Gary Prado Salmón, el boliviano que capturó al Che Guevara, murió a los 84 años

El general Gary Prado Salmón, que como capitán del ejército boliviano dirigió la operación que capturó en 1967 al revolucionario argentino Che Guevara, aliado fundamental de Fidel Castro en la revolución cubana, falleció el 6 de mayo en un hospital de Santa Cruz, Bolivia. Tenía 84 años.

Su hijo Gary Prado Arauz anunció el fallecimiento en Facebook, pero no mencionó la causa de su muerte.

Después de abandonar Cuba en 1965, Guevara trató de avivar un movimiento revolucionario comunista en lo que hoy es el Congo, pero fracasó en ese intento y, al año siguiente, se dirigió con otros guerrilleros a Bolivia, con la esperanza de derrocar al gobierno del presidente René Barrientos Ortuño, un general que se había apropiado del control del país mediante un golpe de Estado.

Prado y sus hombres (que formaban parte de una unidad de fuerzas especiales respaldada por la Agencia Central de Inteligencia estadounidense, CIA, por su sigla en inglés) llevaban meses persiguiendo a los guerrilleros cuando él recibió un aviso de un campesino, un viejo amigo de la escuela, que decía haberlos visto en un barranco profundo cerca del pequeño poblado de La Higuera.

Como a la una de la tarde del 8 de octubre de 1967, Prado oyó gritos procedentes del barranco: sus soldados habían capturado a dos guerrilleros.

Mientras uno de ellos se rendía, le narró Prado más tarde a The New York Times, gritó: “Soy el Che Guevara y para ustedes valgo más vivo que muerto”.

Guevara había sido herido en la batalla, su arma no funcionaba.

“Tenía un aspecto lamentable, se veía sucio, maloliente y deteriorado”, afirmó Prado en una entrevista de 2017 con la revista FT Magazine. “Llevaba meses huyendo. Tenía el pelo largo, desordenado y enmarañado, y la barba tupida”. Y, dijo Prado, “No tenía zapatos, solo trozos de pieles de animales en los pies”.

Guevara fue recluido en una habitación de una pequeña escuela del poblado cercano de La Higuera, donde habló varias veces con Prado. Al preguntarle por qué estaba combatiendo en Bolivia, Guevara respondió: “La revolución no tiene fronteras”. Prado le dijo que se había equivocado de país, que, según él, había vivido su propia revolución mediante la reforma agraria y la nacionalización de sus minas.

“Luego vino su preocupación por su futuro”, declaró Prado este año a la publicación inglesa CE Noticias Financieras. “‘¿Qué va a ser de mí?’ Le dije que iba a ir a juicio”.

No obstante, al día siguiente, después de que Prado salió a perseguir a otros guerrilleros, narró, Guevara fue ejecutado por un sargento del ejército por orden de Barrientos. Prado regresó a tiempo para ayudar a atar el cuerpo de Guevara a las hélices de un helicóptero que lo llevó a la ciudad cercana de Vallegrande.

“Lo tendieron sobre una losa de concreto en el pequeño lavadero que hay detrás del hospital e invitaron a una treintena de fotógrafos de prensa de todo el mundo para que tomaran imágenes del cadáver mientras estaba de cuerpo presente”, declaró Prado a FT Magazine. “Para el gobierno y los militares era importante mostrar al Che muerto como lección para cualquiera que pretendiera invadir o amenazar el modo de vida boliviano en el futuro”.

Prado acabó escribiendo dos libros, “Cómo capturé al Che” (1987) y “La derrota del Che Guevara: Respuesta militar al desafío guerrillero en Bolivia” (1990).

Gary Augusto Prado Salmón nació el 15 de noviembre de 1938 en Roma, era hijo de Julio Prado Montaño, oficial del ejército boliviano que estaba asignado a la ciudad, y de Adela Salmón Tapia. A los 15 años, tras el regreso de la familia a Bolivia, Gary se matriculó en el colegio militar y se graduó como subteniente en 1958. Se convirtió en instructor de la escuela.

En 1974, siete años después de que la captura de Guevara convirtió a Prado en un héroe militar, fue detenido por ser uno de los líderes de un levantamiento contra la dictadura militar del presidente Hugo Banzer Suárez, quien, sin embargo, un año más tarde, fue restituido.

En 1981, ya coronel al mando de la 8va División del ejército, dirigió la reconquista de una planta de gas natural de Occidental Petroleum en Santa Cruz, en manos de ultraderechistas que habían amenazado con hacerla explotar si la junta militar no dimitía.

Pero esa fue la última operación de Prado en servicio activo: quedó paralítico debido a que uno de sus propios hombres le disparó una bala que hizo blanco en su columna. Citando el relato de un testigo, el Miami Herald informó que un subteniente le había disparado en lo que Prado calificó de accidente.

Con el tiempo, Prado ascendió al rango de general, pero la lesión, que lo dejó en silla de ruedas, le impidió llegar a ser comandante, como él quería. Se retiró del ejército a finales de la década de 1980, luego fue embajador de Bolivia en el Reino Unido y, más tarde, en México.

No se dispone de información sobre sus supervivientes.

Algunos admiradores mexicanos de Guevara se opusieron al nombramiento de Prado como embajador. Durante una recepción en un centro cultural mexicano en 2001, Alberto Hijar, crítico de arte, le arrojó una copa de vino a Prado y gritó: “¡A la salud del Che!”. Hijar declaró al Chicago Tribune: “Es un criminal de guerra”.

Pero Prado le dijo al Tribune: “Actué con rectitud toda mi vida, no solo en este episodio. No tengo por qué avergonzarme ni esconderme”. Trató de minimizar la relevancia de la captura de Guevara y añadió: “Todo ese incidente representa apenas cuatro líneas de la historia de Bolivia”.

c.2023 The New York Times Company