Iraquíes recuerdan el horror de hace 10 años cuando el EI proclamó su califato en Mosul

Una vista de una parte antigua de Mosul destruida por la guerra, a 10 años de la caída de la ciudad a manos del grupo Estado Islámico, el 20 de mayo de 2024 (Zaid AL-OBEIDI)
Una vista de una parte antigua de Mosul destruida por la guerra, a 10 años de la caída de la ciudad a manos del grupo Estado Islámico, el 20 de mayo de 2024 (Zaid AL-OBEIDI)

Cuando el grupo Estado Islámico (EI) irrumpió en la ciudad iraquí de Mosul hace una década, los yihadistas mataron a miles y destrozaron incontables vidas en su reino de terror, que dejó cicatrices duraderas entre los sobrevivientes.

Fue en Mosul que los yihadistas proclamaron el 10 de junio de 2014 un "califato" desde Siria hasta Irak, donde decapitaron, torturaron y esclavizaron a la población, dejando atrás fosas comunes cuando fueron expulsados.

Poco después de la toma de Mosul, el líder de los extremistas musulmanes sunitas, Bakr al Baghdadi, hizo su primera aparición pública en la icónica Gran Mezquita de al Nuri en la ciudad iraquí.

Los yihadistas prohibieron la música, quemaron libros y castigaron con lapidaciones a quienes consideraban que habían actuado mal. También cortaron las manos a los supuestos ladrones y los dedos a quienes fumaban.

El EI fue expulsado de Mosul en 2017 por fuerzas iraquíes apoyadas por Estados Unidos, dejando una estela de destrucción en la ciudad.

Los traumatizados residentes de Mosul debieron reconstruir sus vidas y su ciudad. AFP conversó con tres de ellos sobre aquellos terribles días.

- El estudiante -

Azad Hassan, de 29 años, era un joven estudiante cuando llegó el EI y sufrió con su violencia.

Perdió una de sus manos por los yihadistas, así como familiares que nunca volvió a ver.

Recuerda una mañana de terror en 2015 frente a una multitud congregada en una plaza de Mosul. Todos lo miraban a él, su hermano y otros dos hombres.

Su corazón latía con fuerza, viendo a esa gente entusiasmada como en un partido de fútbol.

"Era como si jugaran Real Madrid y Barcelona", recuerda, antes de decir que la situación era gravísima.

Los combatientes "cortaron nuestras manos" como castigo por una disputa con un yihadista, relata Hassan.

Pero el sufrimiento de la familia no acabó allí.

El EI detuvo al hermano de Hassan y otros tres familiares, quienes continúan desaparecidos.

Sin ceder a la sed de venganza, Hassan siguió estudiando, formó una familia y obtuvo su maestría en literatura árabe.

Ahora con un hijo de siete años y una prótesis por mano, se ha convertido en un defensor de personas con minusvalía y de los desaparecidos.

"Quisieron quebrarme pero perdieron", afirma. "Ahora voy a la universidad, juego al fútbol. Pero la cicatriz sigue allí".

- El melómano -

Cuando el EI invadió Mosul, Amar Kheder, dueño de una tienda de música, buscó sacar su amada colección musical antes de que la destruyeran los yihadistas.

Consiguió que un camionero llevara su colección de discos de vinilo, cintas, radios y gramófonos donde viven unos amigos suyos en Bagdad.

"Ocultamos las cajas detrás de la comida", cuenta Kheder, de 50 años. "Fue un alivio".

Los yihadistas llegaron una vez a preguntar por la música pero para entonces había convertido el local en una tienda de ropa usada.

Decidió permanecer en Mosul con la esperanza de que el mando del EI acabara en unos meses. Al final pasaron tres años antes de que los yihadistas fueran expulsados.

Pese a la destrucción de la ciudad, Kheder recuperó su tienda y mandó traer de Bagdad los tesoros que su familia coleccionó por más de 50 años.

Más que una tienda, dice, es un bálsamo para el alma. "La considero una farmacia, ofrece un remedio para cada persona".

Después de tanto sufrimiento, su tesoro musical sobrevivió y "la vida ha vuelto (...) a una ciudad para historiadores, intelectuales y académicos", afirma.

- El juez -

Dos días antes del ingreso de los yihadistas a Mosul, el juez Ahmed Hureithi abandonó la ciudad para buscar refugio en Bagdad, pero los extremistas atacaron a su familia.

Detuvieron a su padre y dos hermanos, y luego decapitaron al menor, de 17 años, "con una espada".

"Publicaron las fotos", recuerda Hureithi, de 60 años. "Estaban orgullosos de esos actos".

Años después, Hureithi presidió una corte de Bagdad donde juzgó a cientos de combatientes por el terror que desataron.

En 2019 sentenció a muerte a 11 franceses, aunque continúan presos en una cárcel iraquí.

"Emití el fallo de acuerdo con la ley iraquí", explica Hureithi. "La evidencia era suficiente y clara".

Hureithi asegura que no guarda rencor contra los acusados del califato y que ha actuado "con gran imparcialidad".

El juez volvió en 2020 a la aún devastada Mosul y actualmente es vicepresidente de la corte de apelaciones de la provincia de Nínive.

"No reconocí la ciudad", rememora el juez. "Fue como si llegara por primera vez".

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