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Los mapas de trenzas que guiaron a las esclavas colombianas hacia la libertad

Es mucho que lo que ha escrito sobre San Basilio de Palenque, un pequeño corregimiento de 3.500 habitantes ubicado a unos 50 kilómetros del Caribe Colombiano, que fue declarado Patrimonio Cultural e Inmaterial de la Humanidad por ser el primer pueblo libre de la América colonial.

Es un lugar legendario donde los esclavos africanos se afincaban después de escapar de las duras condiciones de vida en los sembradíos y minas administradas por terratenientes de la Corona Española.

El pueblo fue fundado dos siglos antes de la independencia de Colombia de España. En 1603, la corona firmó una capitulación de paz con los esclavos fugitivos y en 1713 emitió un decreto real en el que liberó de manera oficial a los habitantes de Palenque de la esclavitud.

Los descendientes de los primeros esclavos han mantenido sus costumbres, su organización social, su gastronomía y una lengua única formada por los idiomas coloniales y los dialectos hablados por los esclavos provenientes de distintas regiones de África.

Entre las tradiciones más antiguas que han heredado las palenqueras del siglo XXI están diversos patrones para trenzar sus cabellos, una especie de cartografía capilar que permitió a sus ancestros encontrar las rutas de escape hacia las tierras libres.

Las trenzas de la libertad

Unos 200 mil esclavos llegaron a Cartagena de Indias entre 1500 y 1641 sin pertenencias: sembraban, pastaban, pescaban, forjaban el hierro y también se lucían en el cuido de sus cuerpos y sus cabellos.

En sus hogares africanos, las trenzas eran mucho más que un ornamento. Con ellas era posible conocer el origen, la edad, el estatus social o el poder de una persona.

Benkos Biohó usó ese conocimiento para conseguir su libertad tras ser capturado en Guinea Occidental y llevado a la fuerza a Cartagena de Indias alrededor de 1600. Pero su escape no fue producto de la suerte. Sin su mujer, Wiwa, no hubiera podido lograrlo.

El camino a la libertad lo tejieron las esclavas en su pelo, a través de las trenzas, coinciden varias investigadoras colombianas.

Las mujeres no estaban tan vigiladas y podían merodear por los caminos que recorría el amo. Memorizan los senderos, los límites de las propiedades, los ríos, los sembradíos, las montañas y al llegar los tejían lo que habían visto en los cabellos de las niñas y adolescentes.

Los hombres que querían escapar de la esclavitud miraban la cabeza de las chicas para saber qué ruta seguir y no ser detectados.

La tropa era la gente que huía hacia al monte pero también era la línea de cabello tejido desde la frente hasta la nuca. Si había una parte plana o un río la trenza se desviaba de la nuca hacia las orejas. Los moños o nudos indicaban puntos de referencia como un árbol o un camino. Los cabellos formaban surcos si el suelo era muy pantanoso.

Cuando las mujeres huían adornaban sus peinados con semillas para sembrar en los palenques, o las poblaciones formadas por cimarrones. También escondían pepitas de oro que conseguían en las minas

Todavía hay vestigios de las “brújulas peludas” usadas por los cimarrones del siglo XVII.

En San Basilio de Palenque las mujeres conservan al menos 60 peinados con distintos significados que van desde el alboroto hasta la prosperidad.

Los apretados nudos de sus rizos son un símbolo de libertad.

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