INAH contrata para restauración a empresas que no tienen experiencia

CIUDAD DE MÉXICO, septiembre 13 (EL UNIVERSAL / Quinto Elemento Lab).- Una revisión exhaustiva de las 380 empresas y personas físicas que recibieron contratos para restaurar el patrimonio dañado por los terremotos de 2017 muestra que buena parte de la restauración no se hizo de manera correcta.

El equipo que realizó esta investigación periodística encontró que el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) autorizó a un enorme número de firmas que carecían de experiencia en la materia a que realizaran la restauración de inmuebles históricos y arquitectónicos mexicanos.

Muchas de ellas se dedicaban a la construcción, pero su especialidad era la edificación de casas y oficinas, perforación de pozos, proyectos de ingeniería civil o pavimentación asfáltica de calles, e incluso la venta de materiales de construcción, por citar algunos ejemplos.

Pero nunca habían realizado tareas de restauración de monumentos del siglo XVI o de inmuebles como el Palacio de Cortés, la Catedral de San Cristóbal de las Casas, la iglesia de Santa Prisca en Taxco o la Biblioteca Palafoxiana en Puebla.

Aunque nunca ha habido una explicación oficial sobre estos hechos, el INAH seleccionó también a muchas empresas dedicadas a los bienes raíces, ya fuera enfocadas en comercialización, administración, compra-venta, arrendamiento, permuta, o lotificación y fraccionamiento en general.

De hecho, esta investigación, para la cual se revisaron casi 200 actas constitutivas de las empresas en la página electrónica del Registro Público del Comercio de la Secretaría de Economía, también identificó que el INAH entregó decenas de contratos a firmas que ni siquiera se especializan en el sector de la construcción.

Sus objetos sociales son tan diversos que cuesta trabajo imaginar cómo podrían cumplir satisfactoriamente con las intervenciones especializadas en inmuebles históricos: van desde la comercialización de productos agrícolas, la contratación de artistas, la instalación y renta de escenarios para espectáculos, hasta el arreglo de parques y jardines, la operación de portales de internet, la consultoría para encuestas de opinión pública o el cabildeo.

El INAH también entregó la responsabilidad de realizar restauraciones a despachos de consultoría contable, a empresas dedicadas a vender y dar mantenimiento a maquinaria agrícola, o a aquellas que se especializan en ayudar a la obtención de créditos ganaderos.

Aunque la lista es muy amplia, también alcanzaron contratos compañías dedicadas a comprar y vender autos, o a manejar residuos.

El problema con todas estas empresas improvisadas en restauración, dicen expertos consultados, es que desconocen cómo hacer unas labores tan especializadas.

Los conventos, iglesias, capillas y edificios civiles que datan de entre los años 1529 a 1699 no tienen acero, cemento ni una cimentación como los inmuebles que enseñan a construir en las escuelas donde forman arquitectos contemporáneos.

"Se necesitan conocer técnicas y los materiales de construcciones antiguas para que el trabajo no dañe o altere los valores históricos y artísticos de estos inmuebles", asegura Fernando Peña Mondragón, especialista del Instituto de Ingeniería de la UNAM.

Y aunque en su intervención en el seminario de septiembre de 2019, el arquitecto Salvador Camarena Rosales, coordinador operativo de la Oficina Sismos del INAH, inicialmente había expresado su rechazo a la contratación de empresas improvisadas, minutos después el funcionario empezó a justificar lo que el INAH había ordenado hacer.

"El sismo nos llevó a entender que teníamos que acompañar a las empresas que no tenían tanta experiencia y que estaban en disposición de hacer el trabajo. En muchos casos les planteamos: ‘Aunque seas banquetero, entra a hacer el trabajo, pero contrata a un arquitecto restaurador, contrata a una restauradora de bienes muebles’. Con esa condición se les daba trabajo".