Merkel recuerda sin remordimientos la crisis de refugiados y las relaciones con Rusia

La excanciller alemana Angela Merkel hace una airada defensa de sus 16 años al mando de la principal economía de Europa en su libro de memorias "Libertad", lanzado el martes en 30 idiomas.

Desde que dejó la jefatura del gobierno alemán en 2021, Merkel ha sido acusada de ser muy blanda con Rusia, dejar a su país peligrosamente dependiente del gas ruso y de propiciar el auge de la extrema derecha con su política de puertas abiertas a los migrantes.

El libro aparece en un momento explosivo: con los conflictos en Ucrania y Oriente Medio, la reelección de Donald Trump en Estados Unidos y la preparación en Alemania de unas elecciones anticipadas luego del colapso de la coalición gobernante.

Merkel, de 70 años y recordada por su liderazgo sereno, niega la culpa por la actual época turbulenta, en esta autobiografía de unas 800 páginas escrita junto a su asesora de larga data, Beate Baumann.

En los últimos días dio numerosas entrevistas en las cuales reflexiona sobre su infancia bajo el comunismo de la antigua Alemania Oriental y sus tensos encuentros con Putin y Trump, de quien dijo que "estaba fascinado por los políticos con tendencias autocráticas y dictatoriales".

El libro ofrece detalles sobre sus ideas y acciones, incluido el masivo ingreso de refugiados de 2015 que marcó sus últimos años al frente del gobierno.

- Crisis de refugiados -

Merkel fue criticada por permitir el ingreso de más de un millón de personas, lo cual propició el auge de la formación Alternativa para Alemania (AfD), de extrema derecha.

La exdirigente afirma que "Europa siempre debe proteger sus fronteras externas", pero insiste en que "la prosperidad y el imperio de la ley siempre harán que Alemania y Europa (...) sean lugares donde la gente quiere ir".

Para Merkel, "la falta de mano de obra hace que la inmigración legal sea esencial" dado el envejecimiento de la población alemana.

Sobre AfD, la excanciller alerta a los partidos dominantes en Alemania sobre adoptar su retórica "sin proponer soluciones concretas a los problemas existentes".

- Nexos con Rusia -

Merkel, quien habla ruso, también defiende su relación de años con Putin --quien habla alemán-- pese a sus recelos sobre el exagente de la KGB.

En una imagen que se hizo viral, el mandatario ruso llevó un labrador a una reunión bilateral con la dirigente alemana, aparentemente aprovechando su miedo a los perros.

La política alemana describe a Putin como "un hombre permanentemente al acecho, temeroso de ser maltratado y siempre dispuesto a golpear, incluso jugando a ejercer su poder con un perro y haciendo esperar a los demás".

No obstante, dice que "a pesar de las dificultades", tuvo razón de "no dejar que se rompieran las relaciones con Rusia (...) y de preservar los vínculos mediante relaciones comerciales".

Argumenta que "Rusia es, junto a Estados Unidos, una de las dos principales potencias nucleares del mundo".

También defiende su oposición a la adhesión de Ucrania a la OTAN durante una cumbre de 2008 en Bucarest, al considerar ilusorio pensar que su condición de candidato hubiera protegido a Kiev de la agresión de Moscú.

Después de esa cumbre, recuerda que regresó a su país con la sensación de que "en la OTAN no tenemos una estrategia común para lidiar con Rusia".

- Política energética -

El ataque ruso contra Ucrania en febrero de 2022, y el sabotaje de los ductos Nord Stream, dejaron a Alemania sin acceso al gas ruso barato, un detonante de las actuales dificultades económicas.

Pero Merkel rechaza las críticas por permitir la construcción de los ductos en el mar Báltico y recuerda que Nord Stream 1 fue autorizado por su antecesor, el socialdemócrata Gerhard Schroeder, un allegado a Putin.

Sobre Nord Stream 2, que ella autorizó después de que Rusia anexara a Crimea en 2014, argumenta que en ese momento habría sido "difícil que empresas y usuarios de gas en Alemania y otros Estados de la UE aceptaran" tener que importar gas natural licuado más caro de otras fuentes.

Merkel afirma que el gas era necesario como una energía de transición en momentos en que Alemania buscaba adoptar fuentes renovables y reducir progresivamente sus plantas nucleares, después del desastre de Fukushima en 2011.

Sobre la energía nuclear, sostiene que "no la necesitamos para alcanzar nuestras metas climáticas" y que las medidas en Alemania podrían inspirar a otros países a seguir sus pasos.

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