José Daniel Ponce: jugó en San Lorenzo, Boca y Estudiantes, fue entrenador cuando se retiró y ahora trabaja en una minería de renombre en Chile
Recibido de entrenador de fútbol en la Escuela Osvaldo Zubeldía ubicada en La Plata en el 2000, tres años después de su retiro como futbolista profesional, José Daniel Ponce nunca se imaginó la vida ni la profesión que actualmente tiene fuera de Argentina como minero, habiendo sido jugador entre 1980 y 1997. Pero le hace frente al desafío y, en diálogo con LA NACIÓN, afirma: “Formé nuevamente familia en Chile y me vine acá. Se hace un poco más difícil, pero las circunstancias de la vida me llevaron a trabajar y tengo varios trabajos”.
Tras haber defendido la camiseta de 10 clubes por 17 años ininterrumpidos, el “Bocha” llegó a la minería a través de un amigo que trabajaba en ese rubro y confiesa las ventajas que posee allí: “Se paga mejor, se respeta los descansos y, pese a las largas distancias, hay muchas medidas de prevención tanto en salud como en confort”. Y, de cara al futuro, pretende seguir instalado en la minería por un plazo de cuatro años o más si puede.
“Gracias a Dios, todos los jefes se portaron muy bien conmigo, conocí gente muy buena, siempre se preocuparon por saber de mí y conocerme como soy, creo no haberlos defraudado”, asegura Ponce, quien gracias al oficio mencionado, puede “ayudar en el desarrollo de la educación” de sus hijas, que son su “mayor preocupación”.
En relación con el trabajo minero, que no lo considera como su segunda pasión, José afirma que le permite desarrollarse y aprender. Y fuera de eso, el exfutbolista trabajó también en educación ejerciendo de entrenador, tanto como iniciador, formativo y en el ambiente profesional, además de haber estado en la gerencia técnica de Coquimbo Unido, su amor platónico en el fútbol chileno, donde vivió un año y medio con su gente “futbolísticamente espectacular”.
Además de considerar a Argentina como un lugar al que vuelve seguido por gusto y por seres queridos, Daniel remarca que “en Chile llevo muchos años porque estoy con mis hijas y siempre tuve cariño, respeto y ayuda. Aprendió a conocerlos y es gente buena como en todos lados: los argentinos no somos peritas en dulce tampoco, hay de todo como en todos lados”.
Por otra parte, en relación con el fútbol, Ponce se quedó con la espina clavada de no haber podido jugar en la Universidad de Chile, y agrega que los entrenadores que tuvo en su época siempre propusieron el buen fútbol, tanto en Boca Juniors como en San Lorenzo y Estudiantes de La Plata. “En el Pincha logré mostrarme, crecer, formarme y tener un sentimiento especial inigualable por el club, su gente y la ciudad; en el Xeneize cumplí el gusto de salir campeón y vestir su camiseta tan prestigiosa; y en el Cuervo le di a mi papá la felicidad de que su hijo jugó en el club del que es hincha”.
Justamente esos tres importantes conjuntos le abrieron las puertas a la Selección Argentina a mediados de los años 80, más precisamente entre 1983 y 1986. “Teníamos presión porque los periodistas no querían a Carlos (Bilardo) y algunos le hacían la vida imposible. Pero otros apoyaban y tuvieron que hacerse los boludos en el ‘86 cuando Diego (Maradona) levantó la copa”.
A su vez, a título personal por defender los colores de su país natal, “el disfrute llegó cuando empezamos a mostrarnos en la gira por Suiza, Bélgica y Alemania en 1984. Siempre fue un orgullo y un placer vestir la celeste y blanca. No conozco a nadie que no la quiera”.
Con pasado en Junior FC, Unión Magdalena, Nimes, Huachipato, Everton y Gimnasia y Tiro de Salta, respectivamente, el “Bocha” también tuvo lugar para referirse al retiro del fútbol profesional de la siguiente manera: “No tuve ninguna depresión, me di cuenta de que llegó la hora y me retiré. Me hubiera gustado una despedida, pero no fue. Cuando dejé, me pegó un cachetazo la realidad, se me acabaron los viajes, las comidas, los entrenamientos, los vestuarios y tenés que salir a lucharla”.
A su vez, amplió su visión en lo que significa la educación y cómo lo sintió en carne propia: “Es duro y fue duro no estudiar, por eso no me canso de hablarles a los chicos, estudien, logren algún título universitario para no vivir cosas que realmente duelen, aunque todos aprendemos a vivir de alguna manera”. Y fue más allá: “No trabajé el retiro ni con un psicólogo, salí a buscar cómo traer una moneda a casa. Gracias a Dios, mi familia tuvo la posibilidad que en mis tiempos buenos adquiera casas. El efectivo se va y, si no lo aprendiste a cuidad, pasa la cuenta. Pero no me cortaron las manos ni las piernas”.
Confesor de anécdotas en asados por respeto a sus jefes y colegas mineros, el nacido en Godoy Cruz, Mendoza, hace 61 años, “el oficio es como todos: hay que aprender, estar atento y es muy importante la prevención. Pensar, ver, ejecutar, comunicarse, no dejar de visualizar y estar metido. Nada de apuros y siempre seguros. Es una motivación aprender otra cosa y eso me ayuda”.