecólogos y Obstetras Provida.

Por otro lado, los grupos defensores del derecho al aborto temen que promover las historias sobre TFMR refuerce el mensaje de que el aborto debe protegerse solo si es “justificado”, no que debería ser el derecho de todas las mujeres. “La gente necesita abortos por muchas razones, desde financieras y médicas hasta situaciones de vida, y nadie debería ser estigmatizado”, afirmó Nancy Northup, presidenta del Centro de Derechos Reproductivos.

c.2024 The New York Times Company