El miedo a ‘la migra’ hace más vulnerables a indocumentados ante la crisis del agua tóxica en Flint

La ciudad de Flint, en Michigan, está sumida en una profunda crisis por la contaminación por plomo de su sistema de agua potable, un problema que ha afectado ya considerablemente a muchos niños de la localidad y aunque poco a poco ha comenzado a ser atendido (pese a la displicencia de las autoridades y tras la declaración del estado de emergencia), requerirá mucho tiempo y recursos para poder ser contenida. Y en el ámbito de la salud, para quienes tienen altos niveles de plomo en la sangre por beber el agua contaminada, los daños serán duraderos, quizá irreversibles.

Pero hay un grupo que, si cabe, está aún más postrado ante esta emergencia. Como relató Fusion, la población de inmigrantes indocumentados de Flint se encuentra en una situación desesperada. Según testimonios recogidos por ese portal, muchos han dicho que se les ha negado el acceso a agua potable gratuita (las autoridades reparten allí cada día grandes cantidades de agua embotellada) y otros han revelado que simplemente tienen miedo de ir a solicitarla por temor a ser identificados, detenidos y deportados.

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Voluntarios de Mission of Hope reparten agua embotellada a vecinos de Flint, entre ellos a indocumentados. (Facebook/Mission of Hope)

Al parecer, en estaciones de bomberos las autoridades habrían pedido una identificación oficial a las personas que reciben agua embotellada e incluso se había pedido a los solicitantes del líquido que indicaran su número de Seguro Social.

Ante ello, indocumentados simplemente se habrían ido con las manos vacías o habrían evitado acudir allí. Pero dado que se trata de una de las principales fuentes de agua potable limpia en la ciudad (muchas de las tuberías sufrieron corrosión y liberan plomo en el agua), sin ella están especialmente vulnerables. Por añadidura, se ha afirmado que por no saber inglés muchos de estos inmigrantes ni siquiera habían comprendido a cabalidad la magnitud de la crisis hasta hace pocos días.

La televisora ABC local, por ejemplo, cuenta que la indocumentada Lucía se enteró de la crisis por plomo en el agua hace unos cuatro meses y que desde entonces compra agua embotellada. Ella simplemente ya no va a los sitios de reparto gratuito de agua potable desde que allí le pidieron mostrar su licencia de conducir.

El miedo a la deportación es muy poderoso y aunque al parecer ya no se pide identificación durante la entrega del líquido, la población inmigrante desconfía, y muchos quizá no acudan más a esos centros, ni abrirán la puerta cuando la Guardia Nacional llegue a su casa a repartir el líquido, como sucede a lo largo de la ciudad. El miedo a que quien toque sea ‘la migra’, cuenta Fusion, es muy real y poderoso.

Pero ante la necesidad de evitar consumir agua potencial o efectivamente contaminada con plomo, como es el caso de la que fluye por las redes de agua potable, la comunidad indocumentada opta por recurrir a otras vías para abastecerse, a veces comprando el agua en tiendas (lo que resulta muy oneroso antes sus reducidos ingresos) o acudiendo a organizaciones sociales en las que confían.

Ese sería el caso, como relata el periódico La Opinión, de la organización Mission of Hope, que gracias a donativos y a la participación de voluntarios locales y de otras ciudades distribuye agua potable en su local a más de 200 personas al día, y apoya también a centenaras más en un asilo de ancianos y en un conjunto habitacional de personas de bajos recursos.

Pero la organización no se da abasto por la enorme necesidad. De acuerdo a Fusion, cerca de 1,000 indocumentados viven en el área de Flint. Y junto a ellos muchos miles de personas necesitan cada día ayuda para obtener agua potable. De acuerdo a cifras del Censo, Flint tenía en 2013 poco menos de 100,000 habitantes.

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El diácono Paul Donnelly coordina en la Iglesia St. Mary’s en Flint la ayuda de agua potable para los indocumentados y otros necesitados. (ABC)

La iglesia St. Mary de Flint es otra de las instituciones que ayuda en esta crisis a los indocumentados, la mayoría de ellos hispanos con un miedo real a la deportación y la separación de sus familias.

Y el temor va más allá a la posibilidad de ser detectados y deportados por las autoridades de Inmigración o al riesgo de ingerir agua contaminada con plomo si no tienen acceso a otras fuentes de agua potable. Muchos indocumentados, como relata el portal Vice, no saben si sus hijos o ellos mismos ya han estado expuestos y tienen altos niveles de plomo en la sangre.

Es el caso de la pareja de Antonio y Gabriela: su bebé de 11 meses sufre de una erupción cutánea en la espalda y Gabriela teme que haya sido afectada por el plomo, pues bebió agua de la red pública durante el embarazo, aunque luego de nacer a la niña le ha dado agua embotellada. Pero clarificar eso implica acudir a hospitales sin seguro médico y con el miedo a la deportación a cuestas.

Muchos optan por quedarse en las sombras, y aunque ya no se pide una identificación para recibir agua embotellada de parte de las autoridades, la desconfianza y el miedo se han quedado incrustados. Es por ello que la labor de instancias como Mission of Hope y la Iglesia St. Mary’s son cruciales para ayudar a la población indocumentada en esta crisis.

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