Los jóvenes están perdiendo la fe en la democracia. Esto es lo que hay que hacer | Opinión

A estas alturas, ya no debería sorprender que los partidarios de Donald Trump no se inmuten ante nada de lo que él diga, por escandaloso que sea.

Mi colega Marianne LeVine habló recientemente con los asistentes a un acto de Trump en Iowa sobre las promesas del ex presidente de que gobernaría como un autoritario en busca de represalias si volviera a la Casa Blanca. Se encogieron de hombros y, lo que es más inquietante, algunos dijeron que darían la bienvenida a un hombre fuerte que pisoteara la democracia.

Para algunos, Trump es Trump. Dijeron que su repetida promesa de gobernar como “un dictador por un día” era una broma. Otros se hicieron eco de la afirmación de Trump de que es el presidente Biden quien constituye la verdadera amenaza para la democracia.

Es cuestionable hasta qué punto resonarán en las elecciones de 2024 las urgentes advertencias de que el país pudiera estar “caminando sonámbulo hacia la dictadura”, como dijo la ex congresista Liz Cheney.

En sí mismo, “es poco probable que sea un argumento tremendamente impactante”, dice Matt Bennett, del grupo de análisis de centro-izquierda Third Way. Pero dejemos a un lado la cuestión táctica de cuánto importará todo esto el próximo noviembre y planteémonos otra: ¿Cuánto les importa realmente la democracia a los estadounidenses?

La respuesta es inquietante: Cada vez menos, especialmente a los jóvenes.

En las últimas décadas, se ha producido “una pequeña pero constante erosión del apoyo” a la democracia, no solo en Estados Unidos sino en todo el mundo, dice Eric Plutzer, politólogo que dirige la Encuesta del Estado de Ánimo de la Nación para el Instituto McCourtney para la Democracia de la Universidad Estatal de Pennsylvania.

La encuesta más reciente, realizada en noviembre de 2022, reveló que el 78% de los encuestados afirmaba que la democracia es “el mejor sistema político en todas las circunstancias”. Pero entre el grupo de la Generación Z, de 18 a 25 años, casi la mitad respondió que “da igual” vivir bajo una democracia o una dictadura (28%) o que “la dictadura pudiera ser buena en determinadas circunstancias” (19%). Más de un tercio de los millennials de 26 a 41 años estuvieron de acuerdo con una de esas afirmaciones.

Plutzer señala que esto concuerda con las encuestas que se remontan a la década de 1990. “Los jóvenes siempre se han mostrado menos entusiastas con la democracia”, dijo. “Pero la brecha generacional se ha disparado”.

Parte de la explicación es que los electores más jóvenes no vivieron la Segunda Guerra Mundial ni la Guerra Fría, cuando el autoritarismo parecía amenazar la supervivencia del planeta. En cambio, han experimentado un sistema político estancado que ha sido incapaz de aportar soluciones a los problemas, ya sea el cambio climático o los tiroteos en las escuelas.

Es cierto que la incursión en el Capitolio de Estados Unidos el 6 de enero de 2021 por parte de partidarios de Trump para anular las elecciones presidenciales más recientes dejó claro lo que ocurre cuando se socavan los procesos básicos de la democracia. Pero para los estadounidenses, incluidos los jóvenes, que están menos comprometidos y más desilusionados con el sistema político, las implicaciones de lo que dice Trump –como usar como arma al Departamento de Justicia contra sus enemigos– parecen hipotéticas y abstractas.

Dicho esto, también hemos visto recientemente cómo asuntos concretos pueden atraer a los electores más jóvenes. En las elecciones de Ohio de noviembre, un sondeo a pie de urna de la CNN reveló que los jóvenes apoyaban mucho más que sus mayores la inclusión del aborto como derecho protegido en la Constitución de su estado y la legalización de la marihuana recreativa.

Un funcionario de la campaña de Biden dijo que el equipo del presidente entiende que la democracia se convierte en un tema potente solo cuando los electores la entienden en el contexto de que les quiten sus derechos, como ya sucedió con el aborto, gracias a los jueces nombrados por Trump en la Corte Suprema.

“Es un ejercicio de narrativa”, me dijo. “Lo trágico del tema del aborto es que realmente hay muchas historias tristes que contar”.

Trump también está contando una historia. Difícilmente pudiera ser más claro sobre lo que intentará hacer, si se le da la oportunidad. Quizá la democracia esté bastante deteriorada en estos días, pero los estadounidenses deberían tomarse en serio su responsabilidad de preservar lo que queda de ella.

Karen Tumulty es redactora asociada y columnista de política nacional en el Washington Post.