La guerra de desgaste económico se hace sentir en Rusia y Occidente
WASHINGTON.- Detrás de la campaña militar contra Ucrania se libra una guerra económica entre Rusia por un lado, y Estados Unidos y Europa por el otro, un conflicto que se va convirtiendo en una competencia de quién aguanta más y mejor las penurias que esa guerra les impone.
Según los analistas, la que está sufriendo más, hasta ahora, es Rusia. Para este año se espera una fuerte contracción de la economía rusa, con un fuerte aumento del costo de vida y la salida del país de centenares de empresas, desde McDonald’s Corp. hasta la automotriz francesa Renault SA.
Pero los analistas señalan que Estados Unidos y Europa también están pagando un alto costo, sobre todo por el aumento del precio de la energía, que probablemente seguirá subiendo durante el inminente invierno boreal. También se prevé un aumento de la desocupación, ya que los bancos centrales responden a la presión inflacionaria aumentando las tasas de interés.
Los próximos meses resultarán cruciales para determinar quién queda mejor parado en esta guerra económica, con Rusia sin importaciones para reabastecer su economía y sus fuerzas militares, y los países occidentales haciendo malabares para reemplazar la energía rusa.
Durante este año, la guerra se cobrará casi 1 billón de dólares de producción global, según un reciente informe de la Unidad de Inteligencia Económica, un grupo de investigación con sede en el Reino Unido. Las previsiones de crecimiento de la economía global pasaron del 3,9% pronosticado antes de la guerra a un 2,8% actual, y los mayores perdedores en producción serían Italia, Alemania y Francia, señala el informe.
Rusia está “poniendo a prueba a Occidente, y Occidente responde con la misma moneda”, dice Tymofiy Mylovanov, profesor adjunto de economía en la Universidad de Pittsburgh y exfuncionario del gobierno ucraniano. “Es una guerra de desgaste, no solo para Ucrania y Rusia en el teatro de operaciones, sino también para la determinación y la moral de Rusia y de Occidente”, dice Mylovanov.
Mylovanov plantea un escenario más realista que el previsto al comienzo de la guerra, cuando se esperaba que la única que sufriera las consecuencias de la guerra fuera Rusia.
Estados Unidos y sus aliados impusieron sanciones de un alcance inédito contra Rusia: restricciones a los viajes, al comercio, a la inversión extranjera y a las transacciones con su banco central, entre otras medidas. El objetivo, según expresó un funcionario estadounidense en ese entonces, era “generar un costo abrumador para Rusia” y evitar “efectos colaterales indeseados en Estados Unidos y la economía global”.
En abril, el banco central de Rusia proyectó que el PIB del país caería este año entre el 8% y el 10%. Luego, en base a datos más recientes, la directora de la entidad dijo que la contracción posiblemente sea menor, aunque no dio cifras.
El Instituto de Finanzas Internacionales, una asociación comercial con sede en Washington, proyecta que en 2022 la producción rusa caerá un 15% en comparación con 2021. JPMorgan Chase & Co. pronostica una caída mucho menor, pero drástica, del 3,5%. En cualquier caso, el Fondo Monetario Internacional informó que la contracción de Rusia sería más pronunciada que la caída del 3,1% de la producción global de 2020, el primer año entero de pandemia.
Según cifras del gobierno ruso, en junio la inflación interanual alcanzó el 15,9%, mucho más alta que en Estados Unidos y Europa. Los analistas también prevén un aumento del desempleo para fines de este año.
“Queda claro que Rusia está sintiendo el impacto, sobre todo la clase media, acostumbrada a muchas cosas que ya no puede hacer”, dice Claus Vistesen, economista principal de la eurozona en Pantheon Macroeconomics, una consultora de investigación económica del Reino Unido.
Pero los analistas advierten sobre los daños que también está sufriendo Occidente. Las perturbaciones comerciales causadas por las sanciones, sumadas a los temores de los inversores a una eventual escasez de energía empujaron el precio del petróleo, el gas natural y otras materias primas.
Eso condujo a un proceso inflacionario sin precedentes en las últimas décadas y llevó a los bancos centrales de Estados Unidos, Australia, Canadá y Reino Unido a aumentar las tasas de interés. Ahora el Banco Central Europeo se dispone a hacer lo mismo. No todo tiene que ver con la guerra. Incluso sin considerar los alimentos y la energía, la inflación igual es alta, sobre todo en Estados Unidos, menos vulnerable que Europa a un aumento del precio del gas natural. Los analistas de Barclays PLC proyectan que en el cuarto trimestre de este año la eurozona entrará en recesión.
Para Estados Unidos, los economistas consultados este mes por The Wall Street Journal prevén un crecimiento de apenas el 0,7% en el último trimestre en relación con el año anterior, una caída significativa respecto a su proyección de 3,3% de enero de este año.
Esa perspectiva podría agravarse si la crisis energética se profundiza. Si el suministro de gas ruso se corta por completo, la producción en Alemania probablemente caiga un 5% este año en comparación con las proyecciones actuales, según datos del Bundesbank, el banco central de Alemania.
Un funcionario de alto rango de la administración Biden dice que las sanciones están surtiendo el efecto deseado y que la Casa Blanca estima estar ganando la guerra económica. Mientras la economía rusa se siga deteriorando, el presidente Vladimir Putin tendrá que enfrentar una presión cada vez más fuerte, dice el funcionario.
Sin embargo, Rusia parece haber frustrado las expectativas del propio presidente Biden. A fines de marzo, Biden dijo en Twitter que “el rublo quedó pulverizado. La economía rusa va camino a la quiebra”.
El rublo efectivamente se derrumbó, pero después recuperó terreno gracias al aumentos de las tasas de interés del banco central ruso, controles de capitales, aumento de las exportaciones y reducción de las importaciones. Ni las proyecciones más pesimistas prevén una contracción de la producción rusa tan alta como la sugerida por Biden.
En cierto modo, las sanciones golpearon a los países que las impusieron y terminaron ayudando a Rusia. Aunque Rusia exporta menos barriles de petróleo, el aumento del precio del barril significa que los ingresos del país serán superiores a las proyecciones iniciales, según señaló una reciente investigación de analistas de JPMorgan.
Por el contrario, la elevada inflación genera inestabilidad política en Occidente. La semana pasada renunció el primer ministro italiano, Mario Draghi, por diferencias sobre la forma responder a la guerra en Ucrania. El presidente francés, Emmanuel Macron, perdió su mayoría parlamentaria en una elección marcada por la preocupación de los votantes por el imparable aumento del costo de vida. Y este mes también tuvo que renunciar el primer ministro británico, Boris Johnson: los legisladores del Partido Conservador temían que los escándalos del gabinete coartaran su capacidad para tomar medidas contra la inflación.
Los planes de Europa para un embargo total del petróleo ruso a fines de este año podrían disparar aún más los precios de la energía y sumir a Estados Unidos y Europa a la recesión, informó JPMorgan. Por ese motivo, la secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen, defiende la idea de mantener controlados los precios en base al petróleo ruso.
“El petróleo ruso tiene que seguir ingresando al mercado, para mantener a raya los precios globales y evitar un aumento que causaría una recesión global y aumentaría el precio del petróleo”, dijo Yellen en junio. “Pero por supuesto que el objetivo es limitar que esos ingresos vayan a Rusia”, agregó.
Por Josh Mitchell
Traducción de Jaime Arrambide