Los incendios amenazan los modos de vida de los "guardianes" del Pantanal

El sol se pone en medio del humo de los incendios en el Pantanal, Brasil, el 28 de junio de 2024. (Pablo PORCIUNCULA)
El sol se pone en medio del humo de los incendios en el Pantanal, Brasil, el 28 de junio de 2024. (Pablo PORCIUNCULA)

Una comunidad tradicional que vive a orillas del río Paraguay en el Pantanal brasileño escapó por poco de las llamas el mes pasado. Pero los incendios, que no dan tregua, amenazan los modos de vida de los "guardianes" de este santuario de la biodiversidad.

En el Área de Protección Ambiental (APA) Baía Negra, en el estado de Mato Grosso do Sul, 28 familias viven de la explotación sustentable de los recursos naturales. Allí la belleza del paisaje guarda las cicatrices de los voraces incendios de hace dos semanas, que revivieron el recuerdo del fuego que cuatro años atrás consumió más del 50% del área.

"Estábamos intentando recuperarnos del incendio de 2020, que devastó nuestro Pantanal. No nos habíamos recuperado totalmente y ahora enfrentamos esto de nuevo", lamenta Virgínia Paes, de 53 años, presidenta de la Asociación de Mujeres Productoras de la APA Baía Negra.

Se trata de la primera unidad de conservación de uso sustentable del Pantanal, el mayor humedal del planeta, rico en biodiversidad, donde la preservación ambiental está asociada a los modos de vida tradicionales de las comunidades ribereñas.

Ubicado al sur de la Amazonía, el Pantanal registró un récord de 3.538 focos de incendio entre enero y junio, que las autoridades atribuyen a la acción humana.

El mes pasado, un incendio devoró la isla de Bracinho, frente a la Baía Negra.

"Lo único que nos separaba era el río. El fuego estaba del otro lado devastándolo todo", agrega Virgínia, que también actúa como bombera voluntaria tras recibir el entrenamiento del Centro Nacional de Prevención y Combate a los Incendios Forestales (PrevFogo), un programa gubernamental.

Este año las llamas no cruzaron el río. Pero el humo afectó la salud y la rutina de la comunidad.

"No podíamos respirar bien", relata Virgínia.

La APA Baía Negra, a siete km de Corumbá, se extiende por más de 5.000 hectáreas, donde la población vive de la pesca, artesanías, extracción sustentable de recursos y turismo comunitario.

La región alberga especies emblemáticas del Pantanal como el caimán yacaré, la capibara y el jaguar.

- "Guardianes" amenazados  –

Según la secretaría de asistencia social de Corumbá y la ONG Ecoa, en 2020 vivían 651 familias ribereñas en las localidades de Corumbá y Ladário, en la planicie del Pantanal.

"Las comunidades tradicionales del Pantanal son los verdaderos guardianes de los ecosistemas que manejan. Ellos son los que más sufren el impacto (de los incendios). Me preocupa que en pocos años podamos tener desplazados climáticos en el bioma", alerta André Luiz Siqueira, director de Programas y Proyectos en la ONG Ecoa.

Con las llamas, el propio sustento de los ribereños quedó comprometido.

En la orilla de la isla de Bracinho, tres pescadores prueban su suerte. Según relatan, la pesca se volvió escasa por los incendios que intoxican a los peces y dificultan la actividad. Además, el nivel de los ríos disminuyó debido a la sequía que afecta a la región desde octubre.

"Es más difícil pescar. Desapareció todo: el pez, la carnada", protesta Marcelo Henrique, de 33 años.

"Yo vivía de la pesca, pero ahora soy operador de hornos" en una siderúrgica en la ciudad de Ladário, porque "las bahías se secaron", refiere. "Antes había 30, 40 barcos circulando por aquí. Ahora se ven pocos".

- Toque de queda –

En su cabaña al borde de la carretera MS 428, Renato Andrade recuerda los tiempos en que sus fuentes de supervivencia, la pesca y la caza, eran abundantes.

Ahora la escasez afecta a los animales y a las personas.

El hombre de 52 años cuenta que su comunidad convive con jaguares tras el incendio de 2020, porque las presas naturales de esos felinos, como la capibara, "escasean".

"Antes, aquí cerca no se hablaba de ataques de jaguares. Ahora escucho rugidos alrededor de la casa. No puedo tener perros, ya perdimos la cuenta de cuántos fueron comidos por jaguares", dice.

El temor a los ataques les hizo cambiar su rutina.

"En la noche, tienes que quedarte dentro de casa. Después de las 18h30, nadie quiere estar afuera por miedo. Hoy es más peligroso vivir en la región", explica.

Por eso dejó de ir solo a pescar en las noches, como solía hacer. "No puedo porque voy a convertirme en cena de jaguar".

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