Kylian Mbappé, el PSG y los peligros de un matrimonio sin amor

Esta vez, Kylian Mbappé va en serio. Las noticias del jueves sobre su decisión de abandonar el París Saint-Germain, el equipo de su ciudad natal, tal vez hayan traído consigo una sensación inconfundible de déjà vu.

Por supuesto, dado el contexto, la respuesta cínica también es la sensata. Después de todo, Mbappé ya tiene antecedentes. La última vez que el PSG y él estuvieron al borde del abismo fue hace menos de dos años: ya estaban empacadas las cajas, el escritorio vacío, la tarjeta de despedida firmada.

Pero luego, justo cuando el Real Madrid estaba preparando el Bernabéu para una presentación festiva, Mbappé dio un paso atrás. No se sabe a ciencia cierta qué lo convenció de quedarse en París en 2022. Tal vez fue la intervención de Emmanuel Macron, el presidente francés. Quizá fue la promesa de tener una influencia inusual en la política de transferencias del club (Mbappé siempre ha negado con vehemencia que este haya sido el caso).

En todo caso, allí estaba, sujetando una camiseta junto con Nasser al Khelaifi, presidente del PSG, mientras repetía tantas veces la misma historia de que nunca podría dejar a su equipo, su ciudad y su país que, al término de la conferencia de prensa, Mbappé probablemente también se la había creído. Hasta ahora, no hay ninguna razón para creer que esta situación no se repetirá en un plazo de cuatro a seis meses.

Sin embargo, vale la pena examinar el hecho de que estemos aquí de nuevo, y tan pronto. Primero que nada, ilustra cuán extrañamente carente de amor parece haber sido la unión entre Mbappé y el PSG. Cuando llegó al club, en 2017, se podía observar un romance a pesar del vertiginoso remolino de ceros y comas necesarios para escribir las cifras involucradas.

Después de todo, era el más grande de los chicos de los suburbios, el hijo pródigo de París: nacido y criado en Bondy, en la desatendida periferia de la ciudad, ahora regresaba a casa como un héroe conquistador, una superestrella en ciernes. No solo iba a ser el símbolo de lo que el PSG quería ser, sino también de su origen.

No obstante, el sentimiento que ha predominado en los últimos siete años ha sido claramente transaccional. El PSG le dio a Mbappé una presencia permanente en la Liga de Campeones —por lo general, solo hasta la primera ronda eliminatoria, pero no es poco—, también un montón de campeonatos de Francia y el tipo de adulación y oportunidades de desarrollo de una marca personal acordes con su estatus.

Mientras tanto, la presencia de Mbappé actuó como prueba de la potencia del PSG, su virilidad, su autenticidad como el superclub moderno que sus patrocinadores cataríes siempre habían imaginado. Había algo en la relación para ambos, pero casi nunca pareció ir más allá de eso. Ambas partes hablaban de un vínculo emocional, pero parecía existir más en la teoría que en la práctica.

Es cierto que eso pudo ser distinto si el acuerdo hubiera cumplido las esperanzas que ambas partes depositaron en él. Durante su estancia en París, Mbappé se ha convertido en uno de los atletas más comercializables y reconocibles del mundo. Sin lugar a dudas, es uno de los jugadores más talentosos de su generación.

Aun así, en retrospectiva, es difícil determinar con certeza cómo comprobarlo, más allá de su colección de campeonatos franceses y su cuenta bancaria. Ha anotado cientos de goles y creado otros tantos. A menudo ha demostrado ser decisivo en los partidos, siendo el ejemplo más reciente el miércoles, cuando llevó a su tambaleante equipo a la victoria contra la Real Sociedad en la Liga de Campeones.

Sin embargo, elegir un momento icónico y definitorio es más complicado. La mayoría de sus logros a nivel nacional están marcados por el hecho de que el éxito del PSG en esencia es inevitable, y en lo que respecta a la Liga de Campeones, todos y cada uno de los triunfos anteriores del club han demostrado ser tan solo una estación de paso en un viaje hacia la decepción.

En cambio, los interludios gloriosos en la carrera de Mbappé —las cosas por las que sería recordado si se retirara mañana— han llegado con la selección francesa, tanto de camino a la victoria en la Copa del Mundo de 2018 como en la decepción final en Catar, cuatro años después. No hay razón para avergonzarse; después de todo, se recuerda más a Pelé a nivel internacional con el uniforme amarillo de Brasil que con el blanco del Santos.

Con todo, tal vez sea acertado suponer que no es exactamente lo que Mbappé quería de su carrera; sin duda, no es lo que tenía en mente el PSG cuando convirtió a un joven de 18 años en el segundo jugador más caro de la historia en el verano de 2017. Se suponía que Mbappé, junto con Neymar primero y también Lionel Messi después, iba a convertir al club en una auténtica superpotencia a la altura del Real Madrid, el Bayern Múnich y los gigantes de la Liga Premier.

No ha sido así. Sin importar cuánto dinero haya invertido el club en el problema, cuál entrenador haya nombrado —Mbappé ya va en el sexto— ni qué estrategia haya adoptado en el mercado de transferencias, el PSG no ha logrado colarse en la élite. Nunca ha logrado ser campeón de Europa. A veces incluso se ha acercado peligrosamente a ser una especie de chiste recurrente. En definitiva, no es lo que Catar tenía en mente cuando se embarcó en su aventura futbolística.

Por lo tanto, es difícil resistir la tentación de leer la historia de Kylian Mbappé y el PSG como un cuento con moraleja. De igual forma, podría representarse como una parábola en torno a que el beneficio mutuo no es lo mismo que el amor, como una obra moral sobre la influencia distorsionadora del dinero y como un caso de estudio deportivo sobre la funcionalidad limitada del polvo de estrellas como material de construcción.

Tal vez al final resulte que esta historia no es nada de lo anterior. Todavía no sabemos cómo acabará. Después de todo, ya hemos pasado por esto. Mbappé también hablaba en serio en aquel entonces. Estaba decidido. Iba en serio. Iba a cumplir su sueño de la infancia de jugar en el Real Madrid. Iba en busca de otra historia de amor.

Y luego dio un paso atrás en el último momento. La oferta del Real Madrid no fue tan persuasiva y ninguna otra oferta se le acercó a la de los merengues. Hasta para las carretadas de efectivo de la Liga Premier, el dinero necesario para que funcionara un acuerdo por Mbappé era demasiado para considerarlo, y Mbappé quería un contrato que reflejara su valor.

Sin embargo, el valor no es una cifra fija. Depende por completo del contexto. Resulta que Mbappé vale más para el club de su ciudad natal que para cualquier otro. De hecho, es esa realidad lo que está en la raíz de su relación: un acuerdo, en términos generales, sobre su valor. Tal vez esta vez será distinto.

Quizá deba sacrificar algo más para pulir su legado o, tal vez, una vez más, descubrirá que, por mucho que quiera irse, su precio es demasiado alto. Probablemente, pese a todo el desamor y las promesas incumplidas, quien para muchos es el mejor jugador de su generación tal vez no tenga otro lugar a donde ir.

c.2024 The New York Times Company