Héctor Infanzón: Ciudad de México es una gran sinfonía de sonidos

GUANAJUATO, Gto., octubre 17 (EL UNIVERSAL).- El pianista mexicano, Héctor Infanzón —candidato al Grammy Latino en 2021; ganador de premios como Lira de Oro y Gaviota Internacional— presentó ayer, la noche de este domingo, el espectáculo "Citadino" en el Museo Exhacienda San Gabriel de Barrera de Guanajuato, en el marco del 50 Festival Internacional Cervantino.

En cuanto salió al escenario, Infanzón se sentó frente al piano de cola. Llevaba un saco guinda y sonreía, al interpretar piezas con las que sólo bastaba cerrar los ojos para entrever una ciudad que existió en la década de los 50 y de la que hoy sólo quedan recuerdos. Infanzón no deja de sonreír. Está tocando "El vago", una melodía que el baterista alarga hasta que ésta vuelve a comenzar.

La cita fue en el patio, cercado por el jardín de la exhacienda. Infanzón tomó el micrófono y recordó que creció en San Juan de Letrán y que ciertas construcciones, las más características de la Ciudad de los Palacios, nunca salieron de su memoria y su propio imaginario: la Torre Latino, Bellas Artes, el Colegio Vizcaínas, inmuebles que sobreviven en los recuerdos.

"A partir de que la Ciudad de México es el invitado de honor del Cervantino, traigo el concierto Citadino, a partir del título del disco homólogo que sacamos hace unos años con música que compuse honrando la ciudad. Yo nací en el Centro Histórico, los temas aluden a la vida cotidiana en las calles y todas sus sonoridades que nos representan: los ambulantes, los carros, una sonoridad que a mí me impacta. Muchos pueden pensar que es sólo un ruido, pero para mí se trata de elementos musicales", dijo, en entrevista, Infanzón.

Le siguió "Como en feria", una pieza festiva que a ratos tomó una forma introspectiva para regresar a su alegría inicial. Los sonidos fueron cadenciosos y cambiaron su ritmo antes de volver sobre sí mismos. El público aplaudía al ritmo de las percusiones, su ritmo avanza. Luis, el músico, se desbordó, sonrió, coronado por un sombrero. Entonces, en medio de varias risas, un niño le aventó una figura del doctor Simi.

"Uno ve la ciudad, la recorre y suceden cosas inusitadas, inéditas, en el momento. Esto es algo que se refiere a la improvisación, un elemento que siempre es rico. Nosotros salimos a la calle con un plan y, entre lo que planeamos y lo que hacemos, recogemos elementos para enfrentar la vida de forma diferente", señaló Infanzón.

Luego, los músicos tocaron "No porque me acuerdo", un danzón en el que resuena algo melancólico. Una nostalgia. "Cuando camino en la calle, oigo música de los organilleros; oigo, en una esquina, el claxon de los coches y la voz de los vendedores ambulantes. Es una armonía rica que parece darle vida a una obra sinfónica. Entonces, cierro los ojos y me parece fantástico quedarme inmiscuido en esa sonoridad. Empiezo a imaginar una obra. Para mí se trata de una gran sinfonía de los sonidos".

Al fondo había una pareja de pie, escuchando el danzón. Frente a frente, ella lo sostuvo del cuello con los brazos; él la tomó de la cintura. "Si la Ciudad de México fuera un género musical sería algo híbrido. Un género con algo de todos los demás géneros. En un mismo tramo podemos escuchar el huapango o música norteña; podemos oír los últimos discos de pop de Inglaterra y en la siguiente esquina quizá de una bocina saldrá algo de música oriental. Es una hibridez maravillosa", concluyó el pianista.

Después empezó otra pieza que, poco a poco, se fue convirtiendo en un mambo. Una canción olvidada, quizá, con la que Infanzón y sus músicos parecieran anunciar que la noche, esa noche, fue larga.