Según un estudio, las muertes por el huracán Helene continuarán durante años

Daños causados por el huracán Helene en Horseshoe Beach, Florida, el 28 de septiembre de 2024. (Nicole Craine/The New York Times).
Daños causados por el huracán Helene en Horseshoe Beach, Florida, el 28 de septiembre de 2024. (Nicole Craine/The New York Times).

En la última semana, la cifra oficial de muertos por el huracán Helene supera los 100, pues el vórtice que se arrastró tierra adentro desde Florida ha sumergido casas y arrastrado autos. Sin embargo, hasta dentro de unos años no se sabrá el número total de vidas perdidas, que podrían ascender a miles.

Un artículo publicado el miércoles en la revista Nature expone el costo oculto de las tormentas tropicales en el territorio continental de Estados Unidos. Tras analizar 501 eventos entre 1930 y 2015, los investigadores descubrieron que la tormenta tropical promedio causó entre 7000 y 11.000 muertes adicionales en los 15 años siguientes.

En total, durante el periodo de estudio, las tormentas tropicales mataron a más personas que los accidentes de automóvil, las enfermedades infecciosas y el combate de los soldados estadounidenses. Es una cifra tan grande —especialmente si se compara con las 24 muertes directas causadas por los huracanes en promedio, según las estadísticas federales— que los autores pasaron años comprobando los cálculos para asegurarse de que estaban en lo cierto.

“La magnitud de estos resultados es radicalmente distinta de lo que esperábamos”, afirmó Solomon Hsiang, profesor de política medioambiental global en la Escuela Doerr de Sostenibilidad de la Universidad de Stanford, que realizó el estudio con Rachel Young, becaria posdoctoral Ciriacy-Wantrup de la Universidad de California en Berkeley.

La pareja usó una técnica que también ha proporcionado una comprensión más completa del “exceso de muertes” causado por el COVID-19 y las olas de calor. Esta técnica consiste en analizar los patrones de mortalidad típicos y aislar las anomalías que podrían haber sido causadas únicamente por la variable estudiada, en este caso, una tormenta de gran magnitud.

Anteriormente, los investigadores examinaban las muertes y hospitalizaciones tras huracanes dentro de periodos mucho más cortos. Un estudio publicado en Nature descubrió un aumento de las hospitalizaciones entre los pacientes mayores de Medicaid en la semana posterior a una tormenta. Otro, publicado en The Journal of the American Medical Association, asociaba tasas de mortalidad más elevadas a los condados estadounidenses azotados por ciclones. Un estudio publicado en The Lancet reveló que, en 14 países, los ciclones provocaron un aumento del 6 por ciento de la mortalidad en las dos semanas siguientes.

Pero a pesar del creciente interés por los efectos sanitarios de las catástrofes naturales, nadie había examinado un periodo tan largo tras una tormenta. Tal vez sea lógico: después de que alguien sobrevive a un huracán, es difícil imaginar qué secuencia de acontecimientos resultantes podría llevarle a la muerte más de una década después.

El estudio no responde a estas preguntas con certeza. Pero la literatura sobre salud pública contiene algunas pistas.

“Tiene mucho sentido que un huracán, o un ciclón tropical —que es un ‘choque’ sustancial para el funcionamiento de una comunidad— provoque efectos duraderos”, declaró Sue Anne Bell, profesora adjunta del Centro de Equidad Sanitaria Global de la Universidad de Michigan, que revisó el estudio.

Bell ha investigado las repercusiones de primer orden de las catástrofes naturales, como las ramificaciones para los pacientes con demencia cuyas rutinas tal vez se hayan visto alteradas o sus equipos de atención fragmentados. Los pacientes de cáncer que vivieron el huracán Katrina en 2005 tuvieron tasas de supervivencia más bajas incluso años después, lo que probablemente tuvo que ver con las interrupciones de su tratamiento.

Pero los autores también sugieren cambios más sutiles y a largo plazo que podrían abrumar a los supervivientes del huracán. Pedir prestado de los ahorros de la jubilación para cubrir una pérdida no asegurada podría llevar a circunstancias financieras más duras a largo plazo. El estrés de perder una casa podría empeorar las afecciones cardiacas que finalmente resultan mortales. Los huracanes pueden mermar la capacidad de los gobiernos locales, detrayendo recursos para prioridades como la seguridad vial o la extinción de incendios.

Según el estudio, la población negra lleva una carga desproporcionada de mortalidad por tormentas tropicales, en parte porque más personas de raza negra viven en zonas propensas a los huracanes, pero también porque suelen tener menos recursos económicos y menos acceso a la atención sanitaria.

Además hay efectos psicológicos, que pueden dañar la salud física. David Abramson, profesor clínico de la Escuela de Salud Pública Global de la Universidad de Nueva York, siguió durante años a un grupo de supervivientes del huracán Katrina. Observó un aumento del abuso de sustancias con el paso del tiempo, lo que podría estar relacionado con el trauma de ver sus vidas trastornadas.

“Mucha de esta gente estaba trabajando muy duro, subiendo peldaños en la escalera; de repente, algún acontecimiento los devuelve a lo más bajo de la escalera, y eso es muy desalentador”, dijo Abramson, que también revisó el estudio. “Lleva a un fatalismo, a rendirse un poco, a comportamientos de riesgo”.

Acumulativamente, según el estudio, las tormentas pesan más en los estados que son golpeados en repetidas ocasiones, como Florida, donde Hsiang y Young atribuyen el 13 por ciento de las muertes totales al clima tormentoso.

No obstante, en los estados que solo son azotados ocasionalmente, una sola tormenta supone un golpe más duro, quizá porque sus sistemas e infraestructuras están menos preparados para ello.

Se prevé que la amenaza de los huracanes aumente debido al cambio climático. Aunque las muertes aumentaron a lo largo del siglo XX a medida que crecía la población en las costas del Atlántico y el golfo, los datos de Young y Hsiang muestran un punto de inflexión en torno a 2001, cuando las tormentas empezaron a ser más frecuentes.

Por ello, aunque las muertes directas por tormentas han disminuido a lo largo de las décadas, Hsiang instó a investigar más el número mucho mayor de muertes que se producen tiempo después de que el cielo se haya despejado.

“Cuando las cosas son invisibles, los políticos no pueden responder a ellas, las comunidades no pueden solucionarlas”, afirmó Hsiang.

c.2024 The New York Times Company