Un equipo argentino logró reducir el tiempo para atender una emergencia que causa la muerte de millones de neuronas por cada segundo perdido

Female doctor with an mra image or angiogram discussing with a senior patient her risk to suffer an apoplectic stroke, copy space
En la Argentina, cada nueve minutos alguien sufre un ACV

Cuando se produce un accidente cerebrovascular (ACV) isquémico que obstruye una arteria, el tiempo en que ese cerebro queda sin irrigación sanguínea es crucial para determinar la sobrevida de la persona y las secuelas, que pueden ser enormemente limitantes: en todo el mundo, el stroke (como también se lo llama) es la primera causa de discapacidad y la segunda de muerte. En nuestro país es un cuadro muy frecuente: según estudio prospectivo “Programa para la Evaluación Epidemiológica del ACV en Tandil Argentina” (PrEvISTA), cada nueve minutos alguien sufre un ACV.

Y como es siempre una urgencia médica con riesgo de vida, los especialistas que los atienden se vieron muy presionados durante la pandemia, con los servicios desbordados y exigidos al máximo. En este contexto, el equipo médico de La Sagrada Familia-ENERI, conducido por Pedro Lylyk, combinó dos protocolos de inteligencia artificial (IA) que les permitieron reducir la obtención de las imágenes para diagnosticar y tratar cada caso de 11 a seis minutos: cinco minutos menos. ¿Parece poco? No lo es.

“Por cada minuto en que el cerebro está en isquemia (o sea, que no tiene circulación sanguínea), mueren entre 2 millones y 30 millones de neuronas –explica Juan Cirio, director de la Unidad de ACV de ese centro médico–. Antes del Covid teníamos un promedio de 11 minutos para adquirir las imágenes. Con la pandemia había que luchar no solo con el ACV sino también con el virus, por lo que los tiempos se hicieron más largos. Pero gracias a la AI logramos reducir a seis minutos el acceso a información”.

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El método que los expertos aplicaron fue convertido en una investigación original y distinguido por la Academia Nacional de Medicina con el premio al mejor trabajo en “Inteligencia Artificial Aplicada a la Medicina” (2021/2022). El paper con el estudio será publicado próximamente en la Revista Medicina.

Pedro Lylyk, considerado un referente mundial en cirugía endovascular, aclara que no es correcto decir “accidente” sino “ataque cerebral” y añade que desde el inicio de la pandemia se supo que las ventanas terapéuticas de atención del ACV en el mundo habían empeorado porque el Covid-19 ocasionaba más pérdidas de tiempo, con un impacto negativo sobre la mortalidad y las secuelas. Hubo personas, recuerda, que directamente no fueron a consultar por miedo al virus, o que llegaron con síntomas muy avanzados.

Mejorar los tiempos

“Sólo vestirnos para entrar al quirófano llevaba casi media hora –ejemplifica–. Para mejorar los tiempos desde el ingreso del paciente a las primeras imágenes aplicamos un sistema de prenotificación, llamado JOINT, que permitió que cuando el paciente llegaba a la clínica estuviera disponible todo el equipo médico, y comunicado entre sí: emergentólogos, intensivistas, especialistas en imágenes, anestesistas, neurocirujanos, neurólogos. Inmediatamente después de la tomografía o resonancia magnética, utilizamos otro sistema de IA, el RAPID.AI, que no sólo permite adquirir las imágenes más velozmente sino que también acorta muchos los tiempos de lectura y de análisis de esas imágenes, imprescindible para llegar a un diagnóstico preciso. Así pudimos disminuir de 11 minutos (que es lo que demorábamos en prepandemia) a seis minutos el lapso para adquirir e interpretar las imágenes”.

Juan Cirio agrega: “Antes teníamos que sentarnos a hacer el análisis, algo tedioso y no siempre rápido. Con la IA, cuando sale la tomografía ya discrimina qué tipo de ataque cerebral es (la mayoría, el 85%, son isquémicos), y ahí proseguimos con angiografía (que permite “ver” los vasos sanguíneos) y el estudio de perfusión, que dice qué área del cerebro se puede ir a rescatar para que el paciente pueda recuperarse más y mejor. Este software permite, muy rápidamente, detectar zonas de penumbra, que son las áreas del cerebro con falta de irrigación pero que aún no está ‘muerta’. Si le devolvemos la circulación, puede recuperarse. Además, disminuye la mortalidad: por cada 15 minutos que se gana en repercusión cerebral, las muertes se reducen un 30 por ciento.”

Los ACV isquémicos se tratan actualmente con un método llamado trombectomía, que puede ser química (utilizando medicamentos) o mecánica. En este último caso, una vez identificado el vaso sanguíneo donde se encuentra el coágulo, se ingresa a través de la arteria femoral por vía endovascular hasta la obstrucción con un catéter y se la libera para restituir la circulación. “Sin el uso de IA no hubiéramos podido compensar la pérdida de tiempo que implicó trabajar en pandemia, ni tampoco disponer de un análisis de imágenes tan preciso para actuar rápidamente sobre la zona del cerebro que es viable revascularizar”, concluyen Cirio y Lylyk.

Los principales factores de riesgo para sufrir un ACV son la hipertensión arterial (una condición que sufre el 40% de la población), la diabetes, el tabaquismo, la hipercolesterolemia y el alcoholismo. Es por eso por lo que controlar la presión, llevar una dieta sana, mantener equilibrada la glucemia si se es diabético, bajar de peso, beber con moderación, no fumar y hacer ejercicio regularmente son conductas que ayudan a su prevención.