¿Qué es más importante para la longevidad: los genes o el estilo de vida?

Si quieres llegar a ser centenario, necesitarás un poco de ayuda de tus antepasados.

Cuando Nir Barzilai conoció a Helen Reichert, de 100 años, ella estaba fumando un cigarrillo. Barzilai, médico y director del Instituto de Investigación sobre el Envejecimiento de la Escuela de Medicina Albert Einstein, recordó que Reichert le dijo que los médicos le habían repetido una y otra vez que dejara de fumar. Pero todos esos doctores habían muerto, señaló Reichert, y ella no. Vivió casi otra década antes de fallecer en 2011.

Hay innumerables historias sobre personas que llegan a los 100 años, y sus hábitos diarios a veces desobedecen los consejos convencionales sobre la dieta, el ejercicio y el consumo de alcohol y tabaco. Sin embargo, décadas de investigación demuestran que ignorar estos consejos puede afectar negativamente la salud de la mayoría de las personas y acortar su vida.

Entonces, ¿qué parte de la longevidad de una persona puede atribuirse a las elecciones de estilo de vida y qué parte es pura buena suerte, o buena suerte genética? Depende de cuánto esperes vivir.

(Mike Ellis/The New York Times)
(Mike Ellis/The New York Times)

Las investigaciones sugieren que llegar a los 80 o incluso a los 90 años está en gran medida bajo nuestro control. “Hay pruebas muy claras de que, para la población general, llevar un estilo de vida saludable” alarga la vida, dijo Sofiya Milman, profesora de medicina y genética de la Escuela de Medicina Albert Einstein.

Un estudio publicado el año pasado, en el que se analizaron los estilos de vida de más de 276.000 hombres y mujeres veteranos estadounidenses, descubrió que adoptar ocho comportamientos saludables podía añadir hasta 24 años a la vida de las personas. Entre ellos estaban seguir una dieta sana, realizar actividad física con regularidad, dormir bien, controlar el estrés, tener relaciones sólidas y no fumar, abusar de opiáceos ni beber en exceso.

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Si los veteranos seguían estos ocho comportamientos, los investigadores calcularon que podrían llegar a vivir hasta los 87 años. Para la mayoría de la gente, eso probablemente suena bastante bien; después de todo, son casi 10 años más que la esperanza de vida promedio en EE. UU. Pero para Milman, quien no participó en el estudio, los resultados demuestran que “incluso si haces todo bien”, no puedes esperar vivir hasta los 100 años.

Si quieres llegar a ser centenario, necesitarás un poco de ayuda de tus antepasados. Porque cuanto más envejece una persona, más parece importar la genética.

En general, los científicos creen que la duración de nuestra vida es atribuible en un 25 por ciento a nuestros genes y en un 75 por ciento a nuestro entorno y estilo de vida. Pero a medida que la gente se acerca a los 100 años y más, esos porcentajes empiezan a invertirse, dijo Thomas Perls, profesor de medicina de la Facultad de Medicina Chobanian y Avedisian de la Universidad de Boston.

De hecho, los estudios han revelado que muchas personas con vidas excepcionalmente largas no tienen hábitos más saludables que el estadounidense promedio. Y, sin embargo, viven más y tienen tasas más bajas de enfermedades relacionadas con la edad, como las cardiopatías, el cáncer y la demencia.

En el Estudio familiar de vida larga, por ejemplo, “tenemos familias en las que se fuma mucho; tenemos algunas familias que no se levantan del sillón”, dijo Michael Province, profesor de genética y bioestadística de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington, quien dirige el estudio junto con Perls.

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Pero lo que también suelen tener estas familias son algunas variantes genéticas especiales que, según los expertos, les ayudan a evitar enfermedades y a vivir más tiempo.

Algunos genes pueden afectar la probabilidad de que las personas desarrollen afecciones específicas. Por ejemplo, se sabe que el gen APOE influye en el riesgo de padecer la enfermedad de Alzheimer: quienes son portadores de la variante APOE4 tienen un riesgo mayor, mientras que quienes tienen la versión APOE2 tienen un riesgo menor. Province dijo que las familias longevas tienen una mayor prevalencia de APOE2 que la población media.

Otros genes parecen influir en el propio proceso de envejecimiento. Uno que ha aparecido en varios estudios de centenarios se llama FOXO3, que interviene en muchos aspectos fundamentales de la salud celular. Dado que estos genes afectan la biología del envejecimiento, es posible que puedan proteger contra varias enfermedades relacionadas con la edad, dijo Milman.

Un beneficio clave de este tipo de genes de la longevidad podría ser contrarrestar los comportamientos poco saludables. Un estudio que Milman y Barzilai realizaron comparando la descendencia de centenarios con una población de control descubrió que, en los dos grupos, los que tenían estilos de vida saludables presentaban una prevalencia de enfermedades cardiovasculares similarmente baja. Pero entre los que llevaban estilos de vida poco saludables, los descendientes de centenarios seguían presentando tasas bajas de enfermedad, mientras que el grupo de control no.

Los expertos subrayaron que muchos de estos genes son muy inusuales, y probablemente se presentan en menos del uno por ciento de la población. (Probablemente no por casualidad, un porcentaje igualmente pequeño de personas llega a los 100 años). Tampoco hay un único gen que ofrezca protección contra todo el envejecimiento y las enfermedades relacionadas con la edad; es más probable que haya cientos que se combinen para marcar la diferencia.

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Tener el conjunto de genes adecuado para influir en la longevidad es “como ganar la lotería”, dijo Perls. Así que, aunque tu madre haya llegado a los 100 años, deberías seguir practicando hábitos que sabes que son buenos para ti, por si acaso no te has sacado el gran premio genético.

Y hagas lo que hagas, no sigas los consejos de salud de alguien que ya llegó a los 100 años. Para ellos, el estilo de vida probablemente no tenía mucha importancia, dijo Barzilai. Para el resto de nosotros, sí que importa.

Dana G. Smith es periodista del Times y cubre salud personal, en particular el envejecimiento y la salud cerebral. Más de Dana G. Smith

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