Joven floreador sigue los pasos de la cultura ecuestre de Joaquín Murrieta
Si viste a los jinetes apostados en semicírculo en el estacionamiento de grava de la tienda Half Way, Junior Jiménez era la versión menos probable de Joaquín Murrieta, el forajido de fábula que merodeaba por estas tierras áridas y yermas del oeste del Condado de Fresno hace 17 décadas.
Jiménez, de 10 años, quien cursa sexto grado en Eastin-Arcola Elementary School de Madera, apenas mide 5 pies, incluso con las botas de vaquero puestas.
A diferencia de Murrieta, no es buscado por la ley. Además, lleva el pelo recortado y faltan muchos años para que se preocupe por bigotes o barbas.
Sin embargo, Jiménez muy bien pudiera ser el eslabón que mantenga vivo el legado de Murrieta para su generación.
Y es que la cultura ecuestre corre por sus venas.
“Mi papá me metió en la hípica”, dijo Jiménez minutos después de subirse a Prieto, su caballo, y asombrar a sus compañeros haciendo girar una reata y un lazo.
Empezó a practicar el floreo de reata hace unos cinco años. Su padre, José, le ha estado enseñando.
¿Qué quieres hacer en el futuro?
“Montar a caballo”, respondió Jiménez sin dudar.
Eso le parece bien a José Jiménez, un maquinista de 38 años que espera su primer nieto.
“Me gusta la cultura. Traigo a mis hijos. Nacieron montando”, dijo José. “Me gusta enseñar a mis hijos la cultura de la historia de México y de la historia de Estados Unidos”.
Quiere que sus tres hijos, incluido Junior, experimenten la cultura ecuestre que él probó por primera vez hace 20 años.
“Es importante para mí porque enseña a mis hijos mucha estructura, disciplina y responsabilidad”, dijo José. “Mis hijos no juegan videojuegos. Florean la reata. Limpian los establos”.
Él tenía 17 años cuando compró su primer caballo, en un esfuerzo por continuar la tradición heredada de su padre y su abuelo, que eran originarios de Guanajuato, México.
José aprovechó la oportunidad de participar en la peregrinación a caballo, ahora en su 45ª edición, hace unos cinco años. Naturalmente, también involucró a sus hijos.
Hace seis años, empezó a criar caballos.
“Para mí, tener un caballo no es caro. Tener hasta dos caballos no es caro”, dice José. “Una vez que te metes en la cría y cosas así, se vuelve un poco caro”.
La música es imprescindible para los jinetes
La cabalgata se inició en 1978 para llamar la atención sobre la difícil situación de los trabajadores del campo que vivían en casas móviles sin electricidad ni agua corriente. Desde entonces, el evento ha promovido los derechos de los inmigrantes, la equidad social y otros temas.
Los elementos constantes son los caballos, el clan Orozco (el difunto Julián Orozco formaba parte de los jinetes originales) y la música.
Los jinetes disfrutaron de la animación musical de Benancio Esparza y su grupo (el líder de la banda es hermano del líder de Bronco, José Guadalupe Esparza) en la tienda Half Way Store, al sur de Three Rocks.
Cuando los jinetes regresaron a Three Rocks, la Banda La Talpeña de José Soleno amenizó con rancheras y corridos desde lo alto de un tráiler de plataforma.
Algunos jinetes mostraron la habilidad de sus caballos para bailar al son de la música.
La pandemia no detuvo la cabalgata.
La cabalgata se celebra tradicionalmente el último fin de semana completo en julio.