¿Llegó el momento de cambiar a Meade? Parece que el terror llevará a eso al PRI

REUTERS/Ginnette Riquelme
REUTERS/Ginnette Riquelme

Estamos en el curso de tercera semana de las campañas que se disputan la presidencia de México y el caso que llama la atención y genera preocupación entre la élite del poder es el de José Antonio Meade, candidato del PRI-PVEM- Panal e impulsado desde Los Pinos y diversos grupos empresariales, quien desde el arranque de los procesos electorales se mantiene en tercer lugar, según diversas encuestas, en las que aparece con un rezago de 6 a 10 puntos, respecto del segundo lugar o registra
retroceso.

El hecho de que el candidato del PRI no avance en las preferencias electorales, dice el periodista Salvador García Soto en su columna de El Universal, ha motivado que surjan “importantes voces que desde el PRI y el gobierno piden “revisar qué está pasando” con la candidatura de Meade y “tomar decisiones drásticas” en caso de que su abanderado no levante en la intención del voto.”

Entre las decisiones alternativas que se podrían tomar, señala el periodista, se habla de “una posible sustitución del candidato, por otro abanderado de su partido, hasta una negociación política, al más alto nivel, para lo que ahora parece descabellado, pero que está siendo propuesto por grupos del sistema, una “alianza de facto” con el segundo lugar (Ricardo Anaya Cortés, candidato de Por México al Frente) como un último y desesperado recurso para enfrentar y tratar de alcanzar al puntero, hasta ahora imparable, Andrés Manuel López Obrador.”

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El evento que podría precipitar la determinación de sustituir a José Antonio Meade o dejarlo en la disputa electoral, es el debate que se llevará a cabo el domingo 22 de abril, del que el candidato del PRI debe salir con el triunfo que lo lleve al segundo lugar en las encuestas, si desea continuar con su campaña, solo así podrá mantener el apoyo de los poderosos grupos que lo impulsan desde el
gobierno y la empresa.

El rezago de Meade en las encuestas explica que los spots de su campaña en los medios, estén promoviendo el miedo entre los ciudadanos, en los que se dice que dejará en libertad a los delincuentes o cancelará la reforma educativa, reproduciendo con ello la estrategia de propaganda que llevó en 2006 a Felipe Calderón a la presidencia.

La estrategia de promoción del miedo da credibilidad a la interpretación que indica que la agresión que se llevó a cabo en contra de la campaña de Meade en Oaxaca, por parte de algunos maestros de la CNTE, fue un montaje para poder argumentar que el promotor de la violencia en la campaña por la presidencia es Andrés Manuel López Obrador.

La presencia de Jaime Rodríguez Calderón, “El Bronco”, en la boleta electoral también se puede entender como un intento por “bajar” en las encuestas a López Obrador e impulsar la candidatura de Mead hacia el segundo lugar, los interesados en su campaña hacen lo necesario para mantenerse en el poder.

El discurso que se maneja en el ámbito empresarial es de incertidumbre para los inversionistas, en caso de que llegue a la presidencia el candidato de Morena y se habla de fuga de capitales si esto llega a suceder, debido a que revisaría los contratos signados entre el gobierno y los empresarios, cuestionados por López Obrador, quien afirma que son fuente de corrupción.

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El caso emblemático de la intención de López Obrador es el relacionado con la auditoria de contratos para la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México y su propuesta de cancelar la obra y realizarla en el Aeropuerto de Santa Lucía, perteneciente al Ejército y la Fuerza Aérea, lo que ha encontrado múltiples argumentos de oposición, a los que se agregó el empresario
Carlos Slim, uno de los más poderosos de México y el mundo, quien dijo que detener la construcción era frenar el crecimiento del país y aseguró que permitirá detonar el desarrollo económico y social de una población de 5 millones de habitantes, hoy marginados.

El primer debate entre los candidatos a la presidencia será el indicador del escenario para la permanencia o el cambio de régimen de gobierno. Para José Antonio Meade significa quedarse y luchar para escalar al segundo lugar y desde ahí, tratar de alcanzar el puntero que, según las encuestas, sigue creciendo o hacerse a un lado para que alguien lo sustituya con un discurso radical que logre impactar en la credibilidad de los ciudadanos, con el argumento del miedo.