Francisco en Singapur: el Papa elogió los logros económicos de uno de los países más ricos del mundo pero alertó sobre sus riesgos
SINGAPUR.- Elogios a su rápido e impactante crecimiento, sus rascacielos futuristas, su compromiso con el ambiente y al “mosaico de etnias, culturas y religiones que conviven en armonía” en esta diminuta, híperordenada y limpia isla del sudeste asiático. Pero también, un reclamo: que todos puedan ser incluidos plenamente en su prosperidad y, en especial, que sean tutelados los trabajadores migrantes.
Fue el mensaje que dejó este jueves el papa Francisco en Singapur -última escala de su maratón que concluirá el viernes-, opulenta ciudad-Estado de 5,6 millones de habitantes, famosa por ser uno de los lugares más ricos del mundo, donde se estima que el 15% de la población en 2030 ya habrá acumulado un millón de dólares. Se trata de una virtual burbuja donde hay una increíble concentración de millonarios, pero también, una mano de obra barata que viene de afuera (1,5 millones de personas), discriminada y poco integrada.
En su primer discurso, que pronunció ante el presidente Tharman Shanmugaratnam -economista doctorado en la London School of Economics, con máster en Harvard-, autoridades, el cuerpo diplomático y representantes de la sociedad civil, en el aula magna de la prestigiosa Universidad Nacional, el Papa aludió a todo eso. Si bien destacó las políticas puestas en marcha en las últimas décadas para lograr el “milagro económico” de Singapur, hace 100 años tan sólo una isla de pescadores, también puso el foco sobre sus riesgos.
“Es importante que Singapur no sólo haya prosperado económicamente, sino que se haya esforzado por construir una sociedad en la que la justicia social y el bien común se tengan en gran estima”, dijo, al subrayar las políticas de vivienda pública, su educación de alta calidad y su eficiente sistema de salud. “Espero que estos esfuerzos continúen hasta lograr que todos los habitantes de Singapur participen plenamente”, agregó.
“Con respecto a esto, quisiera señalar el riesgo que conlleva un cierto tipo de pragmatismo y una cierta exaltación del mérito”, que “legitima la exclusión de aquellos que se encuentran al margen de los beneficios del progreso”, siguió. “En este sentido, reconozco y alabo las variadas políticas e iniciativas puestas en marcha para sostener a los más débiles, y espero que se preste una particular atención a los pobres, a los ancianos — cuyos esfuerzos han plantado los cimientos del Singapur que hoy conocemos— y a la tutela de la dignidad de los trabajadores migrantes, que tanto contribuyen a la construcción de la sociedad, y a quienes hay que garantizarles un salario justo”, planteó.
Los que trabajan aun a las 21 y los que se divierten #Singapur pic.twitter.com/xvYu6N52HL
— Elisabetta Piqué (@bettapique) September 11, 2024
Una de las amenazas centrales para esta pequeña isla del sudeste asiático, uno de los principales centros financieros del planeta, conocido como “la perla de Asia”, considerado el lugar que produce más millonarios y el más costoso para vivir, de acuerdo a un estudio del Economist Intelligence Unit, es la desigualdad. Lleno de rascacielos, jet privados y Rolls-Royce, es el cuarto país más rico del mundo, apenas superado por Qatar, Luxemburgo y Macao, según el poder adquisitivo de sus habitantes. Pero con el envejecimiento de la población, la contratación masiva de trabajadores extranjeros poco calificados se ha convertido en un obstáculo importante al crecimiento con equidad.
“No hay salario mínimo en Singapur y los trabajadores extranjeros suelen ganar menos de 1000 dólares singapurenses (767 dólares estadounidenses)”, dijo a LA NACION Olivia Lin Quianru, periodista local. “Pero los migrantes extranjeros suelen vivir en dormitorios y no tienen que pagar alquiler”, precisó Quianru, que no ocultó que el reclamo por un salario justo para los trabajadores migrantes fue la parte del discurso del Papa que más le llamó la atención.
Los trabajadores extranjeros, provenientes sobre todo de Filipinas, India, Bangladesh e Indonesia, suelen trabajar en la construcción -se los puede ver en acción en plena noche, con sus cascos en diversas obras-, en la limpieza de esta ciudad impoluta y de las casas de sus habitantes, como empleados domésticos; y, además, en el cuidado de los centenares de magníficos árboles, plantas y flores que han vuelto a Singapur una “garden city” comprometida en sostenibilidad (reciclado de plásticos, reciclado de agua usada, energía solar, reducción de emisión de gases y demás).
El presidente Shanmugaratnam -quien lo recibió con todos los honores en la Parliament House, donde también se reunió con el primer ministro, Lawrence Wong-, le recordó todo esto al Papa, a quien le agradeció esta visita, la segunda de un Pontífice después de la de Juan Pablo II hace 38 años, que fue muy breve ya que solo se quedó pocas horas.
El mandatario destacó el liderazgo del Papa, “una voz global apasionada contra la guerra” y agradeció el aporte concreto de la Iglesia católica a Singapur, a través de escuelas y demás instituciones vinculadas a la salud y a la asistencia. El presidente subrayó, además, el compromiso de este diminuto país con una cultura multirracial, multirreligiosa y multicultural -hay cuatro lenguas oficiales (inglés, chino, malayo y tamil) y varias religiones-; y, sobre todo, con la ecología. Esto último es evidente al recorrer esta pequeña ciudad-estado marcada por mucho verde, estupendos jardines verticales que decoran las paredes de sus rascacielos futuristas y los “súper árboles” que se encienden de noche en su bahía, en un espectáculo que atrae a miles de turistas.
Francisco, que llegó aquí después de haber visitado países muy pobres como Timor Oriental y Papúa Nueva Guinea, no ocultó su deslumbramiento con todo esto.
“Quien llega aquí́ por primera vez, queda impresionado por el bosque de modernísimos rascacielos que parecen alzarse del mar. Son un claro testimonio del ingenio humano, del dinamismo de la sociedad de Singapur y de la perspicacia del espíritu empresarial, que aquí́ han encontrado un terreno fértil para desarrollarse”, destacó.
En señal de deferencia y en otro fiel reflejo de la importancia de lo ambiental, el Papa fue agasajado con una orquídea -flor nacional de Singapur- especialmente cultivada para él, bautizada “Dendrobium Su Santidad el Papa Francisco”, con pétalos color blanco marfil.
Más de 100 jefes de Estado y de gobierno ya habían sido honrados con una orquídea que lleva su nombre: por ejemplo, durante la visita de la entonces canciller alemana Angela Merkel en 2011, se presentó al público la orquídea “Dendrobium Angela Merkel”, con hojas violeta. Nelson Mandela, la princesa Diana, su hijo, el príncipe William, y la vicepresidenta estadounidense y ahora candidata, Kamala Harris, también recibieron sus “propias” orquídeas, que pueden verse en el Jardín de Orquídeas, otro punto de gran atracción.
Baño de multitud
En este país secularizado, enfocado, en mantener el orden y la seguridad y con muchísimo control para que nada perturbe la estabilidad del mayor centro financiero de Asia, el papa Francisco tuvo su único baño de multitud por la tarde, cuando presidió una misa ante 50.000 católicos -que aquí representan el 3,5% de la población- en el híper-moderno estadio nacional de esta ciudad.
La temperatura tropical de 30 grados era soportable por amplios ventiladores y abanicos. Y la multitud, formada por varios alumnos de escuelas católicas en uniforme y con remeras con los colores amarillo y blanco del Vaticano, lo esperó rezando el rosario y cantando.
“Es una oportunidad en la vida esto, así que vinimos con mi mujer Rachel y Jessie, mi hija de cuatro años”, contó a LA NACION Jerome Tabacloan, ingeniero electrónico filipino que vive en Singapur desde 2011. “Es una bendición para nosotros”, subrayó, emocionado.
Esperando a @Pontifex_es rezando el rosario en el Singapore National Stadium, edificio vanguardista poli funcional con techo móvil #wow pic.twitter.com/9dzGKvrzi1
— Elisabetta Piqué (@bettapique) September 12, 2024
Cuando el Papa llegó en un carrito de golf, el estadio estalló en júbilo. “¡Hagamos lío!”, “¡Te queremos Papa!”, fueron las pancartas que desplegaron fieles de una comunidad católica de sordos. Y el Papa, de 87 años y aún con energía pese a una gira de 12 días agotadora para cualquiera, cautivó a la multitud al bendecir decenas de bebés que le acercaron, enfermos y chicos, con quienes, sonriente y de muy buen humor, incluso se sacó selfies.
En su sermón con voz fuerte y clara, Francisco volvió a referirse a la belleza de Singapur y a las “grandes y osadas arquitecturas que contribuyen a hacerla tan famosa y fascinante, comenzando por el impresionante complejo del Estadio Nacional en el que nos encontramos”. Y recordó que, “en última instancia, incluso en el origen de estas imponentes construcciones no está en primer lugar, como muchos piensan, el dinero, ni la técnica, ni siquiera la ingeniería, sino en definitiva el amor, el amor que construye”.
“El amor que Dios nos muestra y que a su vez nos invita a practicar, actúa de este modo: responde generosamente a las necesidades de los pobres, se caracteriza por la piedad hacia los que sufren, está dispuesto a ofrecer hospitalidad, es fiel en los momentos difíciles, está siempre dispuesto a perdonar, a esperar”, explicó luego, citando parte de la homilía pronunciada en ese mismo lugar por Juan Pablo II, el 20 de noviembre de 1986.
Después de visitar mañana por la mañana un hogar para ancianos y enfermos católico y un encuentro interreligioso con jóvenes, el exarzobispo de Buenos Aires finalizará su maratón y emprenderá el regreso. Durante el vuelo a Roma -9567 kilómetros en 12 horas y 35 minutos-, a bordo esta vez de un Airbus 350 de Singapore Airlines -la mejor aerolínea del mundo-, ofrecera la habitual conferencia de prensa a 10.000 metros de altura.