Gira del Papa al corazón de Europa: reclamos a los países ricos y una advertencia contra “los trágicos caminos de la guerra”

El papa Francisco se reúne con la comunidad católica en la Catedral de Notre-Dame de Luxemburgo, el 26 de septiembre de 2024
El papa Francisco se reúne con la comunidad católica en la Catedral de Notre-Dame de Luxemburgo, el 26 de septiembre de 2024 - Créditos: @Andrew Medichini

ROMA.- Después de su larga gira a Asia y Oceanía de principios de mes, donde pudo ver países jóvenes, de la periferia, donde reina un entusiasmo misionero, el papa Francisco viajó este jueves al corazón de Europa: Luxemburgo y Bélgica. Se trata de dos países ricos, marcados por sociedades envejecidas, fuertemente secularizadas y muy golpeadas por el terrible escándalo de abusos sexuales que minó la credibilidad de la Iglesia católica, ya no influyente.

Además, se trata de dos países que sufrieron mucho durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial, cuando fueron ocupados, que fundaron la Unión Europea (UE) y son sede de sus instituciones, donde viven muchísimos extranjeros.

En su primera escala de casi siete horas en Luxemburgo, país que es hoy un centro financiero internacional que tiene el PBI per cápita más alto de la UE y donde casi la mitad de sus 654.000 habitantes es migrante de 161 países, el Papa no sólo habló de la importancia de sus políticas de integración, que llamó a seguir de ejemplo, sino que también recordó que “la riqueza es una responsabilidad” y deploró “los horrores de la guerra”.

El papa Francisco se reúne con la comunidad católica en la catedral de Notre-Dame de Luxemburgo
El papa Francisco se reúne con la comunidad católica en la catedral de Notre-Dame de Luxemburgo - Créditos: @Andrew Medichini

Después de un vuelo de menos de dos horas desde Roma -durante el cual, visto lo breve del trayecto, no pasó a saludar, como siempre, a los periodistas que lo acompañan-, el Papa fue recibido en Luxemburgo con todos los honores por el gran duque Enrique, la gran duquesa María Teresa (nacida en Cuba) y el primer ministro Luc Frieden.

Al pronunciar su primer discurso ante ellos y unas 300 personas en el Cercle Cité, edificio histórico que es hoy un centro de congresos y conocido por su arquitectura art Nouveau y Art Déco, luego de agradecer las palabras de bienvenida de sus anfitriones, el Papa recordó que “el desarrollo, para ser auténtico e integral, no debe expoliar y degradar nuestra casa común ni debe dejar al margen a pueblos o grupos sociales”.

“La riqueza -no lo olvidemos- es una responsabilidad. Por esa razón, pido una vigilancia constante para no descuidar a las naciones más desfavorecidas, es más, para que se les ayude a salir de sus condiciones de empobrecimiento. Esta es una manera adecuada para conseguir que disminuya el número de los que se ven obligados a emigrar, a menudo en condiciones inhumanas y peligrosas”, dijo. “Dejemos que Luxemburgo, con su peculiar historia, con su igualmente peculiar situación geográfica, con algo menos de la mitad de sus habitantes procedentes de otras partes de Europa y del mundo, sea una ayuda y un ejemplo en el indicar el camino a seguir para la acogida e integración de migrantes y refugiados”, agregó.

Lamentó luego el resurgimiento en el Viejo Continente de “enemistades” que en lugar de resolverse con negociaciones y diplomacia “desembocan en hostilidades abiertas, con su secuela de destrucción y muerte”.

“Parece que el corazón humano no siempre sabe preservar la memoria y que periódicamente se extravía y vuelve a los trágicos caminos de la guerra”, dijo, al aludir, sin mencionarla, a la dramática guerra en Ucrania, que ha desestabilizado como nunca al Viejo Continente y al mundo.

“Para curar esta peligrosa esclerosis, que enferma gravemente a las naciones y corre el riesgo de lanzarlas a aventuras con inmensos costos humanos, renovando inútiles masacres, es necesario mirar hacia lo alto, es necesario que la vida cotidiana de los pueblos y de sus gobernantes esté animada por elevados y profundos valores espirituales, que impidan el extravío de la razón y la vuelta irresponsable a cometer los mismos errores del pasado, agravados además por el mayor poder técnico del que ahora dispone el ser humano”, añadió.

Francisco, que habló en italiano, subrayó asimismo que “Luxemburgo puede indicar a todos las ventajas de la paz en contraste con los horrores de la guerra, las ventajas de la integración y promoción de los migrantes frente a su segregación, los beneficios de la cooperación entre las naciones frente a las nefastas consecuencias del endurecimiento de posiciones y la búsqueda egoísta y miope, o incluso violenta, de los propios intereses”.

“En efecto -añadió-, es urgente que quienes están investidos de autoridad se comprometan, con constancia y paciencia, en llevar adelante negociaciones honestas con vistas a resolver los desacuerdos, con ánimo dispuesto a encontrar compromisos honorables que no socaven nada y que puedan, en cambio, construir seguridad y paz para todos”.

Francisco llega después del almuerzo a un bar cerca de la residencia del arzobispo en Luxemburgo para tomar un café en el primer día de su visita de cuatro días a Luxemburgo y Bélgica
Francisco llega después del almuerzo a un bar cerca de la residencia del arzobispo en Luxemburgo para tomar un café en el primer día de su visita de cuatro días a Luxemburgo y Bélgica - Créditos: @Sala Stampa della Santa Sede

En su etapa luxemburguesa, Francisco -que sorprendió al ingresar a un café del centro- estuvo acompañado por el cardenal y arzobispo Jean-Cleaude Hollerich, jesuita como él y figura de relieve del Colegio Cardenalicio. Políglota (habla perfecto japonés, ya que vivió mucho tiempo en Tokio) y del ala progresista, Hollerich fue nombrado arzobispo por Benedicto XVI y fue creado cardenal por el papa Francisco, que no sólo lo designó miembro del Consejo de Cardenales que lo asesora en el gobierno universal de la Iglesia, sino que también lo nombró relator general del sínodo sobre sinodalidad que la semana que viene comenzará su segunda fase.

Aunque también estuvo acompañado por otro jesuita: el padre Andrés Swinnen, un viejo amigo argentino, de origen belga, de quien fue provincial y que luego lo sucedió como provincial en su país, a quien invitó a esta gira al corazón de Europa.

Antes de viajar a Bélgica, segunda etapa de su gira, donde se quedará hasta el domingo, en un encuentro con la comunidad católica luxemburguesa en la catedral de Notre Dame, el papa Francisco volvió a insistir en la importancia de integrar a todos. “Todos, todos, todos”, dijo, al recordar que “el espíritu del Evangelio es espíritu de apertura a todos y que no admite ningún tipo de exclusión”.

“Los aliento a mantenerse fieles a esta herencia de ustedes, a esta riqueza que tienen de hacer de su país una casa amiga para cualquiera que golpee a su puerta pidiendo ayuda y hospitalidad”, dijo. Y citó palabras pronunciadas por Juan Pablo II cuando visitó Luxemburgo en 1985, cuando alentó a los jóvenes a trazar un camino para una Europa “no sólo de bienes y mercancías, sino de valores, de hombres y de corazones”, en el que el Evangelio fuera compartido “en la palabra del anuncio y en los signos del amor”.

Francisco, recibido por la reina Matide y el rey Felipe, en Bruselas.  (DIRK WAEM / BELGA / AFP)
Francisco, recibido por la reina Matide y el rey Felipe, en Bruselas. (DIRK WAEM / BELGA / AFP) - Créditos: @DIRK WAEM

Más tarde, Francisco llegó a una base militar de Bruselas, y los soberanos Felipe y Matilde le dieron la bienvenida. La ceremonia se desarrolló al aire libre a pesar de la lluvia y los fuertes vientos. El Papa se dirigirá a la Nunciatura y las reuniones públicas en la capital belga comenzarán el viernes por la mañana.