El escalofriante ‘Caso Padilla’ de Cuba y la libertad de expresión tienen nueva relevancia | Opinión

Como un fantasma llamado a un nuevo campo de batalla, el escándalo de censura más notorio de Cuba conocido como “El caso Padilla”, está haciendo acto de presencia en una Florida donde el gobernante Partido Republicano trabaja diligentemente para restringir la libertad de expresión.

Bienvenido poeta Heberto Padilla, desde el más allá, a la conversación contemporánea de la libertad de expresión.

El escritor y su forzado mea culpa de 1971 emergen de la tumba de la historia a través de un documental que se estrena en la costa este de Estados Unidos en el Festival de Cine de Miami este lunes y martes.

El cineasta cubano Pavel Giroud, residente en España, ha desenterrado —y no revela cómo, ni de quién vienen— imágenes inéditas de cómo Fidel Castro y su maquinaria de seguridad de estado utilizaron al escritor para asestar el golpe final a las críticas al gobierno en Cuba.

Después de retener a Padilla y a su esposa, la escritora Belkis Cuza Malé, durante dos meses en el célebre gulag de interrogatorios de La Habana, Villa Marista, Castro y su seguridad estatal obligaron a Padilla a emitir una confesión pública falsa.

En un espectáculo teatral que se prolongó durante horas, un sudoroso y casi histérico Padilla aseguró que las críticas al gobierno contenidas en su premiado poemario “Fuera del juego” habían sido suscitadas por “vanidad” y por obtener atención internacional.

Es escalofriante no solo verlo autocensurarse sino también implicar a amigos y a su esposa. Es perturbador ver a todos los otros escritores a su alrededor que callaron aterrorizados, y los que no lo hicieron también se avergonzaron.

Edición conmemorativa del poemario “Fuera del juego” del escritor cubano Heberto Padilla.
Edición conmemorativa del poemario “Fuera del juego” del escritor cubano Heberto Padilla.

Estado de la democracia

¿Qué tiene esto que ver con la Florida?

El caso de Padilla está repleto de lecciones y tiene un gran impacto: cuando un gobierno logra, por cualquier medio, argumentar que no hay lugar para las críticas, la democracia muere.

Esta es precisamente la batalla que se libra en la Florida, donde Padilla encontró por breves períodos, tanto el refugio en las universidades como el rechazo de sectores de línea dura del exilio. Padilla, a quien conocí en Miami en la década de 1990, una época llena de esperanza después de la caída de la Unión Soviética, reconocería fácilmente los repugnantes métodos que se utilizan hoy para gobernar el estado.

Divide y vencerás, elimina las críticas, lleva a cabo operaciones de interferencia por parte del gobierno en instituciones que alguna vez fueron independientes, como escuelas primarias, colegios y universidades, y socava los derechos constitucionales en nombre de establecer una sola ideología política de partido.

Leyes para censurar

La clave para acumular el poder que usan los caudillos es silenciar la conciencia de una sociedad, plasmada en la obra de los escritores, tanto literarios como periodistas, y en el papel de los educadores. Y así, con la educación ya encaminada en el derrotero de prohibición de libros y anulación de discursos, las últimas agregaciones son los nuevos intentos del gobernador Ron DeSantis y de la Legislatura de la Florida para destruir las libertades de los medios.

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Los proyectos de ley presentados en la Legislatura buscan intimidar, regular y amordazar a los medios que cubren el extraordinario ascenso de un joven gobernador con la ambición puesta en la Casa Blanca. Uno de ellos trata de revocar la decisión Sullivan de la Corte Suprema de Estados Unidos para facilitar que los funcionarios electos de Florida demanden a los periodistas. Otro busca obligar a los blogueros que escriben sobre DeSantis, su gabinete y los legisladores a registrar sus blogs, mantener informados a los funcionarios sobre lo que escriben y con qué frecuencia lo hacen, o enfrentar fuertes multas.

Y nuevamente quiero traer a Padilla, quien murió en 2000 a los 68 años en Auburn, Alabama, donde era escritor residente en la universidad, a la conversación.

Se pedirá a los legisladores cubanoamericanos del sur de Florida, cuyos antepasados exiliados pasaron décadas defendiendo la libertad de prensa en Cuba y América Latina, que apoyen los ataques calibrados de DeSantis contra los medios.

¿Qué harán, dar un paso al frente o acobardarse? Y, ¿cómo reaccionarán sus votantes? ¿Mirando hacia otro lado como lo hicieron los ciudadanos cubanos durante la eliminación de la libertad de prensa por parte de Castro? Los cubanoamericanos, un poderoso bloque de votantes, ya han jugado un papel al marcar el comienzo de esta era de censura respaldando al gobernador y sus legisladores complacientes sin hacer preguntas.

Para los de afuera, todo parece tan absurdo como alguna vez lo fue el simulacro de mea culpa de Padilla. Pero todo es demasiado real.

El vengativo DeSantis acaba de apoderarse con éxito del marco operativo de una empresa, Disney World, para castigar a sus ejecutivos corporativos por expresar su oposición a su ley de educación homofóbica “No digas gay”, que planean ampliar durante esta sesión a niveles más altos.

Castro y su compinche, Ernesto “Che” Guevara, también persiguieron a los homosexuales y los enviaron a un campo de trabajos forzados. Uno de ellos, otro novelista célebre y luego exiliado, Reinaldo Arenas, se puede ver entre la multitud de escritores convocados para presenciar la vergüenza de Padilla. Se ve asustado y preocupado.

Desconozco el motivo de la resurrección del episodio de Padilla, pero me alegra que una nueva generación se esté enterando de cómo se forman y solidifican las dictaduras.

El complot de Castro fracasó porque muchos de la comunidad intelectual internacional sabían que Padilla estaba actuando para salvar a su familia y no creyeron la artimaña. Rompieron con una revolución traicionada que Castro renombró como marxista-leninista. Otra lección: los líderes no revelan su intención autoritaria hasta que el aparato represivo es un hecho cumplido.

El asunto Padilla es tan relevante hoy como lo fue en su tiempo, tanto para los disidentes encarcelados en Cuba como para los floridanos que contemplan el espectáculo de la censura, gota a gota, sin que muchos de nosotros lo reconozcamos.

El fascismo es la otra cara de la moneda del comunismo.

A noventa millas de Cuba, y décadas después de Padilla, la Clase de 2023 de la Legislatura de Florida está encaminada a convertirse en la censora más vergonzosa en la historia del estado.

Este será su legado si no corrigen el rumbo.

Los mejores escritores acaban elevándose por encima de sus censores.

A pesar de lo que muestran las imágenes de la película del poeta asediado, Padilla sigue siendo uno de los poetas más relevantes y consagrados de Cuba. Sus poemas hablan por él y dicen su verdad.