El hospital de Muçum, único lugar con luz de la ciudad 10 días después de la inundación

Muçum (Brasil), 10 may (EFE).- El hospital público de Muçum es desde hace diez días el único punto con luz en este municipio del sur de Brasil donde la crecida del río Taquari derribó incontables postes eléctricos y centenares de casas.

Aunque los operarios trabajan a marchas forzadas para remendar los cables, en el estado de Rio Grande do Sul donde se ubica Muçum aún había hasta este viernes 323.000 puntos sin energía eléctrica, según datos oficiales, dentro de las inundaciones sin precedentes que han afectado a toda la región.

Los afortunados que no perdieron la vivienda en esta población rural de casi 5.000 habitantes han tenido que ducharse con agua fría, comer alimentos donados a falta de nevera, y reutilizar la ropa embarrada que no consiguen lavar a máquina.

Por lo menos, cuando quieren dar señales de vida a sus familiares acuden al hospital, un edificio blanco de dos plantas que tiene un generador nuevo -el anterior se estropeó tras la granizada que cayó en la crecida de septiembre-, wifi gratis y una generosa extensión de enchufes en la entrada.

El centro está ofreciendo, además, lavar y secar la ropa de los vecinos. De los 100 kilos diarios que lavaban antes, ahora superan los 300.

Maria Thereza Dalle Laste, vecina de 59 años, está cargando la linterna y el celular de su madre en la entrada, mientras que gracias al wifi le manda audios a su hija sobre lo caro que el hospital está cobrando la lavandería.

"Es demasiado... Le he pedido que se lleve mi ropa a su ciudad para lavarla", dice a EFE esta profesora vestida con botas de goma, perneras impermeables y una camisa gruesa de cuadros. Todo manchado de lodo.

Al ser el único lugar con electricidad de Muçum y como el edificio del Ayuntamiento se inundó con dos metros de agua, alcalde, funcionarios, bomberos y militares están usando las salas que antes eran para atender a los pacientes como centro de operaciones.

El director del hospital, André Marcon, que está trabajando unas 18 horas diarias desde hace más de una semana, intenta que quepa todo el mundo: "Estamos juntos en esto".

Desde que empezaron las inundaciones la semana pasada, el centro de salud ha duplicado el número habitual de personas ingresadas, de 30 a 60, aunque llegó a tener 120 pacientes en el pico de la crecida.

Muchos de los recién llegados son ancianos que ya no pueden vivir en sus casas, sea porque están destruidas o a oscuras. En el hospital, por lo menos, tienen agua y comida caliente, y pueden escuchar el concierto de 'sertanejo' que están pasando en la televisión del comedor.

El generador del centro de salud consume entre 12 y 15 litros de diésel cada hora, por lo que el suministro de combustible es la primera preocupación de Marcon: "No podemos quedarnos sin luz. Si hay un paciente intubado, tengo 20 minutos para encontrar una solución y no perder una vida".

Con las líneas de telefonía también afectadas, el camionero Alcindo Piassetta, de 53 años, está en la puerta del hospital hablando por videollamada con el cuñado, o por lo menos intentándolo porque el wifi a veces no funciona.

Tiene la "esperanza" de que la luz vuelva en los próximos días, pero su casa está inhabitable después de que el agua llegara hasta el tejado y se plantea alquilar algo fuera de la ciudad con su cuñado.

Incluso cuando vuelva la luz, Muçum no entra dentro de los planes a corto plazo: "Es mucha la destrucción".

Jon Martín Cullell

(c) Agencia EFE