Trozos del asteroide virgen Ryugu ofrecen dos claves sobre la vida en la Tierra

Foto real de la superficie del asteroide Ryugu tomada por la misión Haybusa 2 | imagen JAXA
Foto real de la superficie del asteroide Ryugu tomada por la misión Haybusa 2 | imagen JAXA

La historia de este artículo bien podría ser el guión de una película de ciencia ficción. En diciembre de 2014, la agencia espacial japonesa lanzó la pequeña sonda Hayabusa2 desde el Centro espacial de Tanagashima. Aquella intrépida nave cruzó el espacio recorriendo millones de kilómetros en busca de un asteroide llamado Ryugu. Después de tres años y medio de viaje espacial, en junio de 2018, la sonda se encontró con su objetivo y logró posar sobre aquella roca sus dos rovers para extraer muestras. Tras extraer el preciado material, Hayabusa2 se dirigió de nuevo a casa y, en diciembre de 2020, aterrizó en Australia convirtiéndose en uno de los hitos espaciales más impresionantes de las últimas décadas.

Piensen por un instante la tecnología, la precisión y el trabajo necesarios para enviar una sonda a casi 300 millones de kilómetros de distancia, conseguir que aterrice en un diminuto cuerpo de 435 metros de radio, aterrizar en su superficie (en varias ocasiones), recoger material y regresar a la Tierra. A primera vista todo este esfuerzo científico y económico para obtener poco más de cinco gramos de polvo y roca espaciales podría parecer excesivo, pero es sorprendente lo mucho que podemos aprender de nuestro planeta, de sus orígenes y de nuestro propio sistema solar con esos pocos gramos, sobre todo porque son muestras originales, obtenidas directamente del asteroide. Esto significa que no han atravesado nuestra ardiente atmósfera, no han impacto en la Tierra y, por supuesto, no se han contaminado por el entorno o por la mano del hombre.

Hace tan solo unos días, y tras meses de estudio, se ha publicado en la revista Science un completo informe que incluye análisis geológicos y químicos y la primera buena noticia es que los autores afirman que “las muestras de Ryugu son químicamente más prístinas que cualquier otro material del Sistema Solar analizado anteriormente en laboratorio”.

Foto real de la superficie del asteroide Ryugu tomada por la misión Haybusa 2 | imagen JAXA
Foto real de la superficie del asteroide Ryugu tomada por la misión Haybusa 2 | imagen JAXA

Según los análisis, Ryugu es un asteroide oscuro, muy poroso y con una composición microscópica muy diversa. Pertenece al grupo denominado “condritas carbonáceas” que, aún hoy, representan casi el 90% de los meteoritos que caen a la Tierra. Este tipo de cuerpos son muy comunes y se remontan a los comienzos del sistema solar, hace aproximadamente 4.500 millones de años, antes de la formación del Sol, la Tierra o la Luna. Por aquellos años, todo lo que había en nuestro vecindario era una gigantesca nube de gas y polvo girando.

La mayor parte de aquel material, por efecto de la gravedad, se fue concentrando en el centro, se fue condensando y calentando hasta formar nuestra estrella. El resto se expandió en un disco girando alrededor del Sol, se enfrió y dio lugar al resto del sistema. Planetas, satélites y millones de rocas que aún flotan en nuestro sistema… uno de ellos es Ryugu.

Pero hay dos puntos importantes en esta sucesión de acontecimientos que colocan a millones de asteroides como Ryugu en el centro de atención de los astrobiólogos. Hoy en día la roca parece estar relativamente seca, pero tiempo atrás poseía algo fundamental para la vida tal y como la conocemos: agua.

“Usando la datación por radioisótopos estimamos que Ryugu contenía agua, unos cinco millones de años tras la formación del sistema solar”, explica Reika Yokochi, uno de los investigadores responsables de los análisis. “Al examinar estas muestras, podemos limitar las temperaturas y condiciones a los que han estado expuestos y tratar de comprender qué sucedió. Aunque hoy el asteroide esté seco, debemos imaginarnos una mezcla de hielo y polvo flotando en el espacio que, al derretirse el hielo, terminó convertida una especie de bola de barro gigante”.

Millones y millones de asteroides como Ryugu cayeron a la Tierra, regándola no solo con agua sino con algunos de los “ladrillos básicos” para la vida ya que las muestras también contienen numerosos compuestos orgánicos, incluyendo diferentes aminoácidos, las moléculas que dan lugar a las proteínas. Este descubrimiento de aminoácidos en las muestras de Ryugu, que no han estado expuestas en ningún momento a la biosfera de la Tierra, son evidencias directas de que los componentes fundamentales para la vida en nuestro planeta pueden formarse en el espacio.

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Referencias y más información:

Yokoyama, Tetsuya, et al. «Samples Returned from the Asteroid Ryugu Are Similar to Ivuna-Type Carbonaceous Meteorites». Science, junio de 2022, DOI:10.1126/science.abn7850.

Louis Lerner “Scientists release first analysis of rocks plucked from speeding asteroid