Mar del Tuyú: la desigual batalla de los vecinos para frenar el avance del océano durante las sudestadas

La casa que se derrumbó el martes en Mar del Tuyú como consecuencia de la sudestada
Mauro V. Rizzi

MAR DEL TUYÚ (Enviado especial).- A la imagen de Iemanjá, reina y diosa del mar para la cultura africana, le golpearon con fuerza las olas aunque su pedestal está sobre la primera línea de urbanización de esta localidad. La sudestada de esta semana, una más este año y más violenta que las anteriores, la dejó en pie con mejor suerte que una casa y dependencias de algunas otras con salida directa a estas playas, ahora escasas de arena como nunca tras este avance brutal y sin límites que el océano sostiene desde hace años.

Montañas de escombros frescos se multiplican a lo largo de más de 800 metros de costa que se extienden entre las intersecciones de las calles 66 a 56, donde dos noches con pleamares exageradas y vientos intensos provocaron derrumbes, demolieron bajadas públicas y arrasaron con toneladas de médanos para dejar al desnudo los cimientos de decenas de propiedades.

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Algo similar también se vivió en el partido de Mar Chiquita. En Parque Lago, uno de sus balnearios con mayor desarrollo inmobiliario, tres inmuebles sufrieron destrozos y pérdida de arena sobre la que apoyaban las bases de cemento.

La mitad de un complejo de dúplex de dos pisos, entre las calles 57 y 56 de Mar del Tuyú, parece flotar, apenas sostenido por dos refuerzos de hormigón que se improvisaron después de una sudestada anterior, cuando se creía que ya no podría haber otra peor. “Acá enfrente, hace 15 o 20 años había 120 o 150 metros de playa”, afirma un vecino que lleva más de cuatro décadas en esta localidad.

La línea de casas afectadas por las sudestadas en Mar del Tuyú
Mauro V. Rizzi


La línea de casas afectadas por las sudestadas en Mar del Tuyú (Mauro V. Rizzi/)

Atracción

Las quejas abundan porque las obras de defensa costera se demoran y el mar no sabe esperar. “Ofrecí poner una pala mecánica para sumar arena y escombros que puedan proteger mejor mi casa, pero el municipio no me permitió”, cuenta Marcelo Benítez, mientras en su casa de la calle 64 y la playa reubica el alambrado, porque la sudestada lo dejó flameando, sin arena ni tierra donde hacer base. “Hace unos años otra sudestada me llevó un departamentito que tenía adelante”, contó a LA NACIÓN sobre esta batalla desigual que libra contra la naturaleza.

El fenómeno se dio primero durante la madrugada del martes y se repitió anoche, aunque con una intensidad algo menor. Durante el primero de los episodios, filmado por testigos, se rindió la casona de la calle 66 y la playa, de la que solo quedó en pie el garaje. Cientos de visitantes, teléfonos y cámaras fotográficas en mano, recorrían hoy el lugar que se convirtió en un impactante atractivo turístico en este cierre de vacaciones de invierno. “Le han comido tanta arena al mar que ahora el mar se las está cobrando”, comentaba una mujer, preocupada por los daños.

Los lugareños coinciden en que esta sudestada fue peor que la del 17 de marzo pasado, que provocó los primeros destrozos graves y llevó a multiplicar la instalación de gaviones, que son defensas con piedras envueltas en alambrado romboidal a modo de muros. Esta vez el agua ingresó con fuerza por debajo de las vigas de cemento y llegó a vaciar de tierra los jardines que tenían al frente algunas casas. “Pegaba durísimo contra las bases y el agua llegaba contra las ventanas, fue un susto lindo”, reconoció un turista que alquiló un dúplex en 61 y la playa, testigo temerario de una noche que no olvidará.

En Parque Lago, en Mar Chiquita, tres inmuebles sufrieron destrozos y pérdida de arena sobre la que apoyaban las bases de cemento
Mauro V. Rizzi


En Parque Lago, en Mar Chiquita, tres inmuebles sufrieron destrozos y pérdida de arena sobre la que apoyaban las bases de cemento (Mauro V. Rizzi/)

En la intersección de 58 y la costa trabajaban peones contratados por propietarios de un edificio que, otra vez, sintió el efecto de semejantes olas a repetición. “Estamos rellenando cómo podemos porque en la próxima nos come los cimientos del complejo”, explicó Pilar, dueña de uno de los departamentos y muestra la enorme cantidad de arena que deja a la vista las bases de hormigón armado.

“A la brevedad se buscará apuntalar, rellenar y sostener los inmuebles que están en riesgo y sumar más gaviones para proteger el sector”, dijo a LA NACIÓN el director general de Fiscalización y Control del Partido de la Costa, Fabián Taylor. La solución de fondo es doble, en mar y tierra: por un lado, espigones de 250 metros más arrecifes artificiales, obras que ya están en proceso de licitación. Por otro, expropiación de las propiedades en riesgo, proyecto que avanza en la legislatura provincial.

Pinamar

El cuadro meteorológico afectó a toda la costa atlántica por igual, aunque dejó su huella donde las edificaciones están más próximas al mar. Por Pinamar, el mayor riesgo está en la zona de Ostende, en particular con un inmueble conocido como La Tumbona, distinguido por su diseño arquitectónico. “El agua anduvo cerca, pero no alcanzó a complicar la edificación”, confió a LA NACIÓN un funcionario municipal del distrito.

El otro frente expuesto aparece en Mar Chiquita, muy cerca de Mar de Cobo. Más de 50 metros ganó el mar en una noche y se llevó la suficiente arena para dejar a la vista los cimientos de dos casas y llevarse aguas adentro la terraza y parrilla de otra, que estaban en altura. “Estamos pidiendo soluciones a las autoridades municipales”, explicó Jorge Larseri, que vive allí y vio estas últimas noches cómo las olas se acercaban cada vez más, hasta golpear al pie del living de su casa a pesar de los bolsones de arena que, como protección, había dispuesto hace algunos meses.

Ricardo Avancini, con algunos amigos, recorre la playa y junta restos de lo que era el deck aéreo de su casa y apuntala lo poco que quedó más allá de la construcción de cemento. “Nos destrozó todo, nunca el mar había llegado tan lejos”, reconoció a LA NACIÓN.

Junto a varios vecinos recibieron hoy a funcionarios de la comuna. A corto plazo, explicaron, se proyecta una bajada. Y el objetivo de máxima es la construcción de escolleras que permitirían reducir la intensidad del oleaje y permitir la recuperación de arena en ese frente de playa.