“Justicia por las que caímos con este supuesto doctor”: “rey del parto inducido” suma 50 casos y debe ir ante juez

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A más de un año de que se hicieran públicas diversas acusaciones de negligencia y violencia obstétrica contra el ginecobstetra Jesús Luján Irastorza, conocido como el “rey del parto inducido”, y a más de siete meses de la integración del colectivo Con Ovarios, que aglutina a varias de sus denunciantes, los casos no han dejado de acumularse. En tanto, él deberá presentarse hoy ante la justicia.

En total, la agrupación conserva hoy un archivo con entre 50 y 60 casos, considerando aquellos de los que tuvieron conocimiento mediante mensajes directos a través de sus redes sociales. Como se documentó desde que se hicieron públicos los casos, entre ellos se cuentan inducciones mediante suministro de medicamentos sin consentimiento, procedimientos innecesarios, tratamientos experimentales en materia de reproducción asistida y mujeres que igualmente pueden dar testimonio –como lo hicieron algunas en las primeras entregas de esta investigación– del fallecimiento de sus bebés. 

En tanto, como parte del proceso legal que se sigue en su contra desde finales del año pasado, este lunes 1 de julio el médico deberá presentarse ante un juez, pese a sus esfuerzos dilatorios.

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Aunque desde mayo un juez había ordenado su presentación para después definir la fecha de una primera audiencia, Luján Irastorza se excusó largamente por condiciones de salud, para las que presentó un justificante que, ahora se sabe, fue alterado.

Mediante el testimonio de la doctora que lo expidió gracias a un requerimiento del juez, se pudo corroborar que fue otorgado para una cantidad mucho menor de días, lo cual constituye presuntamente un delito federal. Ante ello, la Fiscalía General de la República ya fue notificada para que investigue ese hecho por separado, además de las diversas denuncias penales que pesan en su contra.

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“Me es presentada una receta con fecha 31 de mayo 2024, que no es la original de la cual yo expedí, en la cual denota alteración en el apartado de recomendaciones de reposo, si bien se emitió un reposo tras la atención médica, este fue emitido por un lapso de siete días y en la que me es presentada especifica otro lapso de tiempo”, se lee en el documento que consigna el proceso y del cual Animal Político tiene copia.

“En virtud de lo anterior —se determina—, requiérase al quejoso Jesús Estuardo ’N’ para que el próximo uno de julio de dos mil veinticuatro, se presente a registrar su firma en las instalaciones que ocupa este juzgado de Distrito y dentro de los tres días siguientes a dicha fecha comparezca ante el juez de control”.

Para las mujeres que integran Con Ovarios, especialmente para quienes han presentado denuncias penales y demandas civiles contra el médico, este es un antecedente más que lleva a cuestionar la confianza –afirman– en las acciones profesionales y legales del ginecobstetra, pues pone en entredicho su forma de conducirse ante las autoridades.

Entre los testimonios acumulados, el colectivo cuenta, por lo menos, 17 inducciones sin consentimiento, seis decesos de bebés, 15 procedimientos innecesarios, ocho diagnósticos falsos y muchas otras violencias

Las historias de Eve y Verónica son muestra de los múltiples testimonios que se han sumado en más de 15 meses desde que el caso fue difundido.

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documentos doctor parto inducido
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Eve: “todo era ‘todo va estar bien’, y no estuvo bien”

En 2014, Eve llegó al consultorio de Luján por recomendación de unos amigos que habían recurrido a él para temas de fertilidad. Su carisma y amabilidad inicial la convenció, porque “está totalmente entrenado para que le creas”. Su pareja y ella sencillamente buscaban a alguien que pudiera ofrecerles un parto humanizado y tener a su bebé en agua. 

Todo iba muy bien; aunque a veces la revisaba solo alguien de su equipo, él pasaba al menos a saludar, así que tenía confianza. Para el sexto mes de embarazo, comenzó a observar demasiada hinchazón en sus piernas, ante lo que su doula mostró extrañeza, aunque al doctor no le parecía un síntoma atípico.

Ante su inquietud, Luján la atendió personalmente y detectó que tenía la presión muy alta, por arriba de los 200. Le recetó algunos medicamentos y reposo para controlar. También le pidió tomarla tres veces al día y enviársela; después, incluso ir todos los días a revisión. Un par de veces le solicitó internarse, sin explicitar en ningún momento que se trataba de una situación riesgosa. 

“Nunca fue un tema de que fuera un problema”, recuerda Eve. En una de esas citas –todavía con la presión alta–, el médico le dijo que ya escuchaba el corazón de su bebé, pero se estaba alentando, por lo que era mejor hacer una cesárea inmediata para que pudiera vivir. Su mamá y su esposo la acompañaron en la cirugía. 

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Violencia obstétrica, colectivo Con Ovarios.
Colectivo Con Ovarios

 

El bebé nació muy pequeño, por lo que tuvo que ser atendido en una incubadora. Eve seguía internada en el hospital y dada la circunstancia, sin poder verlo más que tres veces al día. Finalmente, Luján le indicó que ella ya tenía que irse a casa, pero Leo, su hijo, debía quedarse, no sin antes subrayar que iba “muy bien”. 

“Todavía me acuerdo que cuando nos iban a hacer la cesárea, mi esposo y yo le preguntamos a Luján que si nos recomendaba tenerlo en Bité (la clínica del médico), o si pensaba que por el problema de su corazoncito nos recomendaba irnos a otro hospital que fuera mucho más especializado, más grande”, cuenta Eve. El médico dijo que no, aseguró que ahí estaría todo perfecto y la pareja decidió confiar. 

Cuando Leo nació, ya era 2015. En la incubadora respondía bien pese a que estaba conectado a muchos apoyos para mantener su vida. Doce días transcurrieron así; en el treceavo, sus papás fueron a verlo en la mañana y lo observaron muy inquieto, pero según los doctores era normal. En una nueva visita por la tarde, les indicaron que regresaran hasta el otro día. 

Sin embargo, a las 4 de la mañana se comunicaron con ellos para decirles que Leo estaba muy mal. Cuando llegaron al hospital, ya había fallecido. “Eso es lo que más me duele, porque no dejaron que estuviéramos con él cuando estaba vivo; algo hicieron, pero nos avisaron cuando ya estaba muerto, y en ese momento obviamente te da coraje, pero tienes tanta tristeza que no lo asimilas”, relata la mamá de Leo.

Ese mismo día tuvieron que velar al bebé, al mismo tiempo que enfrentaban el tema de liquidar los costos. Cuando recurrieron a Luján para preguntar qué había ocurrido –el bebé había fallecido en un puente, en el que no había suficientes doctores–, les dio “mil explicaciones que no cuadraban”: que había sido la placenta, que en realidad “mi bebé casi casi había dado la vida por mí, y siempre era una versión distinta”.

Más o menos un mes después, el ginecobstetra incluso se aventuró a decir que el cuerpo de Eve estaba perfecto, recomendándole que cuando quisiera podía volverse a embarazar. “No es posible; esa parte ya no nos gustó, y no nos gustó que nos diera muchas versiones de lo que había pasado, yo estaba bien, pero me dio medicamentos que no habían funcionado”, relata.

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Alrededor de un año después visitó a otro ginecólogo que le aseguró que había tenido una preeclampsia severa que nunca fue diagnosticada. Un médico más ratificó el diagnóstico y señaló que el tratamiento debió haber sido inyectado y con reposo absoluto, para evitar que el bebé se esforzara. Luján nunca había pronunciado esa palabra, subraya ella. “Todo era ‘todo va a estar bien’ y no estuvo bien”, concluye.  

Durante una entrevista radiofónica de Animal Político basada en la primera publicación, en abril de 2023, en torno a las violencias del médico, su corazón empezó a vibrar, según lo describe ella misma. “No tenía idea de nada, y como para mí la versión que me dieron era la única que había, empecé a seguirlos y escribí a Con Ovarios”, relata hoy.

“Ahora que sale todo esto, te das cuenta de que sí hay coincidencias en los casos, y que no es justo que ese pseudo doctor siga como si nada, cuando no es solamente mi bebé; es todo lo que pasa después”, lamenta ahora Eve.

Luego del suceso, aclara, todo el tiempo se cuestionó si debía promover una queja, porque en el fondo sabía que algo no había estado bien, y porque el médico tenía cierto prestigio y un equipo de colaboradores, pero el dolor era tan abrumador que al final no pudo hacerlo.

Ver, tras casi 10 años, la difusión de los casos y las denuncias penales que han detonado mediante la organización de Con Ovarios la hace pensar en que “todo cae por su propio peso”, al tiempo que celebra que se esté alzando la voz y que se vislumbre un poco de justicia. El episodio marcó de tal manera a la pareja que decidieron no volver a tener hijos: “En la vida que sigue, nunca vuelves a ser igual”, remarca Eve.

rey parto inducido Jesús Luján Irastorza
Foto: tomada de @drjlujan

 

Verónica: “me da mucha impotencia que siga libre y ejerciendo”

En 2016, Verónica vivía su primer embarazo con toda normalidad, al principio con un médico diferente. Desde entonces planeaba irse a Estados Unidos, donde reside ahora. Poco antes, tomó un curso psicoprofiláctico en compañía de su esposo, donde le contaron de “este doctor maravilla y toda su ideología del parto humanizado”.

Atraída por la idea de que todo fuera natural, lo buscó en su clínica Bité –donde, le habían presumido, tenía su propia tina para partos en agua–. La idea se escuchaba muy romántica, admite, y el estilo personalizado, casi “boutique” del lugar, los convenció. Sus primeros estudios ahí, alrededor de la semana 28, salieron perfectos.

Cerca de la 31, tuvo una ruptura prematura de membrana, por lo que empezó a expulsar líquido. Apenas conocía al médico de un par de consultas, y él la mandó directo a la clínica. Una doctora que estaba de guardia la recibió, y le comentó que primero debían asegurarse de que, efectivamente, se trataba de líquido amniótico.

Transcurrieron algunas horas antes de la confirmación. Decidieron entonces darle antibiótico, pero al no poder canalizarla, las enfermeras que estaban de guardia en la noche la dejaron sin el medicamento hasta el día siguiente. Una vez que llegó el doctor, la tranquilizó, le aseguró que todo estaría bien y que controlarían la ruptura con medicamento y reposo.

“Me vendió una historia muy alejada de la realidad y yo nunca me imaginé lo que se me venía encima. Fue horrible, porque ahora que ya lo veo en retrospectiva, creo que nunca fue honesto y tampoco fue sincero en explicarme realmente lo que estaba pasando, los riesgos y lo que podía pasar de que mi bebé iba a poder nacer en cualquier momento”, relata Verónica.

Después, cada paso se convertiría en baldes de agua fría, porque ella pensaba que todo estaba bajo control y bien. Había llegado a la clínica un jueves en la noche, madrugada ya del viernes; pasó ahí ese día y todo el sábado, le hicieron varias pruebas de sangre y le dijeron que sus glóbulos blancos estaban elevados, lo que indicaba riesgo de infección. 

Entonces, le aseguraron, debían inyectarle un medicamento de manera preventiva para madurar los pulmones de su bebé. Más tarde, un neonatólogo la visitó: “Fue la primera conversación que yo tuve mucho más franca”, recuerda. 

Ese médico fue el primero en decirle que era probable que su bebé naciera en las siguientes horas, pero también la tranquilizó, pues le aseguró que por el número de semanas que tenía, había mucha probabilidad de que su bebé saliera adelante. También llamó su atención respecto a la clínica, pues –infirió– en un hospital tendría mejores cuidados intensivos; sin embargo, ya era tarde para trasladarla.

“Desde ahí empecé súper inquieta, porque me estaba dando a entender que en esa clínica quizá no tenían todos los cuidados neonatales necesarios”, comenta. Para la noche del sábado ya estaba expulsando mucho más líquido y, con mucha preocupación, le suplicaba a las enfermeras que le informaran al doctor e hicieran algo. Finalmente, accedieron a un ultrasonido, donde comprobaron que la bebé ya había perdido una cantidad importante de líquido; en el monitor fetal, que Verónica podía ver, su ritmo cardiaco seguía estable. 

Conforme perdía más líquido, empezó a sentir que la bebé se movía menos; ahora sabe que para ese momento ya experimentaba sufrimiento fetal. Su parto también ocurrió durante un puente del 20 de noviembre, por lo que hasta ahora no está segura de si eso influyó para que hubiera menos personal en la clínica y ella recibiera la atención oportuna; además, Luján llegó hasta el mediodía del domingo.

Quiso hacerle un nuevo ultrasonido –pese a que el primero había levantado alarmas desde las 6 de la mañana–. En cuanto lo empezó, reconoció que se necesitaba una cesárea de emergencia. “Se me vino el mundo encima, porque él me había vendido otra historia, me aseguró que con unos días de reposo volvería a mi casa y mi bebé nacería en la fecha esperada”, remarca. Sofía nació durante la cesárea de emergencia, pero el médico insistió en que estaba bien, tenía buen peso y la sacarían adelante.

A Verónica no la dejaron cargarla, y después ya no volvería a verla. En adelante, todo fue viniéndose abajo –según describe ella misma–, porque a las pocas horas de haber nacido presentaba ya una complicación respiratoria por tanto tiempo de sufrimiento fetal. Trataron de estabilizarla, mientras su mamá vivía complejidades del mismo tipo, al punto en que uno de sus pulmones colapsó.

Verónica siguió muy mal, aunque pensaba que todavía era parte del posparto, y fue hasta el momento en que su suegro –también médico– llamó la atención sobre sus labios morados que el personal de la clínica se movilizó. “Eso fue al día siguiente, porque yo me acuerdo que mi bebé nació, yo empecé a sentirme mal, pasamos toda la noche así, yo con mucha fiebre, con dificultad respiratoria, y al día siguiente fue que mi suegro me vio”, relata.

En algún punto de ese lapso, médicos de varias especialidades entraron al cuarto y le revelaron que la situación no era fácil. Se estaba complicando porque la bebé había entrado en un choque séptico. A los 10 minutos, recibieron una llamada para bajar a despedirse de la bebé. “Bajamos y el cuadro estaba muy feo: mi bebé ya no estaba conectada a ninguna máquina y le tenían como un aparato que le estaba bombeando aire”, recuerda Verónica.

Lo más triste, dice, es que su suegro se había dado cuenta de que cuando bajaron a despedirse de su hija Sofía, ella en realidad ya había fallecido. “Ellos todavía tuvieron el descaro de hacernos creer que la estaban reanimando, entonces para mí eso fue devastador”, asegura. Después de eso, dadas sus propias complicaciones, Verónica estuvo una semana debatiéndose entre la vida y la muerte en terapia intensiva. 

Fue hasta el paso de varios días que empezó a asimilar la muerte de Sofía. Antes de dejar el hospital, Luján le expuso su teoría de lo que había pasado: sospechaba que ella tenía una trombofilia –misma explicación que, según se ha documentado en otros testimonios, ha dado en muy diversas ocasiones–, lo que seguramente había afectado su placenta por falta de oxígeno. Le aseguró que todo iba a estar bien, y que él tenía el tratamiento más efectivo para que no volviera a ocurrir.  

“En ese momento yo, la verdad, estaba súper shockeada. Siempre tuve ese sentimiento de que los doctores no actuaron oportunamente, que no sacaron a mi bebé a tiempo, que la dejaron tener sufrimiento fetal, pero ahora pienso que Jesús es un manipulador profesional que sabe cómo envolverte para salirse por la tangente. Hasta la fecha no sé cómo me envolvió en esa historia de que la causa de la muerte de mi hija fue por mi supuesta trombofilia”, lamenta.

Tras irse a vivir a Estados Unidos, más adelante tuvo otros dos embarazos perfectos, sin complicaciones ni necesidad de tratamiento alguno, más que en el inmediato siguiente, bajo la aclaración de su médico de que si la hacía sentir más tranquila, no le haría ningún daño. Lo hizo porque la historia de la trombofilia no había dejado de preocuparla, pese a que el nuevo médico descartaba que hubiera estado relacionada con lo que había sucedido. Para el último, ya no lo hizo.

“Me da mucha impotencia saber que muchas otras mujeres pasaron por situaciones similares con él, donde estuvo desaparecido ante emergencias médicas, donde hubo mucha falta de atención, suministro de medicamentos que no eran; mucha impotencia sobre todo que siga libre y ejerciendo… 

“Yo sé que nada me va a regresar a mi hija, ni aunque lo metan a la cárcel ni aunque le den sentencia perpetúa, pero lo único que queremos es justicia por la vida de mi hija Sofía, y por todas las mujeres que hemos sufrido consecuencias graves tras caer en las garras de este supuesto doctor”, apunta Verónica.