Lepra, el viejo enemigo de la humanidad que ataca a los chimpancés
La lepra es una enfermedad ignominiosa de la que aún hoy desconocemos casi todo. Cuando en la década de los 80 se dio con una combinación de antibióticos con las que se la podía mantener a raya, los investigadores (o mejor dicho las farmacéuticas) perdieron el interés en el estudio de esta antigua enfermedad. Desde entonces el número de infectados con la bacteria Mycobacterium leprae ha descendido en picado, por fortuna para nosotros pero no tanto para otras criaturas.
Me explico. Como si se tratase de una obra de ciencia ficción dirigida por Ridley Scott, el origen de la bacteria que causa esta enfermedad (que creíamos única, aunque en 2008 se descubrió que otro organismo llamado Mycobacterium lepromatosis tenía la misma capacidad dañina) es incierto. Los expertos en genética evolutiva han descubierto que el pequeño genoma de esta bacteria le permite adaptarse relativamente bien a nuevas especies huéspedes, y que de hecho la bacteria puede haberse originado hace millones de años, un tiempo en el que no existían los humanos.
Luego todos conocemos la historia. Hace unos pocos cientos de miles de años el patógeno causante de la lepra se adaptó tan bien a esa nueva especie de primate, que prosperaba y aumentaba en número por todo el planeta, que terminó por convertirlo en un mal netamente humano. Y así fue hasta que los avances en medicina la pusieron en apuros, acorralándola y forzándola a buscar nuevos huéspedes en los que prosperar.
¿Dónde viven ahora estas micobacterias? Preguntadle a los armadillos de 9 bandas americanos por ejemplo, o a las ardillas rojas británicas. Estas criaturas han sido contagiadas por una bacteria inicialmente adaptada solo a humanos, que ha logrado dar el salto zoonótico. ¿O es que creíais que solo nosotros enfermábamos con bacterias provenientes de otras especies?
Por desgracia, acabamos de descubrir que esta horrible enfermedad también ha alcanzado a nuestros primos los chimpancés, o al menos a dos grupos diferentes (aislados entre sí) que viven en libertad en su hábitat natural del África occidental. El primero se descubrió en Guinea Bissau y el segundo a cientos de kilómetros, en Costa de Marfil.
En 2017, el científico conservacionista Kimberley Hockings observó preocupado que sus fotografías de los chimpancés del Parque Nacional Cantanhez, mostraban a varios ejemplares con lesiones cutáneas horribles. Unos meses después, su colega Fabian Leedertz, con quien mantenía correspondencia, observó las mismas lesiones en los chimpancés de su lugar de trabajo, el Parque Nacional de Taï en Costa de Marfil. Ambos investigadores acaban de publicar un preprint (que puede consultarse en bioRxiv) con sus hallazgos.
¿Podía tratarse de lepra? Efectivamente, los análisis de muestras de heces confirmaron que en ambas colonias existían ejemplares infectados con esta enfermedad. ¿Cómo enfermaron? Esa es la pregunta realmente importante, puesto que es bastante improbable que haya sido a través de humanos. Las dos comunidades de primates viven alejadas de los asentamientos humanos, en zonas protegidas, y además no existe constancia ni de leproserías ni de humanos infectados en las cercanías. Todo parece indicar pues que las temidas micobacterias han encontrado una criatura (aún desconocida) que actúa como reservorio, y desde la cual han infectado a los chimpancés.
Volviendo sobre los dos grupos de chimpancés citados, Hocking y Cantanhez han descubierto que los genotipos del patógeno no parecen estar relacionados entre sí. Además, tanto el de Guinea Bissau (del tipo 2F) como el de Costa de Marfil (del tipo 4N/O) son muy raros en humanos. El genotipo que afectó comúnmente a nuestra especie en la edad media, llamado 3I, es por cierto el mismo que ataca a los armadillos americanos y a las ardillas rojas británicas.
¿Conclusión? Los científicos creen que efectivamente los humanos ya no son el portador principal de la temidas Mycobacterium lepromatosis y Mycobacterium leprae. ¿Quién o qué está diseminado el patógeno por la selva africana entonces? No se sabe, aunque ambos se han propuesto encontrarlo.
Entre los posibles candidatos se encuentran los ratones, ya que hoy por hoy la única forma de multiplicar el patógeno que conocen los científicos es inyectárselo en las almohadillas de las patas a estos roedores (aunque también se pueden emplear armadillos). Y es que como digo seguimos sin tener ni idea de cómo se contagia la lepra, de hecho ni siquiera somos capaces de cultivar al patógeno en un laboratorio.
Lo que sí parece claro es que, afortunadamente, no resulta fácil contagiarse. Al parecer es necesaria mucha exposición a un enfermo y durante un tiempo prolongado, para contraer la enfermedad. Para evitar riesgos innecesarios, los dos autores del trabajo mantuvieron una distancia de seguridad de 6 metros con los chimpancés infectados.
Me enteré leyendo Science.