La pesadilla de una madre que ayudó a destapar la crisis del agua tóxica en Flint

La comunidad de Flint, en Michigan, vive un estado de emergencia y desastre a causa de una muy grave, hay quien diría que espeluznante, crisis de personas envenenadas luego de beber agua contaminada con plomo. Agua que salía de los propios grifos de sus casas y que, se suponía, debería haber sido potable. Pero era tóxica.

Como se ha comentado anteriormente, todo comenzó cuando para ahorrarse dinero en el servicio de suministro de agua potable, las autoridades de la ciudad de Flint decidieron cambiar a su proveedor del vital líquido y procedieron a obtenerlo ya no del sistema de la ciudad de Detroit sino del río local, en tanto construían nueva infraestructura para traer el agua desde el lago Hurón. El movimiento en frío beneficiaba las finanzas de la vapuleada economía municipal, pero tuvo un giro siniestro.

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Habitantes de Flint protestaron por meses sobre la contaminación del agua potable en su ciudad, sin que se les atendiera adecuadamente. (AP)

¿Por qué el agua potable en Flint contenía elevados niveles de plomo, y por qué pasaron meses y meses sin que las autoridades reconocieran y actuaran al respecto? La historia de una madre y del sufrimiento que sus hijos y su familia han tenido que experimentar, como ha sucedido a muchos otros vecinos de Flint, da luz sobre lo que parece una crisis de proporciones mayúsculas y, quizá, irreversibles.

De acuerdo al relato de Mother Jones, LeeAnne Walters, habitante de Flint y madre de cuatro niños, constató durante 2014 y 2015 que su familia sufría diversos problemas de salud y trastornos físicos: fuerte pérdida de pelo, erupciones cutáneas, dolores abdominales severos e incluso freno en el crecimiento de sus hijos más pequeños. En paralelo, el agua que llegaba a sus casas tenía una desagradable y ominosa coloración que iba de amarillenta a café.

Era agua del río Flint.

Y no era la única en notarlo en esa ciudad, el problema era muy amplio y con múltiples aristas, como indica el periódico The New York Times. Desde el principio hubo allí suspicacias sobre usar agua del río local, por la contaminación a la que había estado expuesto por años, y en un momento las autoridades reconocieron que el agua estaba contaminada con bacterias. Para enfrentarlo, se recomendó a la población hervir el líquido y el gobierno procedió a aplicarle al agua un tratamiento a base de cloro para desinfectarla.

Pero allí se habría producido un error o una negligencia mayúscula: al introducir demasiado cloro y elevar el nivel corrosivo de esas aguas, ciertamente se mataron bacterias pero también se produjo desgaste de las tuberías de Flint, que aún son en gran parte hechas de plomo, y por ello ese metal contaminó las aguas. El líquido en Flint era tan corrosivo que incluso una planta de General Motors en el área determinó dejar de usarla, por el riesgo de daño al que estaba expuesta su maquinaria, según indicó en 2014 el portal Michigan Live.

El punto es: ¿por qué se dejó pasar el tiempo, meses y meses, y se agudizó con ello la exposición de la población a agua que resultó ser gravemente tóxica para la población de Flint?

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Soldados de la Guardia Nacional de Michigan reparten agua embotellada y kits de análisis de plomo a vecinos de Flint, ciudad en estado de emergencia. (AP)

Como señala el relato de Mother Jones sobre el drama de la familia Walters, las autoridades en Flint se mostraron de entrada renuentes a aceptar críticas en lo relacionado al agua potable. Incluso brindaron con agua del río Flint cuando se dio inicialmente el cambio. Pese a que los vecinos se quejaban y mostraban ejemplos de aguas de colores inquietantes que salían de sus grifos el problema continuó. Y aunque el gobierno de Flint emitió advertencias primero sobre la contaminación bacteriana y luego por la presencia de residuos de la desinfección potencialmente riesgosos, nunca dijeron a la población que dejara de consumir esa agua. Ni en su momento habrían alertado sobre su alto contenido de plomo.

Pero un día Walter no pudo más y exigió que se analizara el agua que salía de las tuberías de su casa. Como respuesta obtuvo que la concentración de plomo en ese líquido era decenas de veces superior al máximo permitido por la ley.

Y aún así, las autoridades no aceptaron de entrada ser responsables, le achacaron todo a problemas de la tubería dentro de la casa de Walters. Para su horror, al llevar a sus hijos a revisión médica se confirmaron sus peores temores: tenían altos niveles de plomo en la sangre. Pero el gobierno local e incluso el gobernador de Michigan continuaban afirmando que el agua potable en Flint cumplía todos los estándares estatales y federales. La gente, con todo, no siempre confiaba en ello y prefería el agua embotellada.

Mensajes oficiales que han sido dados a conocer recientemente incluso muestran que las autoridades, locales y estatales, habrían mostrado un desdén por las preocupaciones de la población. Como relata The New York Times, en esos emails se sugiere que las inquietudes de la gente por el color y olor del agua potable eran de tipo “estético”.

Walters, por su parte, no se quedó cruzada de brazos. Ella contactó a un funcionario de la Agencia de Protección Ambiental, quien realizó exámenes adicionales al agua con la colaboración de expertos del Tecnológico de Virginia. Llegaron a la conclusión de que el nivel de plomo allí era elevadísmo y muy peligroso, lo que se confirmó cuando se comenzó a hacer exámenes de sangre a más vecinos, sobre todo a niños. Eso halló que el índice de casos de alto nivel de plomo en niños pequeños se había duplicado o hasta triplicado.

LeeAnn Walters/Captura de video de YouTube.

Fue entonces cuando tras meses de dar largas o de plano tratar de evadir la realidad, se declaró una alerta por plomo en el agua en Flint y la ciudad dejó de usar el agua de su río y volvió a abastecerse del sistema de Detroit. Pero el daño estaba hecho. La crisis fue tan grande que se declaró el estado de emergencia en Flint este mes y la Guardia Nacional intervino para llevar agua embotellada a los hogares, pues aunque el agua potable ya no viene del río, incontables tuberías siguen corroídas y, por ello, siguen contaminando de plomo el agua que fluye por ellas.

Muchos habitantes de Flint se unieron para demandar a los gobiernos estatales y locales y a sus respectivos titulares por su responsabilidad en el desastre, aunque Walters y su familia prefirieron mudarse y viven ahora en Virginia.

En tanto, las críticas suben de tono por el desastre en Flint, y se ha criticado, como señala un artículo en The Washington Post, que si esa población hubiese sido un rico suburbio todo el desastre no habría sucedido, y las autoridades habrían reaccionado de otro modo. Pero al ser Flint una localidad donde el 40% de los habitantes (en su mayoría afroamericanos) viven en condición de pobreza, poco o nada fue lo que se hizo para cuidar su salud o actuar tempranamente para evitar o reducir el problema.

Un artículo escrito por Connor Coyne, vecino de Flint, publicado en Vox pone el dedo en la llaga: aunque él tuvo sus dudas sobre la calidad del agua todo el tiempo, siguió bebiéndola mientras las autoridades repetían que sus datos indicaban que era segura (Coyne incluso sospecha que esos números habrían sido maquillados, como también lo sugiere una investigación difundida por la cadena CNN).

Coyne relata que el líquido en su casa fluía cristalino, pero que fue testigo de que en viviendas vecinas tenía colores rojizos y que muchas personas comenzaron a mostrar síntomas y malestares inquietantes. Pero de algún modo no quería creer que todo era en realidad producto de una negligencia mayor, ocultada por las autoridades.

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Una vecina de Flint y una de las demandantes en contra de las autoridades por la contaminación del agua en su ciudad, llora con desesperación. (AP)

Hasta que todo se derrumbó y la verdad fue clara: la cantidad de plomo en el agua potable era enorme y la crisis iba a ser de larga duración y fuertes daños humanos y materiales.

Coyne señala que este drama no fue solo causado por decisiones negligentes u ocultamientos de parte de las autoridades. Él lo achaca a la intervención del gobierno estatal en el local cuando nombró un administrador de emergencia para lidiar con la crisis económica municipal, y éste en aras de reducir costos cortó el contrato con el sistema de Detroit y en lo que se construía un nuevo sistema propio para traer agua desde el lago Hurón recurrió al líquido del río Flint. Así, para Coyne el excesivo poder que tenía ese administrador que no fue electo por la ciudadanía fue el antecedente de la actual crisis, aunque eso no merma o exime de las fallas y errores siguientes cometidos por los gobiernos local y estatal (que mutuamente tratan de quitarse las culpas para achacárselas al otro).

Sea como sea, el problema continúa y Flint vive en extrema crisis. Se requerirá mucho dinero para reemplazar todas las tuberías afectadas por corrosión, y es algo que posiblemente logre realizarse.

Pero el daño a la salud de los vecinos podría ser irremediable, algo ante lo que aún es necesario que las autoridades respondan y asuman su responsabilidad.

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