Un escritor y periodista francés revela detalles inéditos sobre el secuestro, tortura y asesinato de las monjas francesas durante la última dictadura militar

La Iglesia de la Santa Cruz, ubicada en el barrio de San Cristóbal, fue uno de los lugares de reunión de las Madres de Plaza de Mayo y donde secuestraron a una de las monjas francesas
La Iglesia de la Santa Cruz, ubicada en el barrio de San Cristóbal, fue uno de los lugares de reunión de las Madres de Plaza de Mayo y donde secuestraron a una de las monjas francesas - Créditos: @Santiago Filipuzzi

Cuando tenía 8 años, Frédéric Santangelo miró el mundial de fútbol 1978 que tuvo como sede a la Argentina. La palabra “desaparecidos” se escuchaba en la televisión y no entendía por qué los comentaristas y parte de su familia decían que en el país “pasaban otras cosas”. Ese es uno de los primeros recuerdos que el ahora periodista y escritor de Callar sería cobarde (Autores de Argentina) recuerda como el germen de una investigación rigurosa y exhaustiva que 33 años después realizó sobre el secuestro, tortura y desaparición de dos monjas francesas durante la última dictadura militar.

Esta semana se cumplen 45 años de los días (8 y 10 de diciembre) en los que un grupo de tareas de la Armada Argentina secuestró a Alice Domon y Léonie Duquet junto a otras 10 personas, entre las que se encontraba la fundadora de las Madres de Plaza de Mayo, Azucena Villaflor. Este acontecimiento iba a ser el principio de una crisis diplomática con Francia, iba a funcionar como una de las pruebas de las tensiones que existían en la cúpula tripartita del Gobierno militar, e iba a concluir con un desenlace violento que se revelaría algunos años después.

La investigación que Santangelo llevó adelante surge como parte de una capitulación académica. Entre 2011 y 2012 estudió una maestría en periodismo en la Argentina y eligió, como tema para su trabajo final, una historia que hiciera pie tanto en Francia como en la Argentina. La labor de recopilación de documentos y, principalmente, la lectura de correspondencia de las religiosas con sus familias fue determinante para que el flamante periodista se comprometiera a continuar la investigación “hasta el final”.

Santangelo explicó que el nombre de su libro surge de una frase que Léonie Duquet esboza sobre su labor con los organismos de derechos humanos, así como por los valiosos testimonios de sobrevivientes de la ESMA, claves para enjuiciar a los acusados de los crímenes de Estado
Santangelo explicó que el nombre de su libro surge de una frase que Léonie Duquet esboza sobre su labor con los organismos de derechos humanos, así como por los valiosos testimonios de sobrevivientes de la ESMA, claves para enjuiciar a los acusados de los crímenes de Estado - Créditos: @Santiago Filipuzzi

“Uno de los primeros documentos que leí fueron las cartas que las monjas escribieron a su familia durante su estadía en la Argentina. Eran en francés, e inmediatamente me generó algo. Cuando leés algo tan personal te conectás con la persona que las escribe. Fue ahí cuando decidí que tenía que ir hasta el final, que no podía hacer una investigación a medias”, señaló a LA NACION Santangelo.

Con destreza, el escritor desglosa en su libro la forma en que se dieron los hechos y descubre detalles inéditos acerca del crimen de Estado que involucra al gobierno del entonces presidente de facto Jorge Rafael Videla.

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Callar sería cobarde está escrito en forma de thriller político, y comienza por el final: con el asesinato de las religiosas francesas y otras diez personas más, que son arrojadas desde un avión al mar argentino el 14 de diciembre de 1977. “Ese día, todos los diarios franceses hablaron del secuestro de las monjas. Notas largas y muchas en la portada. También en la radio. Además, el Ejército Argentino, se puso a presionar a la Armada para saber quién las había secuestrado, dado que ellos no estaban de acuerdo con ese secuestro. Fue ejecutado por la marina”, explicó Santangelo.

Su arribo al país

Las monjas llegaron a la Argentina para profundizar su labor solidaria. Léonie fue la primera en instalarse en el país, en 1949. Alice lo hizo en 1967, y se involucró íntimamente en el trabajo de los campesinos cultivadores de tabaco en Perugorría, un pueblo de la provincia de Corrientes. Allí, tuvo contacto con las Ligas Agrarias y varios de sus compañeros fueron secuestrados y desaparecidos por la dictadura militar. Durante su estadía en la Argentina, ambas vivieron en diferentes lugares, siempre en contacto con los más humildes a través de la ayuda en comedores, el dictado de clases de catequesis y la ayuda con trámites o cuidados a quienes más lo necesitaban.

Domon y Duquet, las monjas francesas desaparecidas en la Argentina
Domon y Duquet, las monjas francesas desaparecidas en la Argentina

Por su trabajo, se las vinculaba con movimientos subversivos. “Las monjas eran consideradas por algunos como del ‘tercer mundo’ [el movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM), ligado a sectores políticos de izquierda]. Ellas decían que su lucha era exclusivamente social, pero muchos decían que eran comunistas”, señaló el escritor y periodista.

Su trabajo en organizaciones de derechos humanos luego del golpe militar de 1976 se dio espontáneamente. Si bien las monjas consideraron que ello podría ser peligroso, permanecer ajenas no era una opción. “Léonie dice en una de sus cartas que en su barrio la tratan de tercermundista. Sin embargo, destaca: ‘callar sería cobarde, los jóvenes esperan tanto de nosotros’”, detalló Santangelo, sobre la valentía de las mujeres francesas y la frase que inspiró el título de su libro.

Madres de Plaza de Mayo

La Iglesia de la Santa Cruz, ubicada en el barrio porteño de San Cristóbal, donde Léonie colaboraba, era el lugar en donde a veces se reunían las Madres de Plaza de Mayo, entre las que se infiltró el exmilitar y parte del Grupo de Tareas 3.3.2, Alfredo Astiz. Su nombre ficticio era Gustavo Niño y se hacía pasar como familiar de una persona desaparecida.

“Al principio, las madres no querían que estuviera presente porque querían protegerlo. Era muy joven y no querían que participara. Sin embargo, Azucena Villaflor finalmente lo aceptó. Astiz se parecía a su hijo desaparecido y se encariñó con él. Era el único hombre admitido en la organización de madres y por esta cercanía Astiz se enteró de muchas cosas, entre las cuales estaba la solicitada que se estaba preparando”, explicó Santangelo.

En aquella publicación, que salió el 10 de diciembre de 1977 en LA NACION, la organización de derechos humanos solicitaba saber dónde se encontraban sus familiares. Las madres, entre las que se encontraba Villaflor, secuestrada un día antes, firman con sus apellidos de casadas para identificar a sus hijos.

Trasladan el Ministerio de Justicia a la ex ESMA
En la exEscuela de Mecánica de la Armada (ESMA) funcionó un centro clandestino de detención durante el último gobierno militar (1976-1983), lugar donde estuvieron secuestradas Alice Domon y Léonie Duquet - Créditos: @Ricardo Pristupluk / LA NACION

Detalles inéditos

Durante el cautiverio de las monjas, los testimonios de personas sobrevivientes a la ESMA dan cuenta de la brutalidad con la que fueron tratadas. El 14 de diciembre de 1977, seis días después del secuestro de Domon y cuatro días después del secuestro de Duquet, los medios franceses se preguntan por ellas y exigen al gobierno argentino explicaciones sobre su paradero.

El Ejército, a cargo de Videla, no sabía quién había secuestrado a las monjas y no estaban de acuerdo porque implicaba un problema internacional. La Marina Argentina, con Emilio Massera a la cabeza, negó cualquier vinculación con el hecho.

Para desligarse, los militares en la ESMA le pidieron a Domon que escriba una carta a sus familiares, simulando un secuestro de Montoneros. Incluso, le pidieron a uno de los detenidos que con aerosol pinte la bandera de la organización subversiva de izquierda para tomarles una foto y enviarla a los medios.

“Le piden a Alice que escriba una carta a sus familiares. Los militares le dictaron el texto en español y ella lo tradujo al francés. Allí dice que, para obtener su libertad, el Gobierno debe liberar 21 presos políticos, y da algunos nombres. Sin embargo, se nota cuando leés la carta que ella da indicios de que eso no es así. Por ejemplo, dice ‘soy prisionera de un grupo disidente de Videla’. En vez de decir un grupo opositor, que serían los Montoneros, ella escribe disidente, que no es lo mismo que opositor. El grupo de tareas de la ESMA era un grupo disidente dentro de la marina y estaban a cargo de Jorge ‘el Tigre’ Acosta”, precisó el escritor sobre sus hallazgos.

“La lista de personas a liberar, supuestamente debía tener nombres de militantes montoneros, pero eran campesinos parte de las Ligas Agrarias. Alice puso los nombres de sus amigos para mandar una señal. Además, hay muchos errores de ortografía. Hay una parte que ella es libre de poner lo que quiere, probablemente le dijeron que podía saludar a sus familiares, y en esa parte la escritura es perfecta, pero en la parte en que pide liberar a presos políticos está muy mal escrita”, explicó Santangelo.

El cementerio en General Lavalle donde fueron identificados los cuerpos de Madres de Plaza de Mayo y una monja francesa.
El cementerio de General Lavalle, donde fueron identificados los cuerpos de Madres de Plaza de Mayo y una monja francesa - Créditos: @Santiago Hafford

Callar sería cobarde

Las monjas fueron asesinadas por medio de lo que se conoció como los “vuelos de la muerte”. Narcotizadas, fueron arrojadas desde un avión hacia el Mar Argentino. Murieron al impactar con el agua. El cuerpo de Duquet y de otras Madres de Plaza de Mayo fueron encontrados en las costas de diferentes balnearios argentinos y enterrados como NN en el cementerio de General Lavalle.

En 2005, en el contexto de una investigación llevada adelante por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) y los Juicios a las Juntas, el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) exhumó los cuerpos y, mediante análisis de ADN, corroboró que pertenecían al grupo de familiares de la Santa Cruz. Hasta el momento, los restos de Alice Domon no han sido hallados y permanecen desaparecidos.

“Hubo justicia porque algunos exprisioneros que fueron torturados y liberados se animaron a hablar durante los juicios. Los exprisioneros que declararon lo hicieron durante los años 80 y 90 cuando todavía era peligroso testificar. Quise brindarle respeto a los sobrevivientes, que fueron muy criticados porque tuvieron que colaborar de un modo u otro para vivir. Vivieron en el infierno, tuvieron que hacerlo. Estaban completamente quebrados, tuvieron coraje y no se callaron cuando fueron los juicios”, sumó Santangelo, sobre la elección del título de su libro.