Experiencias: “Muchas veces, en las escuelas, se los manda a la hoguera”, los obstáculos que enfrentan los chicos con altas capacidades

Por el coronavirus, se suspenden las clases presenciales en la Argentina por dos semanas, pero los chicos igual tendrán tarea
Los padres cuentan que los chicos con altas capacidades se aburren durante las clases - Créditos: @Shutterstock

CÓRDOBA.- I. e I. son hermanos, tienen 15 y 13 años respectivamente; nacieron en España y están en la Argentina hace cuatro años, radicados en Mar del Plata. La mayor tiene altas capacidades y el menor es talentoso. Pese a su edad, recorrieron y siguen haciéndolo un camino que les resulta largo y pesado. La adolescente fue diagnosticada en Baleares cuando tenía seis años y todavía recuerda el estrés que le produjeron los tests y el cansancio con el que terminó la jornada.

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Guadalupe, su madre, también tiene altas capacidades aunque se enteró de adulta, casi al mismo tiempo del diagnóstico de su hija. Enfatiza que son muchas las veces en que “claudican socialmente” y no dan pelea. “Es que muchos creen que estos chicos se pueden adaptar, pero no; no encajan. No les prestan la atención debida y quedan relegados, muchas veces sin diagnosticar y eso hasta enferma. Si no se hace el seguimiento, sino se los contiene, la sociedad pierde puntas de flecha, semillas de progreso. Hacen falta más profesionales capacitados, más docentes entrenados”, sintetiza.

Describe que I. era distinta desde la gestación: “Tenía expresiones diferentes a las de un bebé. Quería jugar solo con cosas azules o de esa gama. A los cuatro meses agarraba ella sola la fruta, tenía una motricidad madura; todos los dientes le salieron juntos. Yo no sabía lo pasaba, pero el pediatra me decía que era precoz, que las nenas evolucionan antes”.

A los dos años y medio reconocía las letras, memorizaba las formas y las reconocía en los textos y a los cuatro años manejaba aparatos electrónicos “como si fuera una adulta”. Su madre define que más allá de los hechos, era “la actitud” con que se desempeñaba. “La diferencia de ritmo con los demás era abismal –relata–. Nos echaron de dos colegios por pedir el diagnóstico”.

I. somatiza, como muchos chicos con altas capacidades. En su caso, tiene hipersensibilidad en la piel y de chica, no se dejaba tocar ni cortar el pelo; el agua tibia le “quemaba” y las etiquetas de la ropa “la laceran”. Su madre insiste en que si las familias tienden a pensar “en lo malo” es porque “pasa” y los mismos chicos buscan, a su manera, protegerse. En general, las mujeres tienden a “camuflarse” con el resto y los varones a “portarse mal”.

Una vez diagnosticada, en España le indicaron que podía acelerar dos años en la escuela. Su madre decidió que fuera uno. Cuando llegaron a la Argentina, podría haber ingresado a primer año del secundario, pero, como dice Guadalupe, “no nos respetaron la dinámica; decidieron que la asignación de nivel fuera por la edad. Claudicamos para evitar problemas, para no complicarla”.

Los hermanos tienen 13 y 15 años; vivieron problemas en España y ahora en la Argentina.
Los hermanos tienen 13 y 15 años; vivieron problemas en España y ahora en la Argentina.

I. sufrió acoso en la escuela: la encerraban en el baño y subían fotos de ella con emojis “hirientes”. Ahora la situación está más calma. “La ves sufrir -añade-. Es difícil porque los otros se comparan y, en el aula, en vez de hacer que estos chicos ayuden a traccionar al resto van a la baja. Son chicos que quieren ayudar, hacer más cosas, miran la realidad de otra manera, pero muchas veces se los manda a la hoguera en vez de aprovechar esa capacidad”.

Mientras la adolescente tiene altas capacidades en el área lógico-matemática; juega al ajedrez y fue, con nueve años, la jugadora de golf más joven de Europa en hacer hoyo en uno. Su hermano tiene talento para los deportes con pelota. También ganó dos hackatons con proyectos para proteger animales en riesgo de extinción.

Guadalupe afirma que ahora ve en la Argentina situaciones que vivió en España y que se superaron porque se protocolizó el diagnóstico y el seguimiento en el aula. “Necesitan acompañamiento –subraya–. Requieren contención porque sino el colegio los eyecta. Como autodefensa pueden que no desarrollen sus capacidades o que las usen a media por una cuestión de supervivencia”.

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Aburrimiento

NLN es la madre de un varón de 13 años que a los cinco fue diagnosticado. A los tres, ya leía. Su familia, primero, pensó que repetía de memoria y después lo atribuyó a que “solo estaba más adelantado”. En la sala de tres la maestra le permitía leerle a sus compañeros, pero en la de cuatro no lo dejaban y lo ponían a dibujar. “Empezaron los episodios de llanto –relata su madre-. Lo llevamos a diagnosticar y, con ese informe, entró directamente a segundo grado. Nos arriesgamos a la aceleración”.

La familia vive en la ciudad de Corrientes. A los pocos meses, la docente de segundo grado cuestionó la letra que tenía el chico. Otro reporte fue necesario para explicar que la motricidad era menos madura por la edad. “Siempre fue superando lo emocional; él preguntaba, le explicábamos, lo acompañábamos nosotros y una especialista. Buscábamos actividades que lo estimularan; juega al ajedrez desde muy chico. El problema era que se aburría en clase, así que llevaba un libro y el tablero para cuando terminaba antes”, repasa. En su caso, somatizaba los problemas con ataques de tos.

En la secundaria también aceleró un año; rindió libre primero. Después de la pandemia, los contenidos “prioritarios” definidos por Educación le resultaban muy simples. “Lo que siempre plantea es ‘¿esto es todo?, es muy fácil, es muy corto’. El riesgo es la desmotivación. Las plataformas de enseñanza le permiten expandirse, sumar conocimientos. Aprendió programación, robótica, participa de foros, viajó por varias provincias y países. Es muy sociable y disciplinado. Logró organizar su tiempo”.