“Un gigante de la cardiología pediátrica”: distinguen al argentino que desarrolló la cirugía que repara una cardiopatía congénita compleja

Guillermo Kreutzer
Guillermo Kreutzer

El auditorio aplaudió de pie cuando este martes, a la noche, durante el Congreso Mundial de Cardiología y Cirugía Cardíaca Pediátrica, se anunció el nombre de Guillermo Kreutzer en una de las salas del Centro de Convenciones de la ciudad de Washington. A los 88 años, el médico argentino que le dio nombre al procedimiento con el que desde hace más de medio siglo se repara una cardiopatía congénita compleja recibió por videoconferencia desde Buenos Aires la distinción de pares “por décadas de liderazgo, innovación y servicio”.

“Trabajé mucho por el país que adoro”, dice Kreutzer en diálogo con LA NACIÓN. A partir de 1972, formó los primeros residentes en cardiología pediátrica que, desde el Hospital de Niños de la ciudad de Buenos Aires, fueron diseminando la cirugía cardíaca en chicos al resto de los hospitales del país.

Los problemas de columna producto de más de 50 años de pie en quirófano durante intervenciones que superan las 10 horas le impidieron esta vez viajar a Washington. Presente en la entrega vía Zoom, desde una pantalla gigante siguió cómo su hija, Jacqueline Kreutzer, recibió el premio en su nombre.

Ella es jefa de la División de Cardiología Pediátrica del Hospital de Niños de Pittsburgh. Junto a su padre, en Buenos Aires, estaba su hijo, Christian Kreutzer, jefe del Servicio Cirugía Cardiovascular Pediátrica del Hospital Universitario Austral. “En mi familia todos nos dedicamos a la cardiología pediátrica”, dice con visible orgullo paterno y respeto profesional. De inmediato surge el nombre de su padre, Rodolfo Kreutzer, pionero de cardiología pediátrica como especialidad en la Argentina y la región, y de su hermano, Eduardo, que fue jefe de Cardiología de la exCasa Cuna.

La distinción entregada en Washington
La distinción entregada en Washington

El encargado de entregar el premio en Washington fue Frederick Fricker, referente del Centro de Cardiopatías Congénitas del Hospital de Niños de la Universidad de Florida, en Estados Unidos. “Su padre es un gigante de la cardiología pediátrica”, le dijo a la hija de Kreutzer.

La distinción destaca una trayectoria de décadas de aportes a la corrección de malformaciones congénitas del corazón. En especial, la atresia tricuspídea-ventrículo único, que afecta la circulación sanguínea normal y la vida de esos pacientes pediátricos.

En esos casos, ese único ventrículo que funciona tiene que succionar la sangre a los pulmones para su oxigenación (circulación pulmonar) y debe distribuirla al resto del organismo (circulación sistémica). “La patología es muy complicada –repasa el especialista–, ya que tenemos dos ventrículos: el derecho se encarga de que la sangre vaya a los pulmones y el izquierdo, a todo el organismo. En cambio, en los [chicos con] ventrículos únicos solo funciona medio corazón. Con la cirugía, logramos la supervivencia y una mejor calidad de vida, a pesar de ciertas limitaciones, ya que no es normal vivir con un solo ventrículo.”

Julio de 1971

La cirugía de Fontan-Kreutzer crea, para esos casos, un sistema que imita la circulación normal mediante un bypass que posibilita que la sangre venosa (desoxigenada) llegue a los pulmones sin pasar por el ventrículo faltante. Es el ventrículo único el que aspira la sangre oxigenada de los pulmones y la expele por la aorta a todo el organismo.

Guillermo Kreutzer recibió vía Zoom la distinción durante el Congreso Mundial de Cardiología y Cirugía Cardíaca Pediátrica, en Washington, junto a su hijo Christian Kreutzer, jefe de Cirugía Cardiovascular Pediátrica del Hospital Austral
Guillermo Kreutzer recibió vía Zoom la distinción durante el Congreso Mundial de Cardiología y Cirugía Cardíaca Pediátrica, en Washington, junto a su hijo Christian Kreutzer, jefe de Cirugía Cardiovascular Pediátrica del Hospital Austral

“En julio de 1971, llegó al hospital un chico de tres años extremadamente cianótico con una cardiopatía compleja [por la atresia tricuspídea] y muy baja saturación de oxígeno [60%; lo normal es 95% o más]. Tenía una oclusión de la rama pulmonar derecha que impedía cualquier cirugía clásica”, recuerda Kreutzer sobre aquella primera operación que modificó “radicalmente”, como lo define, un procedimiento que cuatro meses antes había publicado el francés Francis Fontan y del que, en la Argentina, aún no se tenía conocimiento. Influyeron en esa modificación las sugerencias en el Hospital de Niños del hemodinamista Alberto Rodríguez Coronel y el patólogo Luis Becú.

“La madre del niño –continúa el cirujano– fue una participante esencial porque, en ese momento, me imploró «Haga algo porque mi hijo se está muriendo». Le expliqué que lo único que podíamos hacer era una cirugía novedosa, sin experiencia en el mundo y que, para eso, tenía que prestar su consentimiento porque el resultado era impredecible. Aceptó firmarlo y así hicimos la primera anastomosis auriculopulmonar. Una de nuestras publicaciones internacionales posteriores documenta el caso de una paciente que alcanzó los 62 años, trabajó como secretaria, se casó, se divorció y no tuvo hijos por el riesgo del embarazo con un ventrículo único.”

Aun cuando ese fue el principal motivo del reconocimiento otorgado durante la octava edición del congreso mundial de la especialidad en la capital estadounidense, Kreutzer afirma que su orgullo es hablar creado a comienzos de los 70 la residencia de cirugía cardíaca pediátrica en el país y que sus egresados fueran los que llevaran a los demás hospitales en el interior del país la cirugía cardíaca “como se hacía en el Hospital de Niños de la ciudad de Buenos Aires”, señala.

En más de 50 años de trabajo –hace tres que dejó de concurrir al hospital– el grupo operó 15.000 chicos en el Hospital de Niños y 7000 en la Clínica Bazterrica.