El golpe en Brasil ya cumplió un año, pero el país sigue siendo un polvorín
Brasil inició el 2023 con un cambio de Gobierno. Tras los volátiles años de Bolsonaro, Lula recuperaba el poder de un país que se había polarizado mucho y en el que las desigualdades sociales eran muy pronunciadas. El 8 de enero, miles de seguidores del expresidente ultraderechista asaltaron las sedes del Congreso, la Presidencia y la Corte Suprema.
Este intento de golpe de Estado, que tenía como objetivo el derrocamiento del recién elegido presidente, mostró la debilidad que puede llegar a tener su sistema democrático. Durante décadas, Brasil ha intentado construir una democracia robusta, con derechos y libertades garantizados para todos, pero hace un año, todo pudo perderse en apenas un día.
Ese día y en los cuatro años anteriores en los que el Gobierno de Bolsonaro aplicó la política tan característica del populismo de estos últimos años, con Donald Trump como máximo representante: la del cuestionamiento de las instituciones y del sistema electoral. Una estrategia peligrosa que en ambos países ha tenido como consecuencia el asalto a los poderes gubernamentales por parte de insurgentes.
La revuelta fue sofocada por la Policía, pero mostró el punto de tensión máxima en el que se encontraba Brasil. Ahora se cumple un año desde este acontecimiento y Brasil sigue teniendo los mismos ingredientes que posibilitaron la situación: una polarización enorme y una oposición muy movilizada.
De los 2.170 detenidos por el asalto a las instituciones, la gran mayoría ya han sido liberados. De hecho, solo quedan 66 personas entre rejas y solo ocho de ellas han sido condenadas, tal y como revela AFP. Bolsonaro figura como investigado, aunque su participación en la asonada no está clara. El expresidente se encuentra en Estados Unidos desde ese día y no hay visos de que vaya a volver próximamente a Brasil.
Pese a la ausencia del líder, el movimiento sobrevive y el bolsonarismo intenta impulsar en el Congreso una amnistía que beneficiaría a los involucrados en el golpe. También habrá que decidir quién sucede al político de ultraderecha, que no puede volver a presentarse a unos comicios hasta 2030.
Debido a sus acusaciones infundadas sobre la supuesta manipulación del sistema de votación en las elecciones presidenciales, un tribunal emitió una prohibición que impide a Bolsonaro presentarse para un cargo público hasta esa fecha. Pero sus seguidores mantienen una posición de fuerza en las calles y siempre están dispuestos a desafiar a Lula.
Un país dividido
Las encuestas señalan la profundísima división que hay. El actual presidente tiene un 38% de aprobación, mientras que un 30% se muestra en contra y otro 30% neutral. Es decir, unos márgenes muy estrechos, que revelan que su Gobierno se asienta sobre una muy precaria estabilidad, que en cualquier momento puede saltar por los aires.
Al mismo tiempo, el panorama de la región ha cambiado. Si en 2023 Lula tenía en el Gobierno de Alberto Fernández en Argentina un buen aliado, ahora, con la victoria de Javier Milei, ocurre lo contrario. La situación puede polarizarse todavía más si Trump logra vencer en las elecciones estadounidenses de este 2024. Esa ola ultraderechista en el continente, que parecía haberse frenado, puede volver con mucha fuerza.
Trump🇺🇸
Bolsonaro
Milei pic.twitter.com/WNaOqmVbZT— Bolsonaro Oficial-EU APOIO🇧🇷 (@BolsonarotRazao) January 4, 2024
Y seguro que en Brasil, millones de personas están dispuestas a recogerla. Puede que también suponga la reaparición de Bolsonaro, tras muchos meses de desaparición política.
La suma de movilización social, polarización política y nuevas perspectivas de la extrema derecha no auguran que Lula vaya a tener un mandato cómodo y tranquilo. La democracia en Brasil se encuentra en un filo muy peligroso que se puede romper en cualquier momento.
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