Desde las periferias olvidadas a los rascacielos y la opulencia: el Papa llegó a Singapur última etapa de su maratón

El papa Francisco llegó a Singapur este miércoles para su última etapa en la gira por Asia y Oceanía
El papa Francisco llegó a Singapur este miércoles para su última etapa en la gira por Asia y Oceanía - Créditos: @ROSLAN RAHMAN

SINGAPUR.- De un paisaje rural de palmeras, casas bajas, casi nula iluminación y gallos cantando al amanecer, a la opulencia de rascacielos de diseño de vanguardia y al frenesí y futurismo del mayor centro financiero de Asia.

Después de Indonesia, Papúa Nueva Guinea y Timor Oriental, países donde la pobreza sigue estando dramáticamente a la vista, el papa Francisco llegó este miércoles a Singapur, uno de los países más ricos del mundo. Se trata de la última etapa del viaje más largo del pontificado en el cual, a los 87 años, Jorge Bergoglio ha demostrado una asombrosa resistencia física y enorme entusiasmo al pisar países en “los confines” del mundo.

En un contraste casi shockeante con las últimas dos etapas -Papúa Nueva Guinea y Timor Oriental, dos de los países más paupérrimos del planeta-, el Papa aterrizó en el tercer centro financiero más importante del globo después de Nueva York y Londres, famoso por su lujo asiático, valga la redundancia, y magnates, pasadas las dos de la tarde locales (las 3 am de la Argentina).

El Papa fue recibido en esta ciudad-Estado de casi seis millones de habitantes -en un territorio equivalente a tres veces la ciudad de Buenos Aires-, por el ministro de la Cultura, de la Comunidad y de la Juventud, en una ceremonia discreta porque salió directamente del avión por el “jet bridge” de la parte delantera. Y en un clima muy distinto al de júbilo y fervor vivido en la escala precedente, Timor Oriental, el país más católico de Asia en proporción a su población, sino, más bien, de indiferencia. En una jornada gris, medio lluviosa, temperatura siempre tropical, de 31 grados y humedad del 67%, se dirigió luego directamente al centro de retiros San Francisco Javier, de la Compañía de Jesús, donde residirá durante esta visita porque la nunciatura no tiene espacio suficiente. Allí, al margen de descansar, tuvo un encuentro privado con jesuitas. La actividad oficial comenzará este jueves.

No sorprendió que no hubiera gente recibiéndolo en las calles. Una de las características de Singapur, un rincón del mundo secularizado, en efecto, es su multiculturalidad y multirreligiosidad: el 74 % por ciento de su población es de origen chino; el 13,5% es malayo y el 9% indio. En cuanto a religión, la mayoría de la población es budista (33%), seguida por cristianos protestantes (18%), musulmanes (15%), taoístas (11%), hinduistas (5%) y católicos (3,5%); el restante 17% es no religioso. De todo modos, la visita es considerada una oportunidad para mostrarse al mundo.

“Hay enorme expectativa porque es un gran evento internacional e incluso los no católicos están muy interesados, tanto es así que muchos amigos míos que no son católicos me llamaron para saber más, muy entusiasmados”, aseguró a LA NACION Wai Kit Loeng, periodista local, del Channel NewsAsia.

Coincidió el padre Francis Lim, superior de los Jesuitas en esta zona del mundo, que destacó que, si bien el papa Francisco es “popular entre la minoría católica, también es considerado entre la opinión pública un líder internacional importante por su compromiso por la paz, la armonía y la justicia”.

Singapur, que en sánscrito significa “ciudad del León” (singa-pura), es una pequeña isla que se encuentra al sur de Malasia, en un lugar estratégico ya que se entrecruzan aquí las principales vías marítimas del extremo oriente, algo que contribuyó a su notable desarrollo económico y cultural. Desde finales de la Edad Media fue un importante punto de intercambio comercial y su territorio fue cedido en 1918 por el sultán de Johor (Malasia) a la Compañía Británica de las Islas Orientales, convirtiéndose a lo largo del siglo XIX en la principal base naval británica de Asia oriental. En la Segunda Guerra Mundial, entre 1942 y 1945, cuando fue ocupada por los japoneses, la población local padeció masacres y todas sus infraestructuras fueron destruidas. De nuevo bajo los ingleses tras terminar el conflicto, en 1959 obtuvo un autogobierno en el seno del Commonwaelth y en 1963 pasó a formar parte de la Federación de Malasia, pero por poco tiempo. En agosto de 1965, de hecho, se convirtió e la república independiente de Singapur, asociada siempre al Commonwealth, con una república parlamentaria de estilo británico.

Aunque es un país sin materias primas, gracias a un ambicioso programa de modernización e industrialización emprendido por Lee Kuan Yew, “padre fundador” del país -considerado por algunos un dictador- y luego por su hijo Lee Hsien Loong, Singapur se convirtió en una de las cuatro “tigres asiáticas” (junto a Hong Kong, Taiwán y Corea del Sur). En 2004 Lee Hsien Loong, con un estilo pragmático y casi sin oposición, logró no sólo un equilibrio étnico religioso en esta pequeña ciudad-Estado, sino también lanzarla al estrellato financiero y al prestigio internacional. Esto, gracias a una gestión del Estado basada en el concepto de “democracia guiada” elabordo por los fundadores, con una administración fuertemente centralizada que apunta al orden y al bienestar, liberal en lo económico, pero con un fuerte aporte público. Gracias a esto, hoy Singapur tiene uno de los niveles de vida más altos del mundo, con muy buena educación y salud. Es el cuarto país de renta per cápita del mundo, tiene una de las tasas más altas de propietarios de inmuebles y un sistema de transporte espectacular, con tecnología de vanguardia. También se destaca por imponer reglas muy estrictas -tiene pena de muerte, algo que el Papa pide normalmente abolir- y, según Transparency International es uno de los países menos corruptos del mundo .

En mayo de este año, Loong fue sucedido por Lawrance Wong, que es también ministro de Finanzas y que, más allá de la prosperidad reinante, tiene de todos modos problemas por resolver. Entre ellos, el envejecimiento de la población, las tensiones étnicas y religiosas, un estado de bienestar cada vez más insuficiente y necesidades vinculadas a las viviendas.

Aunque todo resplandece en Singapur, por otro lado, existen grandes contrastes sociales que tienen que ver sobre todo con la mano de obra extranjera barata, formada por migrantes, muy a menudo discriminada y poco integrada.

Francisco fue recibido en el aeropuerto de Changi, en Singapur
Francisco fue recibido en el aeropuerto de Changi, en Singapur - Créditos: @TIZIANA FABI

El Papa llegó a Singapur -tierra que pisó otro jesuita, san Francisco Javier, en el siglo XVI y hoy uno de los puertos más grandes del mundo, con el mayor tráfico de contenedores-, después de tres horas y media de vuelo desde Dili, Timor Oriental.

Allí, por la mañana, tuvo una última cita con 3000 jóvenes que lo recibieron coreando, en español, “¡Esta es, la juventud del Papa! ¡Esta es, la juventud del Papa” y ovaciones. En excelente forma Francisco ante todos ellos improvisó, bromeó, interactuó y, al final, les dejó mensajes muy claros: “¡Odio, no! ¡Amor y servicio, sí! ¡Tengan coraje y si se pelean, reconcíliense! ¡Hagan lío, barullo! ¡Respeten y escuchen a los ancianos!”.

Fue despedido luego con todos los honores en el humilde aeropuerto de Dili por el presidente y Nobel de la Paz, José Ramos-Horta, el primer ministro y exlíder de la guerrilla por la independencia, Xanana Gusmao -que incluso sorprendió al salir a saludar a los periodistas del vuelo papal en los controles de seguridad-, autoridades, funcionarios, bandas militares y miles de personas abarrotadas detrás de las rejas de la estación aérea. Desde la ventanita del avión, se veía como todos -bomberos, policías, fuerzas especiales, familias apostadas sobre colinas adyacentes-, agitaban banderitas del Vaticano y saludaban con sus manos al avión papal que comenzaba a moverse. Entonces, la imagen que resumió la visita, conmovedora, fue la de algunos técnicos del aeropuerto, con chalecos fosforescentes, que se arrodillaron ante el Airbus: una última señal de agradecimiento a alguien que sacó del anonimato y el olvido a Timor Oriental, al menos por 48 horas.