Su hija desapareció en 1999. Nunca se rindió
La búsqueda que Song Gil-yong realizó durante 25 años de su hija desaparecida en Corea del Sur la convirtió en un trágico símbolo nacional de devoción paternal inquebrantable.
Las pancartas azules y amarillas que ondeaban por toda Corea del Sur mostraban a una joven de 17 años de ojos dulces y un cuidado corte de cabello bob, con una sonrisa congelada en el tiempo.
Las letras rojas junto a su retrato gritaban con una urgencia que nunca se apagó en un cuarto de siglo: “¡Por favor, ayúdenme a encontrar a Song Hye-hee!”.
Tras su desaparición en una noche de invierno de 1999, su padre, Song Gil-yong, hizo de su búsqueda el trabajo de su vida. Mientras viajaba por el país colocando pancartas y sustituyendo las que se habían descolorido con el sol y la lluvia, su rostro se fue arrugando y curtiendo.
Las pancartas, cada una aproximadamente del tamaño del largo de un automóvil, se extendían por las aceras mientras los trabajadores de oficinas pasaban por su lado. Al anochecer, captaban el reflejo de las farolas y los letreros de neón.
“Siempre tuvo la esperanza de que estuviera allá afuera, en alguna parte”, dijo Na Joo-bong, de 67 años, presidente de una organización nacional para niños desaparecidos en Corea del Sur y uno de los confidentes más cercanos de Song. “Tenía un deseo: tomarla de la mano algún día”.
Las pancartas convirtieron a Song en un símbolo de la devoción paternal en su país. Pero pagó enormes costos personales. Su esposa se quitó la vida. La relación con su hija mayor se quebró. Sus ahorros fueron mermando con cada nueva pancarta que compraba y cada kilómetro que recorría en su pequeño camión blanco.
Este verano, tendido en una cama de hospital, demacrado y exhausto, se preguntaba si volvería a ver a Hye-hee.
Song Hye-hee, estudiante de segundo año de la Secundaria Femenina Songtan de Pyeongtaek, una ciudad al sur de Seúl, cenó con unos amigos y tomó un autobús para regresar a casa el 13 de febrero de 1999. Nunca llegó.
El conductor del autobús le dijo a Song, que en ese entonces tenía 45 años, que la joven se había bajado en la última parada, a poco más de un kilómetro de su casa, junto con un hombre de unos 30 años que olía a alcohol. El domicilio familiar estaba en una zona de la ciudad mal iluminada y con carreteras sin asfaltar.
La policía clasificó a Hye-hee como fugitiva porque la ley surcoreana solo consideraba desaparecidos a los niños menores de 8 años. Ese umbral se elevaría más tarde. Pero la respuesta inicial de la policía obligó a Song y a su esposa a buscarla por su cuenta.
Días después de su desaparición, Song pidió ayuda y la policía empezó a investigar el caso de Hye-hee como un posible secuestro. Pero no encontraron rastros de ella.
La búsqueda se convirtió en el único objetivo de la vida de sus padres. Vendieron su negocio de cría de perros y vaciaron sus ahorros para comprar pancartas y folletos. Mientras viajaban por el país colgando pancartas en árboles y postes, subsistían a base de soju, cigarrillos y fideos ramen instantáneos.
La esposa de Song lo ayudó a repartir folletos hasta que se le quedaron los dedos en carne viva, dijo en entrevistas televisivas. Juntos, recuperaban folletos de las papeleras de los baños y los volvían a repartir.
“Nunca he pasado un día sin pensar en Hye-hee”, dijo Song a un entrevistador de televisión en 2013. “No creo que nadie pueda vivir cómodamente después de perder a un hijo”.
El peso emocional de la búsqueda resultó ser demasiado para la esposa de Song, quien Song afirmó era huérfana. Se suicidó unos años después de la desaparición de su hija, dijo. Encontró a su mujer tirada en el suelo, abrazada a un montón de folletos con fotografías de Hye-hee.
La muerte de su esposa lo llevó a intentar quitarse la vida varias veces, hasta que su hija mayor, Eun-ju, lo convenció de que no lo hiciera.
“Me dijo que ella también se quedaría huérfana si yo moría”, dijo en una entrevista televisiva.
Cuando reanudó su campaña, trabajó solo. Normalmente salía de su estudio subvencionado por el Estado en su camioneta al amanecer y regresaba al anochecer. Algunos días tomaba ferris a islas remotas de la costa surcoreana, donde repartía folletos por la remota posibilidad de que Hye-hee viviera allí.
Song financiaba sus necesidades diarias y su campaña con los ingresos que obtenía trabajando en obras de construcción y vendiendo residuos de cartón. Se impacientaba a medida que su cuerpo se debilitaba y su familia se sentía incómoda con la publicidad que recibía.
“Se preguntaba cuánto tiempo más podría seguir haciendo lo que hacía”, dijo Ma Myong-nak, de 59 años, quien dirigía una fábrica de carteles en Pyeongtaek e imprimió más de mil pancartas para Song en la última década.
Pero Song no podía imaginarse haciendo otra cosa.
En su apartamento de Pyeongtaek, Song pegaba fotos de Hye-hee y su esposa en la pared, cerca de su almohada. No podía dormirse sin ver sus caras, dijo Na.
“Se sentía mal si no salía a buscarla”, dijo Choi Jong-hyun, de 43 años, gerente de un área de descanso de la autopista al oeste de Pyeongtaek, donde Song solía repartir folletos a los viajeros. “Su sentimiento de culpa era tan grande que no podía llevar una vida normal”.
Las esperanzas de Song aumentaron a lo largo de los años gracias a desconocidos que se ponían en contacto con él a través del número de teléfono impreso en sus pancartas, diciendo que sabían dónde estaba su hija.
En 2012, estaba con un productor de televisión en su apartamento cuando recibió un mensaje de texto de un hombre que decía haber visto a Hye-hee en un pueblo cercano. Song salió corriendo, saltó a su camioneta y empezó a conducir.
Irrumpió en la comisaría donde la persona que había llamado había acordado encontrarse. Pero la descripción de la mujer que había visto no coincidía con la imagen generada por computadora de Hye-hee, de 30 años. Song lloró de camino a casa.
El plazo de prescripción para procesar a los sospechosos del caso de Hye-hee expiró en 2014, y las exigencias físicas de la búsqueda estaban pasando factura a Song. Se cayó varias veces de una escalera a la que se subía para colgar las pancartas, sufrió una hernia discal y una lesión cerebral grave.
Pero la búsqueda continuó.
En una iglesia presbiteriana a la que asistía en su vecindario, la gente lo describía como socialmente retraído. Solía quedarse a comer después de la misa dominical y se pasaba el resto del día colgando pancartas. “Tenía el corazón roto”, dijo Lee Jae-il, miembro de la congregación.
La búsqueda de Song alienó a su hija mayor, quien luchó con la constante atención pública y los chismes de sus suegros, dijo Na. En 2018, la hija desguazó su camioneta, la cual le había prestado a Song, con la esperanza de poner fin a lo que consideraba una obsesión autodestructiva, dijo Na. No respondió a una solicitud de entrevista.
Song compró otra camioneta con dinero que recibió de un donante anónimo. Pero otro golpe llegó en 2022, cuando su nieta adolescente, la hija mayor de Eun-ju, murió por suicidio, dijo Na.
“Si mi primera hija también muere, no me quedará nada”, recuerda Na que le dijo.
Song empezaba a preguntarse seriamente si Hye-hee seguía viva y a lamentar la ruptura de su relación con Eun-ju, dijo Na. Incluso entonces, a sus amigos, temerosos de hacerle daño, les costaba abordar la idea de que pusiera fin a su búsqueda.
“No es fácil renunciar a algo que has estado haciendo durante 25 años”, dijo Kim Rye-yeong, de 39 años, quien se hizo amigo suyo en sus últimos años. “Buscar a su hija le dio fuerzas para seguir viviendo”.
Según sus propias cuentas, Song había recorrido más de 800.000 kilómetros, distribuido tres millones de folletos y colgado 2500 pancartas hasta 2017.
“Me siento más feliz cuando cuelgo pancartas y reparto panfletos”, dijo en una entrevista a un periódico en 2020. “No me importa si esto parece una obsesión”.
Al final, sus fuerzas flaquearon. En agosto, Song fue hospitalizado por la covid y una enfermedad cardiaca.
Días después, hacia el mediodía del 26 de agosto, conducía por Pyeongtaek cuando sufrió un infarto y su camión cruzó la línea central, colisionando con un vehículo que circulaba en sentido contrario. Según Kim Byung-sik, inspector de la policía local, Song fue declarado muerto en el hospital. Tenía 71 años.
Desde entonces, las pancartas que antaño salpicaban el paisaje del país han desaparecido en gran medida. Pero Na, quien prometió a Song que seguiría buscando a Hye-hee, dijo que pensaba poner las que había dejado.
Si tienes pensamientos suicidas, llama o envía un mensaje de texto al 988 en Estados Unidos para ponerte en contacto con el 988 Suicide and Crisis Lifeline o visita
SpeakingOfSuicide.com/resources
para obtener una lista de recursos adicionales. En Corea del Sur, llama o envía un mensaje de texto al 109 para contactar con la línea de prevención del suicidio del ministerio de Salud.
John Yoon
es un reportero del Times radicado en Seúl que cubre noticias de última hora y de actualidad. Más de John Yoon
c. 2024 The New York Times Company
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